La situación internacional es crítica, se está jugando el futuro del mundo y el Gobierno español sabe que ha de contar con las diferentes fuerzas políticas de nuestro país a la hora de tomar decisiones. Si España se va a implicar a fondo con sus socios europeos en la guerra de Ucrania y en el histórico rearme anunciado por Ursula Von der Leyen, para frenar el avance de Putin, la decisión no puede ser unilateral de un solo gobernante, sino colegiada. La encrucijada bélica ante la que nos han situado Rusia y Estados Unidos (convertidos en una entente de oligarcas contra el mundo libre) exige que cada ciudadano se implique. Y esa implicación solo puede darse a través del Parlamento, sede de la soberanía nacional.
El mundo no ha estado en una posición tan delicada desde el final de la Segunda Guerra Mundial. De 1945 emergió un orden mundial que hoy salta por los aires a causa de los delirios de grandeza nacionalistas (también paranoicos) de dos hombres (Trump y Putin) dispuestos a retornar a los viejos conflictos bélicos que causaron millones de muertos. El momento histórico pesa sobre las espaldas, sobrepasa a cualquier gobernante, y eso empieza a entenderlo Pedro Sánchez, que si hasta hoy ha tenido tentaciones de gobernar por decreto ahora toma conciencia de que él solo no puede asumir la responsabilidad de llevar a su pueblo a una guerra. Si vamos a enseñarle los dientes al Kremlin, si nos vamos a rearmar incluso retomando el programa de armamento nuclear (Europa ha caído en la cuenta de que el paraguas atómico que ofrece la Francia de Macron es escasa disuasión ante el poderío ruso), lo tendremos que decidir entre todos mediante una votación trascendental en las Cortes Generales.
La amenaza rusa no es ninguna broma y eso empieza a asumirlo la opinión pública española. Según los últimos sondeos, los españoles apoyan mayoritariamente un incremento del PIB en defensa. Son los votantes de PP y Vox quienes más ánimo militarista demuestran, pero llama la atención que más del 70 por ciento del electorado socialista está también en esa tesis. Solo partidos radicales como Podemos y Vox se mostrarían abiertamente en contra. Sumar, como socio preferente del Gobierno de coalición, se mueve en una ambigüedad calculada y de su decisión quizá dependa el futuro de Yolanda Díaz como lideresa del proyecto.
Así las cosas, Sánchez se reunirá con el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, y con los representantes del resto de grupos del Congreso, menos el de Vox, para analizar la seguridad en Europa, la situación de la guerra en Ucrania y las conversaciones para intentar la paz, informe Efe. Sánchez hizo este anuncio a su llegada a la reunión extraordinaria del Consejo Europeo que analiza la seguridad en Europa y los pasos que pueden darse hacia la paz en Ucrania. El jefe del Ejecutivo recordó que a finales de marzo comparecerá en el Congreso en relación con este asunto y para dar cuenta de las últimas reuniones internacionales a las que ha asistido. Así, anunció que el próximo jueves llamará a los líderes de los grupos con representación en el Parlamento excepto a Vox. “Vox no va a estar en la ecuación, porque ya tenemos muy clara cuál es su visión”, ha asegurado el premier socialista.
La decisión de descartar a los ultras de esta ronda informativa sobre la crítica situación internacional que vivimos es, hasta cierto punto, lógica. Primero porque Vox está en política para destruir la democracia tal como la conocemos, es decir, para destruir nuestro modo de vida, nuestro sistema de convivencia que nos dimos con la Constitución de 1978 (que a ellos les produce urticaria por roja y comunista). Y en segundo lugar porque proporcionar información sensible a Santiago Abascal sería absurdo, ya que a los cinco minutos todo lo que se hablara en la reunión de Madrid se sabría, al detalle, en Washington y, por tanto, también en Moscú (el nuevo mandatario yanqui y el sátrapa ruso tienen línea directa, funcionan como alianza y en perfecta coordinación). Abascal nunca trabajó para el país ni para los intereses de los españoles, sino para sus jefes internacionales, para el nuevo fascismo internacional, para la central del mal que sostiene la sucursal de Vox. Que se lo pregunten si no a los agricultores y ganaderos españoles que van a sufrir los rigores de los aranceles impuestos por Trump. Ellos con el agua al cuello, con sus negocios al borde de la quiebra, y Abascal compadreando con los halcones de Washington.
Sánchez considera que la situación que se está viviendo y la conformación de criterio en cuanto a qué cosas se pueden empezar a hacer entre todos los europeos, avala que la próxima semana llame a los líderes de los diferentes grupos parlamentarios para intercambiar opiniones y reflexiones sobre los desafíos a los que se enfrenta la UE.
Al plantearle si estos contactos serán sólo telefónicos o en persona aclaró que serán presenciales. Esta ronda de reuniones propiciará el primer encuentro entre Sánchez y Feijóo desde que se reunieron en el Congreso el 22 de diciembre de 2023. El líder del PP ha venido quejándose de que el presidente del Gobierno no se pusiera en contacto con él ante un asunto de tanta trascendencia.
En sus declaraciones, Sánchez insistió en la necesidad de reiterar el mensaje de apoyo total a Ucrania por parte de Europa porque mientras se especula lo que se va a hacer si hay una tregua, un alto el fuego o un potencial acuerdo de paz, la guerra continúa. También en Bruselas, Feijóo aseguró que “no sé exactamente de qué nos quiere informar el presidente del Gobierno de España”, y además se sorprendió por este “apartheid que quiere hacer” con Vox, “la tercera fuerza política del país”. Con eso está dicho todo. Sánchez tiene claro que los ultras son agentes al servicio de potencias extranjeras mientras que el líder del PP considera a Abascal líder de un partido de Estado y parte de su proyecto político. Tan patético como dramático.