Tecnopopulismo: el arma que aúpa al poder a la extrema derecha en las democracias liberales

26 de Mayo de 2024
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¿Movimiento demagógico ultrapatriótico, fascismo posmoderno, autoritarismo democrático? Los expertos no se ponen de acuerdo a la hora de denominar al fenómeno de la extrema derecha que arrasa en todo el mundo, poniendo en jaque a las democracias liberales. Sin embargo, un concepto emerge de forma eficaz para definir lo que está ocurriendo: el ciberpopulismo (o tecnopopulismo, también populismo tecnocrático o populismo tecnológico), una suerte de movimiento demagógico popular impulsado desde las nuevas tecnologías, generalmente tecnologías de la información mediante plataformas digitales y redes sociales.

La combinación de populismo y tecnología para formar tecnopopulismo es un fenómeno reciente para la economía y la política mundial, desarrollándose desde finales del siglo XX hasta los últimos años. Según Daniele Caramani, “el populismo ha estado presente en la política desde la concepción de la política dada por Platón y la República Romana, hasta la era moderna. Incluso con el desarrollo de la democracia representativa y los gobiernos partidistas después de las revoluciones nacional e industrial del siglo XIX, el populismo y la tecnocracia continuó trabajando de acuerdo con estos ideales”.

Antaño, el populista demagogo tenía que subirse a un atril, en una plaza pública, para soltar su mitin ante un reducido número de personas. Hoy, empleando las plataformas tecnológicas como la red social X, Instagram o Facebook, puede llegar a cautivar a miles de personas, incluso a formar un partido político virtual capaz de comparecer en unas elecciones. Es el caso del activista y agitador ultra de las redes sociales Alvise Pérez con su agrupación de electores Se Acabó la Fiesta, que según el CIS obtendría representación en la Eurocámara con entre el 2,9 y el 3,8 por ciento de los votos. Pérez ha sido condenado ya en diferentes ocasiones por publicar bulos, según el HuffPost, como ocurrió con la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, de la que difundió bulos contra su persona, según la sentencia a la que ha tenido acceso Newtral.es. También fue condenado a pagar 60.000 euros al exministro José Luis Ábalos por publicar fotos hechas en su casa sin consentimiento o por intromisión ilegítima al derecho a la propia imagen de la periodista Ana Pastor. El Tribunal Supremo lo ha absuelto finalmente. Sin embargo, sus mentiras triunfan en las redes, removiendo el odio contra el Gobierno. Alvise es un filón, un diamante en bruto, un heredero de la nueva política basura fomentada por el ciberpopulismo.

Javier Milei, el controvertido presidente argentino, ha llegado al poder a golpe de tuit contra el establishment, como ya hiciese en su día Donald Trump. Sin embargo, tras su polémica con Pedro Sánchez, al que insultó gravemente durante su última visita a Madrid, desencadenando una crisis diplomática sin precedentes entre España y Argentina, ordenó suspender de manera temporal las páginas web y las publicaciones en redes sociales de los medios públicos argentinos, según han informado fuentes oficiales. Sin duda, Milei, sabedor del poder de los dioses digitales, decidió no ser víctima de las redes como en su día lo fueron aquellos a quienes él derrocó a tuit limpio.

Con la llegada de Internet y su uso generalizado en el siglo XXI, los movimientos tecnopopulistas se han visto particularmente fortalecidos por la expansión de las redes sociales, ya que su cobertura independiente puede ser compartida rápidamente y vista por millones de personas. Esto permitió a los políticos populistas acceder a audiencias a través de las capacidades de creación de redes masivas de las redes sociales, inalcanzables antes de la era digital. La comunicación y los medios digitales proporcionados por los avances tecnológicos también brindaron a los ciudadanos una nueva oportunidad de inclusión para participar en procesos democráticos y, en última instancia, crear una nueva esfera pública centrada en prácticas discursivas y participativas.

Debido a avances tecnológicos como Internet, los movimientos populistas han desarrollado simultáneamente cierta presencia en la comunicación en línea a pesar de los diferentes problemas en los contextos regionales. Vale la pena señalar que el tecnopopulismo está creciendo en todas las regiones del mundo, pero se debe tanto a la adopción de Internet en las últimas dos décadas como a la difusión de ideologías populistas en general. Daniele Caramani sostiene que “la movilización tecnopopulista no se limita a áreas regionales, sino que puede promoverse en base a ciertos temas, que intencionalmente o no son abordados por el establishment”. Esos asuntos recurrentes, casi fetiches, que movilizan a las masas de manera feroz, suelen ser las ideologías del odio, la polarización política, el malestar por la crisis económica y el fracaso de la globalización, la inmigración, la corrupción política, las guerras abiertas en diferentes frentes en todo el mundo, el aborto, la religión, las conspiraciones anticientíficas y la llamada guerra cultural contra las ideas progresistas. Los dirigentes populistas son conscientes de que esas cuestiones suscitan gran controversia y polémica, cuando no cruentas batallas ideológicas en el mundo de hoy, saben cómo manejarlas y las manipulan a su antojo, tratando de desestabilizar el sistema democrático. El resultado del malestar en las redes sociales, azuzado ya como odio incontrolado, se traduce después en votos contra el establishment en las elecciones.

En Estados Unidos, el desarrollo del tecnopopulismo se vio durante la última década debido a una reacción contra los valores neoconservadores y corporativistas presentados por gran parte de los partidos políticos, a pesar de cambios radicales en cuestiones económicas y sociales. En particular, la crisis financiera de 2007-2008 provocó un creciente resentimiento contra el 1 por ciento por parte del 99 por ciento. En respuesta a la Gran Recesión, se formaron movimientos para llevar la discusión hacia cuestiones económicas crecientes, siendo ambos movimientos tecnopopulistas el Movimiento Occupy Wall Street y el Movimiento Tea Party que protestaban por el cambio. El enfoque populista del movimiento Occupy hacía referencia regularmente a su pueblo, llamado el 99%, mientras desafiaba a las elites económicas y políticas de Wall Street.

El tecnopopulismo también formó parte del movimiento Tea Party, que se centró principalmente en el produccionismo, una rama que sostiene que quienes producen riqueza tangible son más valiosos para la sociedad que, por ejemplo, los aristócratas que heredaron su riqueza y estatus, como una forma de oposición a la élite. Este movimiento fue contrario al gobierno demócrata del presidente Barack Obama. Se consideró un movimiento tecnopopulista porque fue organizado por el pueblo con poca experiencia política y porque se organizó a través de las redes sociales para reducir los costos asociados con el proceso de adquisición de nuevas habilidades políticas. El uso de las redes sociales también proporcionó un foro democrático en el que las personas podían discutir ideas políticas más allá de los partidos políticos, identificando a sus partidarios. El auge de la comunicación y el discurso digital también puede suponer la caída de los propios movimientos tecnopopulistas, del mismo modo que los individuos que abandonaron el Movimiento Tea Party de Florida atribuyeron su salida a las redes sociales, a pesar de que la mayoría de ellos respondieron que inicialmente estaban entusiasmados con la herramienta de participación que la red y los nuevos medios y plataformas de comunicación le habían proporcionado.

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