Vox guarda un elocuente silencio en la polémica del beso robado de Rubiales

23 de Agosto de 2023
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Cuando la ley del “solo sí es sí” llegó al Congreso de los Diputados, Vox anunció que ni siquiera participaría en la votación. Los de Santiago Abascal alegaron que se trataba de una legislación propia de la izquierda woke radical y feminista, un paso más hacia la doctrina de la igualdad de género que a ellos les produce urticaria. Además, se quejaron de que un millar de agresores sexuales se beneficiarían de la reforma mediante las diferentes rebajas de condenas.

Hoy, tras el escándalo mundial protagonizado por el presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, y su beso no consentido a la jugadora Jenni Hermoso, todo el planeta ha podido comprobar que la Ley Montero, con sus errores y deficiencias técnicas, era más necesaria que nunca. No son pocos los catedráticos de Derecho Penal que advierten de que la conducta de Rubiales encaja perfectamente en el delito de agresión sexual. No en vano, el artículo 178 del Código Penal, en su punto 1, castiga con pena de prisión de uno a cuatro años al que realice cualquier acto que atente contra la libertad sexual de otra persona “sin su consentimiento”. Además, el punto 2 penaliza como agravante la “situación de superioridad o vulnerabilidad de la víctima”. Es evidente que Rubiales es el superior jerárquico de Jenni Hermoso, de modo que por ahí el presidente federativo tiene un problema por un comportamiento que a ojos de todos ha sido abusivo.

El caso ha venido a demostrar la necesidad de una ley como la del “solo sí es sí”. Sin consentimiento expreso de la mujer, ningún hombre puede tomarse la libertad de profanar su legítimo derecho a la libertad sexual. En esa línea, todos los medios de comunicación de la prensa internacional coinciden en que Rubiales se propasó cuando puso sus labios en los de la campeona del mundo quien, dicho sea de paso, confesó públicamente que el gesto no le gustó. El asunto está tan claro que no necesita de más pruebas adicionales (basta con ver el escabroso vídeo) y ha dejado sin argumentos a Vox. De modo que en el partido ultra se ha impuesto la consigna generalizada de que es preciso andarse con cuidado y con pies de plomo con este tema que quema como una patata caliente. España entera se ha volcado con la selección femenina, la sociedad en su conjunto ha dictado sentencia repudiando el comportamiento sexista de Rubiales. Partidos políticos, sindicatos, asociaciones de profesionales y colectivos de todo tipo han condenado el asqueroso morreo. Posicionarse a favor del hombre, en este caso del presidente de la Federación, no hubiese sido un buen negocio para Santiago Abascal y menos en un escenario tan sensible y delicado, en medio de las negociaciones con el PP para la investidura de Feijóo. En cualquier otro momento, a estas alturas de la película ya habría aparecido el clásico machirulo voxista, el consejero autonómico de turno o el tuitero descerebrado ultra defendiendo cosas como que el beso forzado de Rubiales fue una simple anécdota sin importancia, una tontería, una travesura o gamberrada propia de una fiesta, o quejándose de que España ha caído en manos de los inquisidores moralistas de la izquierda feminazi siempre dispuestos a propagar el odio hacia los hombres. Nada de eso ha ocurrido. Esta vez Vox se ha replegado a sus cuarteles de verano, desertando de la batalla cultural contra el feminismo, y la consigna desde la ejecutiva nacional ha sido manejarse con tacto, o sea, máximo sigilo, prudencia y dejarlo correr. Un tuit machista en este momento, en defensa de Rubiales y en la línea habitual de un partido patriarcal, supremacista y macho blanco alfa, habría sido altamente contraproducente en las encuestas y también en las urnas, si es que los españoles son llamados a votar por segunda vez. No solo hubiese resultado letal de cara a las negociaciones con el PP para la formación de Gobierno, sino que hubiese supuesto un tremendo error estratégico a las puertas de otros comicios.

Los españoles han demostrado que están a muerte con sus jugadoras mundialistas, también con Jenni Hermoso, víctima de un personaje siniestro que decidió propasarse ante una audiencia planetaria. Ponerse en contra de la afición hubiese sido un suicidio político. Eso lo sabe bien Abascal, que tras su ronda de consultas con el rey Felipe VI decidió realizar una declaración institucional sin preguntas de los periodistas. Someterse a las cuestiones de los cronistas que cubren información parlamentaria habría sido tanto como tener que responder al caso del nauseabundo beso robado de Rubiales. Se habría tenido que retratar, posicionándose de lado de la víctima como un militante más de la derechita cobarde; habría tenido que reconocer que lo que todos vimos por televisión fue una agresión sexual en toda regla; habría tenido que claudicar ante la Ley Montero y su requisito esencial del “consentimiento sexual”, esa misma legislación contra la que batalló hasta la extenuación al considerarla propaganda comunista adoctrinadora propia del feminismo radical. En su día, el propio Iván Espinosa de los Monteros, hoy fuera del partido, declaró sobre esa reforma: “No queremos ser corresponsables en la tramitación de esta chapuza”.

Así las cosas, tras su entrevista con el monarca, el líder de Vox prefirió no correr riesgos. Sabía perfectamente que los periodistas iban a preguntarle sobre el asunto Rubiales, así que cortó por lo sano, evitó a la prensa, guardó silencio. Esta vez no habría bravuconadas, ni declaraciones machirulas, ni alegatos trumpistas, ni comentarios provocadores o antisistema. Con millones de españoles y españolas entregados al triunfo de nuestras bravas jugadoras de fútbol, emprender esa enésima batalla cultural en pos del patriarcado y contra el feminismo socialcomunista, posicionándose de lado del hombre, habría sido una estupidez, además de una inmolación política. Así que el Caudillo de Bilbao decidió hacer mutis por el foro. Desde ese punto de vista, el zurdazo de Olga Carmona por la banda izquierda fue no solo el disparo certero que nos dio el Mundial femenino y feminista. Fue también un golazo por toda la escuadra contra los postulados reaccionarios de la extrema derecha.

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