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¿Queda algún demócrata en la selección española?

Nuestros futbolistas hacen gala de una penosa falta de compromiso social mientras Mbappé llama a la movilización contra la extrema derecha

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análisis

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Unos minutos después de que Kylian Mbappé pidiera a los franceses el voto urgente contra los extremismos, Unai Simón, portero de la selección española, era preguntado por la difícil situación política que se vive en Francia y en el resto de Europa. Y ahí se vio, una vez más, que España, por mucho que nos empeñemos, sigue siendo diferente. El guardameta no solo no se mojó en defensa de los derechos humanos, la integración racial, el respeto al otro y la democracia –que era lo que tocaba–, sino que por momentos dio la sensación de que hacía una enmienda a la totalidad al discurso comprometido y social del astro madridista.

Para Simón, los futbolistas deben ser como androides programados para dar patadas a un balón al margen del mundo en el que viven, de modo que solo deberían hablar de fútbol y solo de fútbol. Y con ese mensaje decepcionante, infantil, simplón, el cancerbero escurrió el bulto, hizo mutis y se largó de la rueda de prensa sin pronunciarse sobre el auge del neonazismo en el viejo continente. Un bochorno ante toda la prensa internacional.

Unai Simón ha optado por no meterse en política sin reparar en que el ser humano es por definición un zoon politikón, ya lo dijo Aristóteles, y cada paso que damos en esta vida viene marcado por esa noble actividad que regula las relaciones de poder entre individuos. De alguna forma, al desertar de lo que es un derecho y una obligación de todo ciudadano, nuestro portero ya está haciendo política sin querer, siguiendo aquel consejo (más bien advertencia) que Franco daba a sus amigos: “Haga como yo, no se meta en política”. Por tanto, por si no lo sabe nuestro querido arquero, querer mantenerse prístino y virgen, indefinido y casto, es ya una manera de hacer política tomando partido por una causa, aunque sea por la causa de la no política, que es casi la antipolítica hoy tan de moda entre el mundo reaccionario.

No es la primera vez que un jugador de la Roja (habrá que empezar a adjudicarle a nuestra querida selección otro color más apropiado, más añejo y rancio) da el cante metiéndose en un charco con un fuerte tufo a derecha ultra. No hará falta recordar cuando el propio entrenador, Luis de la Fuente, aplaudía a rabiar al presidente Rubiales en aquella asamblea de la infamia en la que el dirigente de la RFEF se atrincheró gritando que no pensaba dimitir por su “piquito” a Jenni Hermoso. Fueron los días en que cualquier empleado honesto de Las Rozas, jugador, técnico, directivo o jardinero cortacésped, debió haber presentado su honrosa dimisión por el hedor a machismo que lo invadía todo. Sin embargo, el míster decidió mantenerse en el carguete, y aunque después pidió disculpas por haber hecho las veces de fiel palmero (“las críticas son merecidas”, reconoció) ahí sigue. Poco se habla del desafecto popular que genera esta selección, un equipo que no despierta pasiones, quizá porque la mitad del país (una de las dos Españas) no traga al entrenador ni el conservadurismo de sus muchachos.

Aquellos días tristes para nuestro fútbol en los que se acosó impunemente a una mujer debieron haber provocado el paso adelante de nuestros mejores futbolistas en solidaridad con una compañera que lo estaba pasando mal. Una dimisión en bloque desde el portero hasta el delantero centro, pasando por los suplentes, hubiese sido la medida de protesta más oportuna ante los aires de corrupción en la Federación. No se hizo. Lejos de posicionarse al lado del fútbol femenino y de defender los valores democráticos, nuestros chicos emitieron un comunicado aguachirle sin mojarse demasiado y para salir del paso. Una vez más, se comportaron como niños inmaduros en su burbuja de cristal con sauna y jacuzzi, o algo peor, como millonarios que cuando se presenta el problema responden aquello de no me molesten, que estoy jugando al golf. Todo ello por no hablar de las declaraciones tibias de Carvajal, que pidió respeto a la presunción de inocencia de Rubiales cuando todo el planeta había visto el morreo impresentable, o de la vergüenza de no decir una palabra más alta que otra contra el patriarcado talibán durante el mundial de Catar. Una vez más, no quisieron meterse en política, catenaccio ideológico, pero la política terminó por engullirlos sin remedio.

Hace tiempo que nuestros jugadores no saben estar a la altura de la trascendencia de los tiempos y de lo que se les pide como iconos del deporte que deben dar ejemplo de respeto a los valores democráticos y los derechos humanos. Ellos están en su gimnasio diario y en su juego de la comba, en su parvulario de niños adinerados, sin reparar en que son hombres hechos y derechos que deben comprometerse con las causas más nobles de su época. ¿Qué van a decir cuando a un energúmeno le dé por llamar mono, desde la grada, a nuestro pequeño genio Lamine Yamal? ¿También dirán que son apolíticos vegetativos que ni sienten ni padecen? Cuando Unai Simón invoca su sonrojante neutralidad (porque él está para lo que está, para darle patadas a un balón) no repara en la pobreza intelectual que demuestra, ni en el hecho de que el fútbol es el arma política más potente que existe. Ahora que mi buen amigo Tono Calleja publica un pódcast imprescindible, La batalla de Florencia, sobre aquel histórico partido que Mussolini y su lacayo Monti le robaron a la selección española en el amañado mundial del 34, es un buen momento para que nuestros chicos se culturicen un poco, aprendan algo de historia y salgan del kindergarten del estadio, donde juegan alegremente mientras los niños palestinos mueren por cientos en el gueto de Netanyahu sin que se pongan un mal brazalete contra el genocidio.  

Estos jugadores de la supuesta Roja tan asépticos, tan repeinados, tan políticamente correctos, no me gustan. Empiezan a parecerse demasiado a aquellos otros del NO-DO y del pollo en el pecho que saludaban al dictador efusivamente y brazo en alto. Mucho mejor Mbappé con su desesperada defensa de la liberté, la egalité y la fraternité. Vive la France.

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2 COMENTARIOS

  1. Estamos hablando de la seleccion española…de futbol!
    Salvo excepciones,incultos que desde su infancia solo saben dar patadas a un balon,por muy bien que las den.
    LLegan a la seleccion y se convierten en nuevos ricos sin cultura.Cobran en una temporada mas que el presidente del gobierno y mas que el mejor cirujano cardiaco en toda su vida.
    Salvo excepciones,se hacen de derechas y de extrema derecha,en este caso son facharicos.

    • Perfectamente resumido compañero. Nuevos ricos, sin el más mínimo compromiso social. La filosofía de estos jóvenes es “donde está lo mío”, individualistas a más no poder y al resto se puede caer el mundo que ellos no se van a mover. Aunque luego quieren tener Fair Play deportivo con los mensajes antirracistas en sus camisetas y estadios… pura fachada.

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