La reforma del aborto ha llegado en un mal momento para Irene Montero, muy cuestionada por su ley del “solo sí es sí”, que coloca en el centro de toda relación sexual el necesario y explícito consentimiento de la mujer. Cualquier conducta de un hombre que no cuente con ese permiso es susceptible de ser considerada una violación. La reforma era urgente y necesaria tras algunas sentencias jurídica y éticamente repudiables como la de La Manada, pero adolece de errores técnicos que han permitido la rebaja de penas de violadores y pederastas e incluso la excarcelación de reclusos por la aplicación del principio constitucional de lo más beneficioso para el reo. Esta polvareda a cuenta de la ley del “solo sí es sí” ha venido a contaminar el debate sobre el aborto, ya que ambos asuntos han coincidido en el tiempo. PP y Vox han tratado de mezclar ambas problemáticas de forma torticera y con toda la intención de manipular a la opinión pública para dar la apariencia de que el Gobierno de coalición iba demasiado lejos, hasta perder el norte, por influjo del feminismo radical de Unidas Podemos. En realidad, la reforma del aborto del Gobierno Sánchez va en la línea de lo que dicen todos los organismos y convenios internacionales suscritos por España. Así, una reciente resolución del Parlamento Europeo ha instado al Consejo de Europa a incluir el aborto en la Carta de Derechos Fundamentales de la UE introduciendo una modificación del artículo 7 para dejar claro que “toda mujer tiene derecho a un aborto seguro y legal”. Y, por si fuera poco, el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas ya ha sentenciado que la falta de disponibilidad de información y servicios de salud reproductiva, incluido el aborto, menoscaba el derecho de las mujeres a no ser discriminadas (por pura lógica, cualquier discriminación atenta contra los derechos humanos más básicos y elementales). Parece claro que Feijóo no se sabe la legislación. “No lee y no tiene a nadie que le lea. Debe leer más”, le aconseja el siempre fino analista Javier Aroca.
La ley del aborto en Norteamérica
La nueva ley española sobre el aborto cuenta además con el mérito de que llega en plena ofensiva ultracatólica no solo en Europa, sino en Estados Unidos de la mano de Donald Trump y en el Brasil hasta hace unos días gobernado por el populista Jair Bolsonaro. Ambos, tanto el magnate neoyorquino como el político carioca, están ya fuera del poder tras las victorias de Joe Biden y Lula da Silva, pero antes de irse han plantado la semilla del fanatismo antiabortista. Así, en junio de 2022 el Tribunal Supremo de Estados Unidos derogaba el derecho al aborto en el país. Poco antes de abandonar la Casa Blanca, Trump se ocupó de dejar controlado el alto tribunal colocando una mayoría de magistrados conservadores de su cuerda. A partir de ahora el aborto queda en manos de lo que digan las legislaciones de cada uno de los 50 estados de la Unión. Desde el año 1970, cuando las abogadas Linda Coffee y Sarah Weddington presentaron una demanda civil en los juzgados de Texas en nombre de Norma L. McCorvey (también conocida como Jane Roe), que pedía poder abortar tras denunciar una violación, este derecho se había consagrado en todo el país. Aunque el fiscal del distrito se opuso, el tribunal falló a favor de la demandante, eso sí, sin ordenar cambios en la legislación federal. Finalmente, la mujer dio a luz a una hija, a la que entregó en adopción mientras el caso aún no se había decidido por sentencia firme. Ahora, tras la reciente resolución del Supremo “trumpizado”, la doctrina del caso Roe versus Wade queda derogada y se da un giro copernicano al problema.
A día de hoy, doce estados norteamericanos están aplicando una prohibición casi total del aborto con excepciones muy limitadas. Alrededor del movimiento antiabortista se ha reunido lo más friqui del país. Grupos supremacistas que luchan contra el feminismo para reinstaurar una sociedad machista y heteropatriarcal, sectas destructivas de todo tipo y hasta el grupo conspiranoico QAnon, uno de los promotores en redes sociales del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. La vicepresidenta del grupo antiabortista Operation Rescue, Cheryl Sullenger, calificó a este movimiento como un “pequeño grupo de personas cercanas al presidente Donald Trump” con “el nivel de inteligencia más alto que jamás se haya hecho público en nuestra historia conocida”. Puede parecer ciencia ficción, pero El cuento de la criada (aquella historia de Margaret Atwood ambientada en un futuro distópico en el que ya no nacen niños por culpa de las infecciones sexuales y la contaminación y donde se instala en el poder un gobierno teocrático, totalitario y fundamentalista tras una guerra civil entre norteamericanos) está más cerca de hacerse realidad. La ofensiva de la nueva extrema derecha norteamericana empieza a dar sus frutos. Y sus vientos llegan hasta Europa.
Asociaciones provida y la ultraderecha
Más allá de relatos novelescos, los cierto es que el movimiento fundamentalista ultracatólico se ha infiltrado profundamente en las instituciones de las grandes democracias occidentales. Poderosas sectas religiosas antiabortistas auparon al ultraderechista Bolsonaro a la jefatura de Brasil. Y siniestras organizaciones como El Yunque, un poderoso grupo paramilitar secreto formado por fascistas y fanáticos cristianos de origen mexicano que declara su propósito de “defender la religión católica y luchar contra las fuerzas de Satanás”, instaurando “el reino de Cristo en la Tierra”, posee ramificaciones en numerosos países, entre ellos España, donde ya mantienen estrechos contactos con partidos de extrema derecha y grupos sociales provida. El Yunque, que ha sido calificado por las fuerzas de seguridad como una organización “anticomunista, antisemita, antiliberal y con rasgos fascistas”, cuenta con un fuerte apoyo económico y financiero de grandes empresas, incluso bancos, que costean sus actividades proselitistas en todo el mundo. Esta sociedad secreta planteó un movimiento subversivo contra el presidente López Obrador durante la crisis postelectoral que siguió a los comicios presidenciales de 2006 en México. Curiosamente, detrás de todos estos movimientos ultrarreligiosos, antiabortistas y contra la igualdad de la mujer suele haber siempre una intención política plasmada en un plan concreto que lleva a querer terminar con la democracia y a instaurar regímenes de corte autocrático.
El prestigioso diario francés Le Monde ha advertido de que Castilla y León, donde Vox trata de imponer su protocolo antiabortista, es “la pista de despegue de la guerra cultural de la extrema derecha”. Para el rotativo galo, Juan García-Gallardo no es más que un títere de Abascal, que es quien desde Madrid imparte las consignas a seguir sobre el aborto. Este, a su vez, obedecería a otros poderosos intereses de grupos externos al partido, tanto nacionales como internacionales, tal como denunció Macarena Olona (exdiputada dimitida del partido ultra) en su reciente y reveladora entrevista con Jordi Évole en La Sexta. “Santi es una buena persona, pero tiene sus limitaciones”, dijo la exmusa ultra. La que fuera diputada voxista llegó a sugerir que Abascal no es completamente libre en sus actos, ya que las decisiones no siempre se adoptan en Vox, sino que se toman por “gente ajena” que no forma parte del organigrama y que tiene “un poder decisorio importante”. Sobre la entrevista planeó la sombra de El Yunque, aunque Olona dijo no saber nada de esa supuesta conexión. No así el conocido periodista de la derecha mediática Federico Jiménez Losantos, que ya ha apuntado a esa vinculación en varias intervenciones radiofónicas en su programa en EsRadio. Losantos cree que la secta ultracristiana El Yunque está “infiltrada en Vox”. Ese conglomerado es definido por el conocido presentador como “el sector siniestro” del partido de Abascal y el responsable de haber “marcado el camino” en la polémica del aborto. En esa misma línea, la propia Macarena Olona ha reconocido que ella “siempre escucha a Federico con mucha atención”, sobre todo cuando hace “afirmaciones muy contundentes para las que no ha habido reacción ni judicial ni no judicial” de Vox. Para el periodista radiofónico matutino referente de la derecha española, “toda esta pandilla basura de El Yunque, todos esos malhechores, son una sociedad secreta que recibe dinero de Putin y del extranjero. Siendo unos mindundis que no han pintado nunca nada en los medios, anuncian, en plena crisis, 40 emisoras de TDT en toda España”. Las últimas intervenciones de Losantos sobre lo que se está moviendo en el inframundo ultraderechista a cuenta del asunto del aborto han sido antológicas. En una entrevista con Rocío Monasterio, Losantos llegó a humillar a su invitada de esa mañana: “¿Por qué creéis que sois los únicos que sabéis lo que es la vida y los demás tenemos que acatarlo sumisamente? (…) El latido del feto te lo puedes poner de politono en el móvil, si te hace ilusión”. Y sobre García-Gallardo aseguró: “Es un mendrugo fanático que ha organizado un lío morrocotudo por una bobada. He visto dos veces el discurso de Navidad [de García-Gallardo] y es tonto, pero de ventanas a la calle… El feto tendrá latido, pero que haya vida activa en el cerebro del vicepresidente de Castilla y León admite dudas… Es un joven majaderín que en su puñetera vida ha hecho nada; bueno, algo sí: ser pasante de algún bufete de provincias”.
Ninguna idea que salga de la factoría Vox es casual o autónoma. Forma parte de un programa más amplio impulsado por la ultraderecha internacional. “Buscan mantener constantemente a la base de su electorado en un estado de polarización y crear titulares. Frente a la 'derechita cobarde', se presentan como una derecha sin complejos, capaz de hacer tabula rasa de la totalidad de las conquistas de la izquierda: feminismo, aborto, diversidad”, asegura el politólogo Xavier Casals. De hecho, el protocolo antiabortista de Vox en Castilla y León (latido fetal y ecografía 4D) es una propuesta calcada a la que ya ha implantado el nacionalpopulista Viktor Orbán en Hungría. Y Polonia, un país donde el reaccionarismo católico ha entrado con fuerza en las instituciones democráticas, va por el mismo camino. En general, los antiguos países del bloque comunista disponen de una regulación del aborto relativamente permisiva, pero en Polonia se ha hecho complicado para cualquier mujer abortar de manera legal. Solo está permitido en los casos en que exista riesgo para la vida o la salud de la madre, violaciones (siempre con atestado policial), o en supuestos de malformación severa del feto. Por descontado, los médicos que practican este tipo de intervenciones se exponen a penas de cárcel. El periodista Antonio Maestre asegura que existe un plan “nativista y racista” que se esconde tras la polémica antiabortista del PP y Vox. “La conspiración que sustenta el plan ultra es la denominada 'Gran Reemplazo' (…) La teoría es que Europa y la cultura cristiana occidental están en riesgo de desaparición por el vaciamiento poblacional y su sustitución por parte de otras culturas, y existe un reto demográfico que pasa por fomentar la natalidad de la población europea blanca y católica".
En general, la mayoría de países de la Unión Europea permiten el aborto libre durante el primer trimestre de embarazo. Pero la cruzada antiabortista se extiende por todo el viejo continente. Malta es otra víctima de la religión fanatizada y de unos prejuicios casi medievales. Allí se prohíbe el aborto en todos los casos, sin excepción. E Irlanda, un estado donde el aborto está sometido a restricciones, también se encuentra en el punto de mira de la UE. Miles de mujeres irlandesas viajan cada año al Reino Unido para interrumpir sus embarazos, una situación que recuerda a la España de antaño en la que solo abortaba aquella que disponía de recursos suficientes como para pagarse un viaje a Londres con estancia en hotel, clínica u hospital.
Viaje al interior del útero
¿Pero qué dice la ciencia sobre el controvertido asunto del aborto? Según la publicación Ciencia del Sur, mientras los grupos provida se basan en meras conjeturas y prejuicios religiosos sin base médica, la mayoría de los científicos creen que hay al menos ocho evidencias que respaldan la legalización del aborto: 1) el concebido no es una persona; 2) no siente dolor; 3) carece de consciencia; 4) el aborto legal reduce la mortalidad materna; 5) esta práctica quirúrgica no perjudica la psique de la mujer; 6) por el contrario contribuye a una mejoría de su salud física y mental; 7) negar un aborto legal sí que afecta emocionalmente a las embarazadas; y 8) las creencias religiosas influyen, para mal, en la mujer que decide abortar.
¿Es una persona el concebido? Es evidente que el embrión posee vida, eso no lo niega la comunidad científica. Ahora bien, no está acreditado que sea un ser humano como tal, ya que esa categoría no se puede reducir exclusivamente a lo biológico, sino que posee componentes neurológicos, psicológicos, jurídicos, culturales y hasta filosóficos. Ningún dato médico es capaz de demostrar, a día de hoy, que el concebido sea un individuo o sujeto con entidad propia. Todo lo que dicen los grupos provida a este respecto se basa en conceptos teológicos, prejuicios morales, intuiciones o creencias religiosas sin ninguna base o fundamento científico.
En segundo lugar, tampoco está demostrado que el feto sienta dolor cuando es sometido a un aborto. Para algunos especialistas, el dolor fetal no es posible hasta después de la semana 24. Otros van más allá y afirman que ocurre tras la semana 27 o 29. Un informe sobre más de 2.000 casos concluyó que “la capacidad de percepción consciente del dolor puede surgir solo después de que las vías tálamo-corticales comiencen a funcionar, lo cual puede ocurrir en el tercer trimestre, alrededor de las 29 a 30 semanas”. Que el cerebro de un feto esté incipientemente desarrollado entre las semanas 7 y 26 no significa que sea funcional y pueda sentir dolor.
En cuanto a la capacidad de consciencia del concebido, otro de los argumentos que las asociaciones provida esgrimen para rechazar de plano el aborto, la opinión de los neurólogos está bastante generalizada: sin un sistema nervioso central (encéfalo y médula espinal) suficientemente desarrollado, no habrá consciencia alguna. El problema está en saber cuándo empieza a desarrollarse en el embrión algo parecido a un atisbo de autoconciencia del yo. Algunos autores como Michael Gazzaniga, uno de los neurocientíficos más reconocidos, escribió en The Ethical Brainque la primera actividad eléctrica del cerebro de un feto ocurre entre las semanas quinta y sexta. Sin embargo, añade que esta “no es una actividad coherente del tipo que subyace en la conciencia humana, ni siquiera la actividad coherente que se observa en el sistema nervioso de un camarón”. Hasta la semana 13 no comienza a desarrollarse una estructura llamada cuerpo calloso y hasta la semana 16 no empiezan a formarse los lóbulos cerebrales. Las primeras conexiones sinápticas o eléctricas ocurren en la semana 17 y es preciso llegar hasta la semana 32 para que el feto controle la respiración y la temperatura corporal de forma autónoma. Con todo, no existe un sistema nervioso sostenible o complejo hasta aproximadamente los seis meses de gestación. Algunos autores van más allá y concluyen que en los primeros momentos del embarazo el ser que vive en el útero está como sedado y solo cuando nace empieza a desarrollar un mínimo de consciencia humana. Es cierto que las estructuras neurológicas necesarias para una actividad mental humana están ya presentes hacia el tercer trimestre, pero la mayoría de los expertos están convencidos de que no son funcionales.