Una de cada cuatro chicas de 17-21 años confía sus emociones a la inteligencia artificial

El informe “#AsíSomos. El estado de la adolescencia en España” revela que los jóvenes navegan entre el consuelo de la IA, el miedo a acusaciones injustas y el deseo de recibir apoyo real

11 de Septiembre de 2025
Actualizado a la 13:20h
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Una de cada cuatro chicas de 17-21 años confía sus emociones a la inteligencia artificial

Según el informe #AsíSomos. El estado de la adolescencia en España (Plan International, con 3.500 encuestas a jóvenes de 12 a 21 años), una de cada cuatro chicas de 17 a 21 años reconoce que utiliza la IA para “contarle sus cosas”. Entre los chicos, el dato cae al 12%. La IA ha entrado en sus vidas como buscador, ayudante para estudiar, creador de contenidos… y, para una parte de ellas, como confidente.

¿Qué nos revela el estudio?

Más allá de esa intimidad con los chatbots, el estudio revela otro dato que ayuda a entender tensiones y miedos: el 72% de los chicos dice temer ser acusado injustamente de acoso o violencia de género. Una inquietud que convive con actitudes ambivalentes en el control de pareja: solo el 53% de ellos considera inaceptable que un chico revise el móvil de su novia, y la mitad ve aceptable, en algún caso, querer saber dónde está la pareja en todo momento.

Una máquina puede responder, pero no puede abrazar; puede simular compañía, pero no reemplaza al cuidado humano

El informe destaca varias tendencias significativas:

  • Una de cada cuatro chicas de entre 17 y 21 años admite que recurre a la IA para “contarle sus cosas”, para desahogarse o expresar emociones. Este porcentaje en chicos de la misma edad baja al 12%.
  • Por otro lado, el 72% de los chicos de entre 12 y 21 años reconoce tener miedo de ser acusado injustamente de acoso o violencia de género.
  • En términos de uso general, aproximadamente el 60% de los jóvenes ha utilizado la IA recientemente para resolver dudas escolares; casi la mitad, para informarse o satisfacer su curiosidad.

Estos datos muestran que la IA ya no es solo una herramienta de estudio o entretenimiento, sino también un espacio emocional al que muchos se sienten cómodos acudiendo.

Ventajas, pero también riesgos visibles

El informe no solo se queda en los usos, sino que indaga en los miedos y en los peligros que los adolescentes perciben:

  • Más del 80% de las chicas teme que se empleen sus imágenes para crear vídeos falsos con contenido sexual (deepfakes). En los chicos, ese temor ronda el 70-72%.
  • Otro peligro que salta a la vista es la desinformación: creen que la IA podría servir para generar noticias falsas o manipular imágenes y vídeos.
  • En salud mental, un porcentaje elevado alerta del riesgo de diagnósticos inadecuados si confían en la IA para ese tipo de apoyo.
  • También aparece la preocupación de la dependencia: “¿y si dejo de pensar por mí mismo?”, parece ser la pregunta que muchos se hacen.

La generación que vive con smartphones e IA ya no solo usa estas herramientas, las necesita. Para estudiar, para divertirse, pero también para expresarse, para buscar alivio o compañía. 

Confianza, soledad y ¿por qué hablan con máquinas?

Varias voces del estudio señalan que la IA ofrece una especie de refugio cuando las emociones se vuelven complicadas:

  • No juzga, no se molesta, siempre está disponible —incluso a altas horas de la madrugada—.
  • Hay jóvenes que sienten que en su entorno cercano no hay quien les escuche sin interrumpir o sin juzgar, y la máquina, aunque no sustituye el calor humano, puede parecer menos peligrosa.
  • Terapeutas citados en el informe advierten que esa apertura hacia la IA no significa que sean indiferentes al afecto humano, sino que, muchas veces, carecen de alguien con quien expresarse con tranquilidad.

Sin embargo, se recalca con claridad: la IA no es terapeuta ni amigo verdadero. Simula empatía y responde según algoritmos, pero no reemplaza la ayuda profesional ni una conversación sincera con un adulto de confianza.

Pero al mismo tiempo, ese espacio artificial tiene sombras: riesgos reales, malentendidos, dependencia emocional.

Género, control y desigualdades

El estudio pone el foco también en los desequilibrios de género en percepciones, actitudes y experiencias:

  • La distinción en el uso de la IA como confidente entre chicas y chicos sugiere que las mujeres jóvenes están dispuestas a compartir más emocionalidad, o al menos sienten que lo necesitan más.
  • En cuanto a las relaciones, persisten prácticas de control: hay porcentajes no bajos de chicos que consideran aceptable que su pareja revise el móvil o quiera saber su paradero constantemente.
  • A esto se suma el temor de los chicos a ser acusados injustamente, lo que añade una tensión en las relaciones: por un lado, desean evitar conductas controladoras; por otro, temen ser malinterpretados.

Estas ambivalencias indican que no basta con legislar o informarse: hacen falta espacios de diálogo reales, de reflexión sobre lo que significa respeto, consentimiento, confianza y privacidad en tiempos digitales.

Lo que reclama esta generación

El informe expone también lo que los jóvenes quisieran ver cambiado:

  1. Educación clara sobre lo digital
    No solo cómo usar la tecnología, sino cómo entenderla: qué son los algoritmos, qué es un deepfake, cómo se construye un contenido falso, cómo proteger privacidad.
  2. Apoyo visible en salud mental
    Que existan recursos accesibles, no solo online, sino presenciales, con profesionales formados para jóvenes, que no solo reaccionen ante crisis, sino que acompañen con regularidad.
  3. Modelos de relación más sanos
    Que, en la escuela, en casa, en entornos sociales, se trabaje la idea de respeto mutuo, de límites, de consentimiento explícito, de confianza sin control.
  4. Regulación tecnológica responsable
    Que las plataformas, los desarrolladores y las leyes respondan de manera eficaz a los riesgos: control del uso indebido de imágenes, transparencia en cómo funciona la IA, protección frente a abusos digitales.
  5. Escuchar a los adolescentes de verdad
    No bastan encuestas: quieren participar en decisiones (campañas, normas, protocolos) que les afectan directamente. Que su voz sea considerada y respetada.

 

El informe “#AsíSomos. El estado de la adolescencia en España” plantea algo fundamental: la generación que vive con smartphones e IA ya no solo usa estas herramientas, las necesita. Para estudiar, para divertirse, pero también para expresarse, para buscar alivio o compañía.

Decir que la inteligencia artificial se está convirtiendo en confidente no es sensacionalismo: es constatar que muchas chicas, y algunos chicos, encuentran en ella un espacio de menor peligro aparente, menos juicio y más disponibilidad. Pero al mismo tiempo, ese espacio tiene sombras: riesgos reales, malentendidos, dependencia emocional.

Para que la IA pueda ser algo útil y no algo potencialmente dañino, hacen falta varias capas de respuesta: educación digital, regulación ética, presencia adulta disponible y consciente, apoyo psicológico accesible. Porque una máquina puede responder, pero no puede abrazar; puede simular compañía, pero no reemplaza al cuidado humano.

Qué pueden hacer familias y escuelas (y qué no debe hacerse)

  1. Abrir tiempo y espacio sin juicio. Conversaciones cortas, frecuentes y a demanda; escuchar primero, aconsejar después.
  2. Pautas claras sobre privacidad y consentimiento. Reenviar sin permiso es violencia; revisar el móvil no es amor, es control.
  3. Alfabetización digital crítica. Distinguir entre contenido real y generado, verificar fuentes y desconfiar de lo que parece “demasiado perfecto”.
  4. Higiene de uso. Establecer horarios, evitar la pantalla en la cama, descansos cada cierto tiempo y otros refuerzos (deporte, lectura, amistades).
  5. Puentes con la salud mental. La IA no diagnostica ni trata. Si hay señales de alarma (aislamiento, autolesiones, ideas de muerte, trastornos de alimentación), derivación profesional.
  6. Participación de los propios jóvenes. Incluirles en la definición de normas y en la creación de soluciones (tutorías entre iguales, protocolos de aula, mediación).
  7. Exigir garantías a las plataformas. Filtros eficaces contra deepfakes sexuales, transparencia en sesgos y controles parentales que no se conviertan en vigilancia invasiva.

En definitiva: este informe no solo diagnostica lo que está sucediendo; nos invita a preguntarnos cómo acompañar a los jóvenes en este mundo híbrido entre lo real y lo digital, sin excluirlos, sin juzgar y sin ignorar sus necesidades.

 

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