Carmen Fenoll Comes es bióloga. Trabaja en la Universidad de Castilla-La Mancha como catedrática de Fisiología Vegetal, donde además dirige el Grupo de Biotecnología y Biología Molecular de Plantas.
Muchas gracias por participar en esta conversación, Carmen, bienvenida.Tu trabajo de investigación, y el de tu grupo, se centra en la diferenciación molecular en plantas y su aplicación biotecnológica. ¿Podrías darnos algunas nociones sobre en qué consiste?
Nuestro trabajo está impulsado por la curiosidad: nos preguntamos cómo es posible que dos células vecinas, que tienen exactamente los mismos genes e inicialmente son o parecen idénticas, se diferencien una de otra y se especialicen en distintas funciones; la respuesta a esta pregunta es básica para entender el funcionamiento de organismos superiores y sus relaciones con el medio. Las plantas son ideales como sujetos de investigación en este campo y, además, su conocimiento es esencial, pues proporcionan virtualmente todo su alimento a la humanidad y sustentan los ecosistemas. Nosotros estudiamos cómo se construyen las hojas para realizar la fotosíntesis en condiciones adversas, y cómo las raíces cambian su desarrollo para defenderse de los parásitos. Conocer los genes y los mecanismos que gobiernan estos procesos nos permite explotarlos para mejorar la productividad de los cultivos. La agricultura del futuro se tiene que diseñar en el presente: necesitamos con urgencia nuevas variedades para producir suficientes alimentos en las diferentes regiones, suficientemente nutritivos y accesibles, y suficientemente productivos en las condiciones del clima futuro, que combinará elevadas temperaturas con escasez de agua, afectando negativamente la producción de alimentos. Estos objetivos aplicados, junto con la curiosidad científica, son el motor de nuestra investigación.
Eres presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT), que lucha por la plena participación de las mujeres en la investigación, la ciencia y la tecnología. Una lucha que compartimos desde esta sección, desde el convencimiento de que se trata de una lucha necesaria. ¿Podrías hablarnos de la AMIT?
AMIT es, ante todo, una red. Esta red reúne investigadoras y tecnólogas (y también hombres) de todos los campos del saber que comparten un objetivo común: conseguir la igualdad efectiva de mujeres y hombres en la investigación y la innovación, igualdad de la que estamos muy, muy lejos todavía. Los últimos datos para 2019 recogidos en Científicas en Cifras revelan que, aunque desde hace varios decenios hay más egresadas universitarias que egresados, las mujeres apenas ocupan el 25% de los puestos en la cima de la carrera investigadora; ellas dirigen menos proyectos que ellos y además obtienen menos fondos. Seguimos siendo minoritarias en los puestos de dirección en universidades, centros de investigación y agencias; y eso que este año estamos de enhorabuena porque casi un 25% de los rectorados están encabezados por mujeres… Estas cifras mejoran las de hace 20 años, pero siguen siendo preocupantes, porque indican que estamos desaprovechando el potencial de muchísimas personas para contribuir a la ciencia y al desarrollo: el de tantas mujeres que decidieron no dedicarse a esta carrera o son infrautilizadas por un sistema que dificulta su progreso de modo tan miope. Los datos indican que no estamos haciendo lo suficiente para conseguir el objetivo de participación igualitaria de las mujeres en la investigación y la tecnología.
Para conseguir este objetivo, desde su nacimiento hace 20 años AMIT trabaja influyendo en la legislación a través de nuestros estudios y nuestra participación en grupos de trabajo de los ministerios que desarrollan las leyes (como, en estos momentos, las reformas de la Ley de la Ciencia y la Innovación y la Ley del Sistema Universitario). A nuestra influencia como asociación se añade la de muchas socias que participan como expertas o tienen cargos relevantes desde los que pueden impulsar los mismos objetivos. Estamos muy preocupadas por las dificultades que experimentan en su carrera investigadora los y las jóvenes, pero especialmente ellas. Hemos iniciado programas de mentorazgo y networking para nuestras socias más jóvenes, e instamos a las administraciones a que establezcan urgentemente medidas para resolver estas dificultades. Si no hacemos algo pronto, la brecha de género no disminuirá, sino que aumentará de aquí a unos años.
AMIT, además, es la voz de muchas investigadoras para denunciar situaciones de discriminación y exigir que la legislación en materia de género se cumpla, por ejemplo, en la ejecución del programa Next Generation. También visibilizamos el trabajo de las investigadoras y apoyamos su divulgación científica; nos dedicamos a promover vocaciones investigadoras entre las niñas, con programas como el de Una ingeniera en cada cole y otros, así como con campañas en los medios.
Una de las campañas de AMIT que más ha llamado la atención y que ha tenido una gran repercusión es #nomorematildas. ¿Podrías hablarnos de ella?
El ‘efecto Matilda’ es un fenómeno por el cual los méritos de los descubrimientos científicos de muchas mujeres han sido usurpados por compañeros varones. Que tan pocas mujeres hayan pasado a la historia de la ciencia a pesar de que existieron e hicieron cosas muy importantes hace que menos mujeres se planteen ser científicas. Teniendo en cuenta que las mujeres son la mitad de la población y que no son menos capaces que los hombres, no sabemos hasta dónde habría llegado ya la ciencia si no se hubiese desperdiciado tanto talento. La campaña #NoMoreMatildas pregunta: ¿Te imaginas qué habría pasado si Einstein hubiera nacido mujer? En el mejor de los casos, hoy no sabríamos quién es Einstein, pues sus descubrimientos habrían sido atribuidos a un colega, un marido, un hermano… o habrían pasado décadas guardados en un cajón; en el peor, Einstein solo habría podido ser ama de casa y hoy no tendríamos estas contribuciones. Esta falta de referentes femeninos tiene un impacto en las aspiraciones profesionales de las niñas, que se traduce en una menor presencia en las carreras de ciencias duras. La campaña quiere recuperar estas mujeres olvidadas, llevándolas a los libros de texto de primaria y secundaria para que las niñas (y los niños) dejen de pensar que la ciencia es cosa de hombres. La campaña (https://www.nomorematildas.com/) pronto se hizo viral y se convirtió en un movimiento social, traducida a varios idiomas y utilizada por innumerables colegios en sus actos del 11-F. Porque para muchísimas personas es inadmisible que los libros escolares describan una sociedad irreal y falsa, en la que las científicas prácticamente no existen. Pero también hay que saber que no podemos animar a las niñas a estudiar ciencia si luego vamos a abandonarlas, ni permitir que las investigadoras lo tengan más difícil que sus compañeros para progresar en sus carreras, y la campaña también ha servido para hablar de ello. Todo esto es lo que visibiliza #NoMoreMatildas.
Muchas gracias por la conversación, Carmen. Siempre terminamos con un mensaje para animar. Una conclusión por tu parte serviría para cerrar esta sección.
Para hacer investigación no hace falta ser excepcional. Hay quienes alcanzan la excelencia, claro, pero la inmensa mayoría de las investigadoras e investigadores somos personas normales, que ponemos nuestro talento y esfuerzo cada día en nuestro trabajo. Animo especialmente a las niñas a que se hagan investigadoras, porque para que el conocimiento encuentre soluciones válidas, tiene que incorporar los anhelos, las necesidades, las prioridades y las ideas de todos; los de las mujeres, también.
“Las mujeres apenas ocupan el 25% de los puestos en la cima de la carrera investigadora”