Celia, la protagonista del libro ‘Cuando los árboles pierden las hojas’ (Carola Mía Ediciones, 2024), experimenta cambios emocionales que están intrínsecamente ligados a las estaciones. En su nueva obra, escrita en clave de prosa poética, Alejandra Arévalo se rebela contra la indiferencia que la dinámica social muestra hacia los árboles y la naturaleza en general. Inspirada en la vida que de niña vivió en Murcia junto a su abuela, la también ilustradora y abogada expone en esta entrevista la necesidad que tenemos, como mundo, de no separar progreso tecnológico de permanencia ecológica.
¿En nuestra dinámica arrolladora ignoramos cada árbol que tenemos en el camino?
Sí, sin duda. Vivimos en un ritmo vertiginoso, enfocados en metas inmediatas y, en ese proceso, ignoramos lo que nos rodea, como los árboles, que son testigos silenciosos de nuestras vidas. Los árboles están ahí, observando el paso de las estaciones, pero los olvidamos en nuestra prisa. Mi obra es un llamado a detenerse, observar y conectar con lo que parece invisible, pero que está profundamente entrelazado con nuestra existencia.
¿Qué sientes ante las decisiones políticas económicas que sentencian la vida de los árboles?
Me produce una profunda tristeza y, al mismo tiempo, una sensación de impotencia. Los árboles, que nos regalan tanto—oxígeno, belleza y paz—son tratados como recursos económicos, sin considerar el valor esencial que tienen para el ecosistema y para nosotros como seres humanos. El maltrato y la explotación de la naturaleza reflejan una desconexión alarmante entre la humanidad y su entorno. Mi libro busca que quienes lo lean sientan esa empatía por los árboles y se cuestionen su papel en la protección del planeta y en la protección de nosotros mismos. El libro es una llamada a la “autosanación”. A conocerse tal como somos y saber lo vulnerables que somos frente a nuestras decisiones y nuestro entorno.
¿Qué te lleva a crear ‘Cuando los árboles pierden las hojas’?
La inspiración surge de una profunda conexión con la naturaleza y una necesidad de explorar cómo los ciclos naturales reflejan nuestras propias experiencias emocionales y espirituales. Celia, mi protagonista, experimenta cambios emocionales que están intrínsecamente ligados a las estaciones. Los árboles, en su sabiduría silenciosa, son los compañeros de su viaje, y quise escribir una historia que celebrara tanto la resiliencia de los árboles como la del ser humano.
“Vivimos en un ritmo vertiginoso, enfocados en metas inmediatas y, en ese proceso, ignoramos lo que nos rodea, como los árboles”
¿Literatura para quebrar paradigmas?
Absolutamente. La literatura tiene el poder de hacer que reconsideremos nuestras formas de vida y nuestras percepciones sobre el mundo. En este caso, quise desafiar la idea de que la naturaleza está separada de nosotros, pero a la vez está en nosotros y con nosotros (nos rodea). Los árboles no solo son parte del paisaje; son parte de nosotros, y en ellos podemos encontrar un reflejo de nuestra propia capacidad para superar la adversidad. Mi obra pretende romper ese paradigma de desconexión y dar lugar a una nueva forma de ver nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos. Tenemos que experimentar nuestro interior para poder ayudarnos a nosotros mismos y, sobre todo, ayudarnos entre todos a estar y vivir en armonía.
¿Hubo un momento de tu vida en que decidiste relacionarte con la naturaleza o creciste con esa cultura?
Desde niña siempre he tenido una conexión especial con la naturaleza. Me críe en casa de mi abuela Carola (de ahí el nombre del sello editorial) en Murcia. Su casa estaba a las afueras. Nos rodeaban los pinos, las moreras, el sonido de las chicharras en verano… Ahora, vivo en el campo. Necesito sentir la naturaleza a mi alrededor. Es, realmente, lo que me da vida.
¿El sistema virtual que se levanta no contempla la naturaleza?
El mundo virtual está cada vez más alejado de la naturaleza. Vivimos en un entorno digital que nos desarraiga de lo que es esencial. Es preocupante ver cómo las generaciones más jóvenes están tan inmersas en lo virtual que pierden la conexión con lo tangible, con lo que respira y vive. La naturaleza es parte de nuestra humanidad, y este libro intenta ser un recordatorio de que, aunque avancemos tecnológicamente, no debemos perder esa conexión fundamental, que es la que realmente nos ayudará a entender el planeta y a nosotros mismos. Estas palabras no quieren decir que no piense en que los avances son buenos, claro que lo son, pero también creo que hay una cultura del desarraigamiento de nuestra esencia como parte del planeta y de lo que nos rodea. Es complicado encontrar ese equilibrio entre lo natural y lo virtual.
Si tuvieras que seleccionar un fragmento de tu libro que consideres determinante en el vínculo individuo/naturaleza, ¿cuál sería?
Un fragmento que considero importante se encuentra al comienzo del libro y es este: "Cuando Celia toca la corteza del sauce llorón, apoya su cara en él y, finalmente, reposa su cuerpo entre las raíces. Siente el sentir de la tierra y la energía del sauce correr bajo su cuerpo. Trata de escuchar lo que el árbol quiere decirle: su tristeza, como las hojas caídas, solo son una parte de los ciclos naturales. Y que, una vez que estos pasen, ella también volverá a renacer." Este pasaje refleja esa conexión profunda entre individuo y naturaleza, mostrando cómo los árboles pueden enseñarnos a superar nuestras propias dificultades.