Nuestro entrevistado de hoy, Francisco José García Carbonell, es doctor en teología, también posee un master en Literatura comparada europea (UMU) y otro en Filosofía contemporánea (UGR), es licenciado en Estudios Eclesiásticos por la Pontificia Universidad Antonianum de Roma. Ha escrito varias obras entre las que podemos destacar: “La recepción de la Reforma luterana en el joven Nietzsche” y “Palabras de estética”, esta última como coordinador.
Antonio: ¿Por qué Estética para Andrea?
Francisco: Bueno, este título puede llegar a prestar confusión, es algo de lo que me he dado cuenta mucho después, una vez publicado. Lo digo, porque aunque en este intente dilucidar sobre las preguntas típicas de la estética, sobre todo tratando de aclarar ciertos asuntos de la misma bastantes controvertidos, el cometido principal que pretendo con esta obra es, ni más ni menos, que el señalar ese sendero de expresión individual que de siempre ha aportado la estética a lo sociedad, todo frente a una normatividad religiosa, también el secularismo derivado de la misma, y el cual constriñe la propia expresividad personal. Es así, que presto mucha atención a un tema que de siempre me ha obsesionado, la influencia profunda y de largo alcance de la religión en el lenguaje. En definitiva, en cómo este moldea nuestra manera de pensar y actual dentro de esa comunidad en la que nos desenvolvemos. El libro es, pues, una explicación, se podría decir de esta forma, que intenta llegar a la raíz del problema religioso que constriñe nuestra libertad individual y alzar el pensamiento estético como un elemento liberador en el hombre y la mujer.
Antonio: Pero, ¿Cuál es el recorrido que hace su obra?
Francisco: Vale, creo que te refieres a cómo he estructurado mi obra, ¿es así?
Antonio: Exactamente
Francisco: Por un lado, he intentado que esta tenga una lectura lo más amena posible, de hecho la misma se articula en un diálogo entre una persona adulta y una niña y, por el otro, no he podido evitar que me salga un poco, bueno diría mucho más que un poco (risas) del pesado relato académico. Así que se da una mezcla del lenguaje ameno en un adulto que quiere explicar qué puñetas es eso de la estética a una menor con dos o tres capítulos bastante machacones. En definitiva, me ha salido una mezcla que se estructura en una serie de temas, los cuales obviamente giran alrededor de la estética, y que van desde hablar sobre las líneas generales de esta disciplina, los trascendentales del ser, la relación entre la religión y el arte, la importancia de la Reforma luterana en el pensamiento estético…
Antonio: Perdona que te interrumpa ¿De la Reforma luterana?
Francisco: Lutero, en el aspecto del pensamiento estético, fue alguien trascendental. A medida que ahondo más y más en el personaje, me quedo más convencido que ese pesimismo antropológico que remarca el mismo, recordemos que es Dios a través de su misericordia quien justifica al hombre, y pese a esa obcecación en la concupiscencia, alcanza a plantearse una serie de nuevos criterios a la hora de valorar el arte. En la derivación de la teología reformista, y esto es algo consabido para cualquier entendido en filosofía estética, al no ser necesarios una serie de intermediarios entre la imagen en la obra de arte y el espectador (ya todo depende de la experiencia interior en la persona), se sienta las bases de esa subjetividad que ha sido tan fundamental para entender el arte contemporáneo.
Antonio: ¿Se podría decir que Lutero es la puerta a esa libertad estética desarrollada por Nietzsche? ¿No cree que este planteamiento es algo problemático?
Francisco: Es notorio que Nietzsche sentía antipatía hacia la obra de Martin Lutero, al cual también consideraba el abuelo del idealismo alemán, aun así, estoy de acuerdo con la opinión de Jorge Luis Borges cuando, en un artículo para el periódico La Nación, señala que en las propias palabras de condena se filtraba un pequeño cauce de ese pensamiento reformista. Desde luego, sin duda alguna, que se da una confrontación entre ambos, pero vemos, tal como detallo en este libro, en todas estas controversias, un nexo en forma de una puerta hermenéutica que se abre y por la que pasa el filósofo germano, cortando a su paso el tenue hilo que mantenía unida, a través de la experiencia interna en el ser humano, la naturaleza de este con lo sobrenatural, y con ello diversificando la única línea interpretativa luterana. Es desde esa interpretación, y no desde lo indisoluble del cuerpo y espíritu sobre la que actúa la tradición católica en relación a Las cartas romanas de Pablo de Tarso, que hay que entender el pensamiento alemán posterior y del propio Nietzsche.
Antonio: ¿La estética es más primordial que la ética?
Francisco: ¿Por qué?
Antonio: Dímelo tú
Francisco: Ambas se complementan. En estas se da una conexión, tal como defienden muchos pensadores actuales, sin primacía de la uno sobre la otra (más en nuestro mundo actual). Entre la búsqueda de un bien universal (buscar lo correcto y lo incorrecto) y la experiencia individual (la subjetividad), tal como argumentan los mismos, se da una relación que nos permite comprender el mundo de un modo más completo, mucho más rico. Wittgenstein, un gran lector de Aristóteles, ya hablaba sobre esa complicidad en la búsqueda de una vida más significativa. Por un lado nos invita a elevar nuestro espíritu, hacer un ajuste de nuestros sentimientos, pero también nos dice, más o menos, que no debemos perdernos en las nubes y ajustarlos a la tierra. En ese sentido prudente ¿Por qué no utilizar las dos?
Antonio: Bueno, se me hace tarde, he quedado con unos amigos para tomar unas cervezas. Ha sido un breve placer hablar contigo…ah, sí ¿una última recomendación?
Francisco: Sí, que lean mi libro