José Antonio Gómez es natural de Torrejoncillo, aunque oficialmente naciera en Cáceres. Es director de la edición digital de Diario16+ y se ha convertido en uno de los periodistas más implicados en la lucha contra los abusos que la banca perpetra contra el pueblo español y que tanto la Justicia como los políticos de todas las ideologías permiten.
Sin embargo, la actividad periodística de José Antonio Gómez no se circunscribe sólo al ámbito financiero, sino que sus análisis políticos son de una gran profundidad por el conocimiento que tiene de las diferentes ideologías y de la gestión política, siempre desde una perspectiva progresista y de denuncia de las deslealtades ideológicas que determinados políticos perpetran para favorecer a las élites.
José Antonio Gómez publicó en el año 2016 el primer libro sobre Pedro Sánchez,El líder que marchitó la rosa, y su conocimiento de la personalidad y liderazgo político del actual presidente del Gobierno le hacen tener una visión muy crítica a la gestión que el actual Ejecutivo está haciendo en todos los ámbitos, una gestión que, a su entender, «es demasiado deficitaria porque se están perdiendo oportunidades históricas de aplicar la justicia social que Sánchez debería tener tatuada en cada una de sus acciones».
Usted se define como una persona de izquierdas, sin embargo es extremadamente crítico con Pedro Sánchez…
No son conceptos antagónicos. Se puede ser de izquierdas, progresista o rojo y criticar a Pedro Sánchez. Es más, creo que deben ser las personas de izquierdas las que critiquen más a este presidente del Gobierno porque es una de las mayores estafas políticas de la historia de España.
Pero usted, desde hace muchos años, afirma que es socialista, ¿esto no es una incongruencia?
No, desde luego que no. Pedro Sánchez es el mayor referente de la utilización de unas siglas políticas en beneficio personal. Hace años en Francia les sucedió lo mismo con Hollande y Valls y el Partido Socialista francés no sólo no se ha recuperado, sino que ha parido personajes como Emmanuel Macron. El camino de Francia es el que ha inició el PSOE en el año 2014.
El problema está en que en la actualidad los diferentes frentes ideológicos exigen a las personas una sumisión absoluta. En el caso del Partido Socialista es evidente. Si criticas a Sánchez, eres un facha, estás en la «máquina del fango» esa que se han inventado los gurús de la propaganda sanchista. Desde el año 2015, el PSOE niega la libertad de pensamiento y de expresión. No tienes más que leer los estatutos que aprobó Sánchez en el 39 Congreso donde, incluso, se permite al partido a realizar auditorías de patrimonio de sus militantes cuando lo deseen, como si fuera un banco.
Pero Sánchez ha democratizado más el partido, le ha dado más poder a la militancia…
Esa es una de las mayores falacias que se puede escuchar. Es cierto que ahora los militantes votan en las primarias a sus candidatos o que se les presentan consultas para determinados pactos de gobierno. Eso es lo formal. Ahora bien, si analizas en profundidad los procesos te das cuenta de que lo de las primarias no es más que una tapadera que oculta una fórmula absolutamente autoritaria. A los militantes se les da la posibilidad de elegir democráticamente a los candidatos a las diferentes elecciones. Sin embargo, cuando se tiene que elegir la composición de las listas, es la Comisión Federal de Listas, que depende de la Ejecutiva Federal, es decir, de Pedro Sánchez, la que toma la decisión de quién va en esas listas, quién ocupa los puestos de salida y a quién se le castiga. Con Pedro Sánchez, ha habido verdaderos «dedazos», como sucedió, por ejemplo, con Pepu Hernández en Madrid o con los ministros en las elecciones del 23J. Con Pedro Sánchez se han llegado a no respetar las decisiones de las primarias y se han cambiado candidatos que habían sido apoyados por los militantes.
Por eso, cuando el Partido Popular pide una rebelión parlamentaria de los socialistas de Castilla-La Mancha o Aragón, es un brindis al sol porque esos diputados están puestos ahí por Pedro Sánchez y saben perfectamente que si no hacen lo que él les obliga a hacer, en las próximas elecciones estarán, si acaso, de suplentes en las listas.
¿No me dirá que los resultados de las consultas a la militancia sobre pactos de gobierno también son impuestos por Pedro Sánchez?
La consulta, en sí misma, no. El problema es que esas consultas están totalmente manipuladas. Te pongo el ejemplo de la última que se ha hecho. Si lees detenidamente la pregunta, en ella se obvia totalmente cualquier mención a la amnistía o a las cesiones a los partidos independentistas catalanes. Al militante se le preguntó sólo por el pacto con Sumar. Es lo mismo que sucedió en 2016 respecto al pacto con Albert Rivera, estaba totalmente manipulado.
Respecto a esos pactos con Ciudadanos, ¿qué diferencia había entre 2016 y 2019?
Ese es uno de los mayores errores que ha cometido Sánchez y que, en mi opinión, habría evitado muchos de los problemas políticos que hay ahora. En 2017, lo que muchos llamaron «el pacto de la vergüenza», yo incluido, venía con una aritmética parlamentaria en la que el PSOE tenía sólo 90 diputados, el peor resultado electoral del partido. Sánchez sabía que para el mes de febrero de 2017 tendría que haber convocado el Congreso Federal Ordinario y el único modo para frenar ese Congreso, que habría tenido como resultado que le echaran de la Secretaría General, era intentar gobernar. Por esa razón pactó con Albert Rivera con cesiones que suponían el incumplimiento del 90% de su programa electoral. Además, para que la ecuación fuera efectiva, necesitaban a Podemos. Es decir, Sánchez pretendió mezclar el agua y el aceite. Pero logró su objetivo y se mantuvo en la Secretaría General del PSOE aunque su mandato estuviera caducado. Luego vino la repetición electoral en la que Sánchez logró superarse a sí mismo y llevó al PSOE a unos escandalosos 85 escaños. No dimitió, por supuesto, sino que tuvo la desvergüenza de sonreír en la rueda de prensa de la noche electoral.
Pero en 2019, la situación política era muy diferente. Sánchez ganó las elecciones del mes de abril. No logró mayoría absoluta, pero tenía al Partido Popular muy tocado. Era el momento de gobernar y, en mi opinión, un pacto con Ciudadanos no era algo descabellado.
¿Pactar con el mismo Albert Rivera que estuvo en la foto de Colón sólo dos meses antes de las elecciones? En Ferraz la gente fue muy contundente con eso…
Es cierto que el día de las elecciones y Sánchez salió a celebrar su victoria la gente gritó aquello de «con Rivera no, con Rivera no». Sin embargo, fue un error por parte de Sánchez hacer caso a ese cántico. Pero es que es muy populista y eso le pudo. Lo que el país necesitaba en ese momento era estabilidad parlamentaria.
¿Y con Rivera en el gobierno se iba a conseguir?
Vamos a ver, estábamos en un escenario en el que el PP se acababa de quedar con solo 66 escaños en el Congreso, la extrema derecha había logrado entrar en el Parlamento por primera vez desde que Blas Piñar lograra un escaño en 1979. En la izquierda, Podemos había perdido 17 escaños si sumamos los resultados de En Comú. La situación era totalmente diferente respecto al apoyo que Sánchez obtuvo en la moción de censura. Rivera, por más que tuviera discrepancias insalvables en el tema de Cataluña, sobre todo después de los indultos, habría terminado pactando un programa de gobierno porque tenía la presión de los poderes económicos y empresariales para que así lo hiciera. Esos poderes habrían aceptado la agenda social del PSOE a cambio de otras cuestiones de ámbito económico o de regulación. Ese pacto, a buen seguro, se hubiera cerrado.
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