Ni se compró una moto ni le dio por el deporte cuando atravesó el Rubicón de los cuarenta. Necesitaba folios en blanco a todo trapo y contar, contar, contar historias con las que llegar a lectores ávidos de intrigas, de personajes como usted o como yo, como cualquier ciudadano de a pie capaz de lo mejor y lo peor, sobre todo de lo peor. Y ahí es donde ha encontrado la clave con su primera novela, una apuesta decidida de Alfaguara por un noir rural de esa Galicia atemporal y profunda que nunca deja de sorprender. El caso Salgueiro ya vio la luz en gallego hace tres años, con la que obtuvo el Premio de Novela Galicia Rural. Este rianxeiro que estudió Periodismo y se dedica actualmente al márketing digital ha dado en la tecla siempre compleja de la novela negra con un thriller que desnuda la maldad humana más ruin y miserable.
Alfaguara apuesta por su thriller rural de manera decidida siendo, además, su primera novela, publicada anteriormente en gallego. ¿Cómo asume este reto un novelista novel como usted?
Con mucha ilusión y, al tiempo, con un gran respeto. De pensar en autopublicarme a ver la novela en librerías de toda España de la mano de Alfaguara hay un salto enorme. Es un sello donde están escritores a quienes admiro, como Manuel Rivas, con lo que es normal experimentar el síndrome del impostor, y más alguien como yo, desconocido y que decidió ponerse a escribir a eso de los 40, como hobby, como se me podría haber dado por el deporte o por comprarme una moto. En el fondo necesitaba contar historias, crear, y acabó surgiendo este libro.
¿Vive la novela negra un nuevo resurgir con novedosos ingredientes, o nunca ha dejado de ser un género bien recibido por los lectores y crítica?
Es un género atemporal porque es muy flexible y ha sabido evolucionar. Raimond Chandler y Dashiell Hammet supieron adelantarse al construir personajes llenos de claroscuros y, por tanto, creíbles y tremendamente humanos. Las novelas negras gustan porque nos permiten ver todo lo malo y lo bueno de las personas, aquello en lo que podríamos convertirnos. Hay un juego de espejos donde observamos nuestras deformidades, cómo nos retorcemos hasta no reconocernos. Y eso es algo que nos atrae, nos asusta y nos alivia, porque pensamos que estamos al otro lado de ese espejo que es la realidad. Otro de los grandes hallazgos de la novela negra es que permite abordar cualquier tema, desde la corrupción hasta la venganza, el narcotráfico, el bullying o el desamor. Y, además, es un género muy permeable. Nadie se extraña al encontrar una novela negra histórica o de ciencia ficción. Una muerte no deja de ser el final de una vida y un buen punto de partida para una novela.
¿De dónde partió germinalmente la idea de esta inquietante historia?
Surgió de un taller de escritura al que me apunté, dirigido por Javier Peña, autor de varios libros en Blackie Books y del conocido podcast “Grandes Infelices”. El ejercicio final era escribir las 50 primeras páginas de una novela y me lancé con esta historia tras descubrir por casualidad la aldea de Salgueiro. Supe que era el escenario perfecto para el libro.
Salgueiro, una aldea deshabitada de la Galicia profunda, es casi un protagonista más de su novela. Pocos lugares como este de la España vaciada de la Galicia rural para ambientar un noir, ¿no cree?
Salgueiro fue para mí un regalo. En primer lugar, descubrir que la Xunta de Galicia tiene en propiedad una aldea en medio de la nada y que es necesario solicitar un permiso para atravesarla me llenó de curiosidad. Y la sorpresa fue mayúscula al encontrarme una población con más casas de las que me imaginaba, con capilla, horno, molino, donde reinaba el silencio, donde la majestuosidad de la montaña lo invadía todo y donde me sentía desamparado al estar sin cobertura en el móvil y lejos de otras personas. Experimentaba paz y desasosiego. Y decidí trabajar sobre esas sensaciones. Lo demás ya estaba ahí: los millones de euros que se gastó la Xunta para convertir el lugar en complejo turístico, los habitantes del lugar que vivían del carbón, el camino de los muertos cuando alguien moría y tenían que enterrarlo en el cementerio más próximo, a siete kilómetros… Solo debía darle forma a la historia real de Salgueiro. En todo caso, la despoblación del rural es un problema que está ahí. En Galicia hay casi 2.000 aldeas abandonadas y, en algo más de 1.000, solo hay un vecino. El rural es país para viejos. Se está perdiendo una parte de nuestra historia y de nuestra esencia y parece que no importa.
“Las novelas negras gustan porque nos permiten ver todo lo malo y lo bueno de las personas, aquello en lo que podríamos convertirnos”
El ritmo narrativo y una trama bien armada son también ingredientes fundamentales para dotar a su novela de un chasis robusto sobre el que crecen unos personajes creíbles. ¿Se le ocurre algún otro elemento literario del que usted eche mano en El caso Salgueiro?
Para mí era muy importante meter al lector en la trama. Busco que las descripciones sean cinematográficas, que el frío de la sierra del Xurés se te meta dentro, que veas las calles vacías y sientas la soledad o que la niebla te genere desconfianza. Además, recurro al humor. Es un mecanismo muy humano, una válvula de escape para enfrentarte a algo tan terrible como la muerte. En ese sentido, los ancianos de este libro son los que tienen una mayor lucidez ante la vida y no dudan en reírse de todo porque no tienen nada que perder. Por último, he buscado que los diálogos sonasen naturales y fueran fluidos, que no chirriaran en la cabeza del lector, al tiempo que ayudaran con el ritmo.
Corrupción e intereses espurios por encima del respeto al patrimonio están también muy presentes en la trama. ¿Es su novela una realidad demasiado cercana?
Y tanto. Preferimos mirar a un lado mientras nos cargamos el Patrimonio. Total, solo son piedras viejas, árboles o tierra. Tenemos demasiados ejemplos. Idealizamos el progreso, el asfalto y los puestos de trabajo durante unos meses como si lo otro fuera un lastre, algo que genera problemas y no da de comer. Vivimos en el cortoplacismo, elevamos a los altares a aquellos que nos prometen el oro y el moro y tiramos por el retrete nuestra historia sin remordimientos.
Nadie tiene la posesión del cóctel exacto para el thriller perfecto, pero, ¿de quién bebe la literatura de Óscar Reboiras?
Bebo de Antón Riveiro Coello, uno de los grandes autores gallegos, al que considero mi maestro, con el que me inicié en esto de la escritura, del que aprendí muchísimo como profesor y como lector. Bebo de Arantza Portabales: su novela Belleza roja me fascinó y decidí copiar su estructura de capítulos cortos y adictivos. Bebo de George R. R. Martin, quien traza de forma magistral sus personajes y nos invita a seguir la historia desde diferentes puntos de vistas. Y, sin duda, me alimento de muchos otros autores como Cunqueiro, Castelao o Wencelao Fernández Flórez que tan bien han plasmado la idiosincrasia gallega.
¿Ve su trayectoria literaria futura dentro del género negro o no se cierra a otras posibilidades para no quedar anclado?
En mayo publicaré en gallego un libro que recibió el Premio Carlos Mosteiro de Novela Infantil. Tengo una hija de cuatro años y me gustaba la idea de escribir una historia para cuando crezca. A niños y a mayores nos encanta meternos en cama y devorar un buen libro. En ese sentido, no me cierro a nada porque, como lector, quiero que me sorprendan. Espero seguir escribiendo novelas negras, libros infantiles y cualquier historia que llame de forma insistente a mi cabeza, sea del género que sea.
