España es el paradigma de la regresión laboral, el país con un mayor número de horas trabajadas, pero con unos niveles de productividad muy inferiores a los de los países de nuestro entorno. En estas naciones el mercado laboral está basado en un consenso entre el bienestar personal y económico del trabajador con los beneficios de las empresas.
La productividad en Francia no se ha resentido por la implantación de las 35 horas semanales, más bien al contrario. Las empresas europeas con jornadas laborales que compaginan perfectamente con la conciliación son, casualmente, las que mejores resultados obtienen. Por otro lado, la eliminación de las jornadas partidas ha provocado, incluso en empresas españolas, un incremento de la productividad y, en consecuencia, de los beneficios superior al 35%.
Sin embargo, el empresariado español continúa con el mantra de que cuanto mayor sea el número de horas trabajadas, mayor es el compromiso del trabajador con la empresa o mejores serán los resultados.
En realidad, esta es una receta propia de la Revolución Industrial, cuando la clase trabajadora aún no había conseguido el reconocimiento de sus derechos. Y este es el modelo con el que España se presenta ante las rápidas transformaciones sociales, económicas y laborales del siglo XXI: un mercado laboral del siglo XIX.
El mercado laboral del siglo XXI
Según un informe realizado por McKinsey & Company para identificar los "elementos distintivos del talento", el mercado laboral del futuro demandará más competencias tecnológicas, sociales, emocionales y cognitivas superiores, mientras que la necesidad de las competencias manuales, físicas, así como las cognitivas básicas disminuirá.
En concreto, se han identificado 56 competencias de futuro (los DELTA: elementos distintivos de talento que ofrecen un mix de habilidades y actitudes de las personas) que serán cada vez más importantes, las cuales se enmarcan en cuatro categorías de habilidades: cognitivas, digitales, interpersonales y autoliderazgo, que se dividen en un total de 13 grupos de habilidades más específicas.
Al margen del sector en el que trabajen o de su ocupación, todos los trabajadores se beneficiarán de tener un conjunto de competencias fundamentales que les ayuden a cumplir tres criterios, que son "añadir valor más allá de lo que pueden hacer los sistemas automatizados y las máquinas inteligentes, operar en un entorno digital y adaptarse continuamente a nuevas formas de trabajo y nuevas ocupaciones". Además, se espera que la relevancia de la especialización será cada vez más relevante.
Competencias y formación
Al examinar si las competencias estaban vinculadas a la formación, los participantes en la encuesta con un título universitario obtuvieron puntuaciones medias más altas en los DELTA, sobre todo en las categorías cognitiva y digital, lo que sugiere que las personas con niveles de educación más altos están mejor preparadas para los cambios en el trabajo.
Sin embargo, un mayor nivel de estudios no se asocia con un mayor dominio en todos los DELTA en las categorías de autoliderazgo e interpersonal, como "confianza en sí mismo", "valor y asunción de riesgos", "empatía", "orientación", "resolución de conflictos" y "manejo de la incertidumbre". Otras competencias DELTA asociadas a la consecución de empleo fueron "adaptabilidad", "síntesis de mensajes" y "orientación al logro".
Satisfacción laboral = mayores ingresos
Asimismo, los resultados del análisis muestran que las personas con un mayor dominio de los DELTA tienen, en general, más probabilidades de tener un empleo y contar con mayores ingresos y mayor satisfacción laboral. En este sentido, se identificaron diferentes DELTA asociados con cada uno de estos tres elementos.
Así, los ingresos elevados se asocian más con competencias de la categoría digital y cognitiva, como la comprensión de los sistemas digitales, el uso y desarrollo de software, la planificación y las formas de trabajo y la comunicación.
Por último, la satisfacción laboral también está asociada a determinados DELTA, especialmente los de la categoría de autoliderazgo, de manera que manteniendo constantes todas las variables, incluidos los ingresos, la "automotivación y el bienestar", la "gestión de la incertidumbre" y la "confianza en sí mismo" son las que más influyen en la satisfacción laboral de los encuestados, y en particular los dos últimos.