La exclusión digital que envejece a España

Más de tres millones de personas mayores quedan fuera del mundo digital en un país que avanza sin mirar atrás

19 de Junio de 2025
Guardar
Envejecimiento activo, un enfoque inclusivo para la participación de los mayores en la sociedad

El futuro ha llegado, pero no para todos. En una sociedad donde pedir una cita médica, consultar la cuenta bancaria o hablar con tus hijos depende de un clic, hay millones de personas que no pueden participar. Son nuestros mayores, más de 3,5 millones de personas en España que, según el último informe de UGT, viven completamente al margen de la digitalización. No por decisión propia, sino porque el mundo que hemos construido no les ha dejado otra opción que la exclusión.

El derecho a una vida conectada

Estamos ante un problema estructural de primer orden. Y no lo decimos por dramatizar. La discriminación tecnológica por razón de edad, o edadismo digital, es tan real como dolorosa. La paradoja es evidente: se nos llena la boca con palabras como innovación, accesibilidad o modernidad, pero no somos capaces de garantizar que todos puedan vivir en ese presente que tanto celebramos.

Una brecha que no cesa

La exclusión digital por edad no es una simple cuestión de desconocimiento o de falta de interés. Es la consecuencia directa de un sistema que ha decidido avanzar sin pararse a esperar. Según los datos del estudio “Mayores y Exclusión Tecnológica” presentado por UGT, el 84% de quienes nunca han usado Internet en España tiene más de 65 años. La cifra es escalofriante: más de tres millones y medio de personas. No estamos hablando de un puñado de casos aislados. Hablamos de uno de cada tres mayores.

¿Imagina vivir sin acceso a WhatsApp, sin saber utilizar el correo electrónico, sin poder gestionar tu cita médica o consultar si te han ingresado la pensión? Para la mayoría, todo esto resulta impensable. Pero para una parte importantísima de la población española, es el pan de cada día.

Y lo más preocupante es que el tiempo no mejora la situación. En los dos últimos años, apenas 52.000 personas han logrado salir de la exclusión digital absoluta. Es una gota en el océano. Si seguimos a este ritmo, necesitaríamos más de un siglo para cerrar la brecha. Y no es una exageración. Es una dejadez institucional inadmisible.

Una sociedad que margina

La digitalización, tal y como se ha implantado, ha creado una nueva forma de desigualdad. Las administraciones públicas, los bancos, los servicios sanitarios, todo se ha trasladado a plataformas digitales en nombre de la eficiencia. Pero esa eficiencia se traduce, en la práctica, en barreras infranqueables para quienes no dominan las herramientas digitales.

No se trata solo de falta de formación. El problema va más allá. Las tecnologías evolucionan a tal velocidad, y con una lógica tan poco inclusiva, que aunque una persona mayor se esfuerce en aprender, al cabo de poco tiempo lo aprendido queda obsoleto. Además, muchas interfaces son complejas, nada intuitivas y poco accesibles.

Resulta especialmente grave que esta exclusión afecte a un colectivo tan vulnerable como las personas mayores. Justo en una etapa de la vida donde más necesitarían la tecnología para mantener vínculos sociales, acceder a servicios básicos o simplemente no sentirse olvidados, es cuando más se les excluye.

La falta de voluntad política

La responsabilidad no es de los mayores. Es del modelo social y político que hemos construido. Un modelo que prima la inmediatez y el beneficio económico frente a la cohesión social. Un modelo que invierte millones en inteligencia artificial, pero no destina recursos suficientes a la alfabetización digital de nuestros mayores.

Y sí, hablamos de inversión porque esto no se soluciona con buena voluntad o talleres voluntarios de vez en cuando. Hacen falta planes integrales, estables, con recursos humanos y económicos, con personal formado, con dispositivos adaptados, con aplicaciones sencillas, con una atención presencial que no desaparezca por completo.

En resumen, hace falta voluntad política. Pero parece que esto no da votos.

Una urgencia social silenciada

En los debates públicos apenas se menciona. La brecha digital por edad es un tema incómodo. No encaja con el relato optimista de la digitalización como motor de progreso. Pero ignorarla no hará que desaparezca. Solo la agravará.

La exclusión tecnológica es también exclusión sanitaria, social y económica. Aisla. Empobrece. Envejece antes de tiempo. Y lo peor: convierte en invisibles a quienes más necesitamos ver.

¿De verdad vamos a seguir permitiendo esto?

Humanizar la tecnología, no deshumanizar a las personas

La tecnología debería estar al servicio de todos. Y si no lo está, entonces no es progreso, sino retroceso encubierto. No podemos permitirnos una sociedad que margine a quienes no han tenido la oportunidad de adaptarse al ritmo frenético de los cambios. Hay que tender puentes, no levantar muros.

Necesitamos una transformación digital que no deje a nadie atrás. Y para eso hace falta algo más que discursos. Hace falta acción. Formación accesible. Dispositivos pensados para todos. Canales alternativos. Y, sobre todo, empatía.

Nuestros mayores no son un estorbo. Son una memoria viva, una fuente de sabiduría, una parte esencial de nuestra comunidad. No merecen ser arrojados al margen del mundo por no poder manejar una aplicación.

Que el futuro no se construya sobre el olvido. La inclusión digital es una cuestión de justicia, de dignidad y de respeto. No hacerlo es, simplemente, inhumano.

Lo + leído