“A día de hoy no sabemos exactamente lo que ocurrió con el Cepa durante esos más de quince años”¿Un caso cuyos ecos llegaron hasta los ochenta?El caso Grimaldos tuvo otro periodo de gloria cuando en 1981 Pilar Miró recogió estos hechos a partir de un guión primero de Juan Antonio Porto, y luego de Lola Salvador, y se lanzó a denunciar una práctica que a principios del siglo veinte era bastante común en la investigación, que era la práctica de las torturas. En plena Transición, una película que traslada este tipo de prácticas realizadas a principios del siglo XX por un cuerpo como la Guardia Civil, generó la segunda secuela del caso de Grimaldos, el secuestro de la película y el inicio del sumario militar contra Pilar Miró. La Guardia Civil es un instituto tremendamente querido, es decir, que día a día demuestra su buen hacer en nuestra sociedad, pero individuos o garbanzos negros los hay en todas las instituciones. Si a esto unimos lo habitual de estas prácticas en aquella época, lo ocurrido puede considerarse normal en los quehaceres de la Justicia. Al fin y al cabo, hacían lo que habían aprendido y lo que era usual y normal en la averiguación de los delitos por aquel entonces. ¿Cómo era la Justicia que se encontraron los acusados por la desaparición de José María Grimaldos?Una Justicia antigua, falta de medios y sometida a los poderes políticos. A esto añadimos que en el ámbito rural, la mayoría de los jueces municipales eran legos en Derecho y muchos de ellos ni siquiera sabían leer y escribir; por supuesto, desconocían las normas que tenían que aplicar. Lo normal es que durante los periodos en los que no había juez de instrucción, que eran muy habituales, los jueces municipales fueran los que incoaban los sumarios. Los sumarios aportaban toda la preparación del juicio oral, es decir, donde se recogen todas las diligencias, testificales, y todos los elementos de prueba que luego van a llevar a la convicción de si el sujeto es culpable o no.Cuando el asunto llegaba a la audiencia, en la mayoría de los casos importantes intervenía el Jurado, figura muy querida por unos y odiada por otros. Un grupo de personas tomaban una decisión sobre la culpabilidad del sujeto simplemente por lo que había visto en la fase oral, es decir, por lo que oían en la fase de juicio, desconociendo por completo muchas de las actuaciones realizadas en el sumario. Y llegados a este punto, las artimañas jurídicas siempre jugaban un papel fundamental. Era muy importante contar con un buen abogado que preparase bien al Jurado, dilatando el proceso lo necesario hasta garantizar una decisión favorable. Digamos que la Justicia no era para pobres. ¿Estamos hablando de prácticas habituales en la Justicia de principios del siglo XX?Absolutamente. Hay otro supuesto en Cella, en Teruel, exactamente igual, con los mismos protagonistas, con las mismas historias, las mismas fórmulas, con hasta celda con nombre exactamente igual. Hay una celda muy célebre en lo que eran los calabozos de Belmonte… Croquis de la ubicación de el palomar (donde presuntamente ocurrió el suceso). ¿Cómo se llama esa celda?El lorito. La llamaban el lorito, parece ser, porque todo el que entraba allí cantaba. Los procedimientos eran exactamente los mismos, los problemas en los sumarios se reproducián, los mismos, en toda España, pero, el caso de el Cepa llegó en un momento en el que la prensa supo utilizarlo contra el régimen y se hizo famoso.La historia de casi un cuarto de siglo que nos da buena cuenta de los avatares de una Justicia sometida por la política y las viejas formas, frente a una sociedad que exigía modernidad y derechos. Creo que los saberes que se pueden adquirir de esa época todavía siguen explicando por qué en la actualidad muchas cosas funcionan cómo funcionan.¡Ay, Dios Mío! ¿El Crimen de Cuenca?. Fco. Javier De León V. Universo de Letras, 2019. 654 páginas. 27 euros. Libros.cc
Fco. Javier de León V.: “El pueblo marcó las piezas y el juez inició la cacería”
04
de Agosto
de
2019
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El penalista Fco. Javier de León V. ha reconstruido con el rigor de un ensayo y la fluidez de una novela los hechos que llevaron injustamente a prisión a León Sánchez y Gregorio Varela a principios del siglo XX en el mal llamado Crimen de Cuenca. Un recorrido minucioso y escalofriante por un mundo rural hambriento y las prisiones de la época que convirtieron la vida de estos dos inocentes en una pesadilla. Una historia con la que ahondamos en el origen de muchos de los problemas sociales que nos encontramos hoy en día y que tras la publicación de estas obras sabemos que no fue un caso aislado, sino que la existencia de celdas como la llamada el “lorito” eran generalizadas en la España de hace cien años.En “Ay Dios Mío” se traza el relato de un hombre, José María Grimaldos, que quiso ser libre y que un día decidió intentarlo huyendo de su pueblo. Desgraciadamente para León y Gregorio, ese día comenzó un calvario para ellos en el que sufrieron todo tipo de pesares, tormentos y desdichas por una desaparición que muy pronto los rumores del pueblo convirtieron en asesinato, aunque no hubiera pruebas de delito alguno. ¿Qué nos vamos a encontrar en esta obra?Yo espero que sea un libro que haga pensar. He intentado que sea un libro sin rincones vacíos, donde en cada página tenga un poquito de ironía, un poquito de información y una visión de una época realmente importante para la conformación de la situación actual de España, y que haga pensar a la gente acerca del mundo y la sociedad en que vivimos y cómo se desarrollan las relaciones sociales. ¿Hablamos del llamado Crimen de Cuenca?Podríamos hablar del crimen de Cuenca, pero espero que después de leer el libro dejen de llamarlo el crimen de Cuenca, porque es un crimen que pudo ocurrir en cualquier otro lugar de la España de la época, de hecho hay sucesos muy similares que se cometieron a lo largo y ancho de todo el territorio español.Yo prefiero llamarlo el caso Grimaldos, que se extiende desde 1910 hasta que tienen lugar las últimas actuaciones a finales de 1935. Todo este tiempo se tardó en aclarar todo el asunto del “barrunto”, como decía el Cepa. Durante ese periodo España pasará por una monarquía en declive, unos gobiernos que van alternándose en el poder con una crisis económica terrible, una dictadura y después una república. ¿Estamos ante un ensayo novelado o ante una novela histórica?Por el método de trabajo es un ensayo, pero por la forma de narrarlo me he querido acercar a la novela trasladando al lector a la época y al contexto apasionante en el que se desarrolla. Quiero llevar al lector a aquella época para que pueda entender cómo era la vida en aquel mundo. Un viaje también a través del lenguaje de la época para contar qué es lo que ocurrió y cómo lo vio la Justicia. Hay muchas versiones del suceso, pero son versiones que nos han llegado a través de los familiares o de dramatizaciones. En esta obra he querido contar lo que pasó con todo detalle y fiel al sumario del caso, contarlo en el contexto en el que sucedió, para que el lector pueda imbuirse en ese mundo y sacar su propias conclusiones sobre lo realmente sucedido. ¿Sigue teniendo misterio el caso de el Cepa?A día de hoy no sabemos exactamente lo que ocurrió con el Cepa. Por qué se fue, por qué en un momento determinado en un sumario que se sobresee porque no hay ninguna prueba de ningún tipo de ilícito, ningún tipo de crimen, hay un juez que reabre el sumario y desde el primer día que inician las investigaciones se señala a dos personas y hasta que no se las caza no se para... ¿Por qué a pesar de no existir pruebas y una infinidad de contradicciones se les imputa el delito? ¿Qué ocurrió en las celdas del Juzgado de Belmonte? ¿Por qué fue tan importante este caso en la época?Hasta marzo de 1926 era un caso prácticamente desconocido. En esos momentos los medios de comunicación de izquierdas lo convirtieron en el buque insignia contra el gobierno de la época y con su forma de aplicar la Justicia, así consiguieron que el caso del pastor revivido se extendiera por toda la geografía española. Aunque hubo otros casos importantes, este fue el gran caso mediático de principios del siglo XX. El Ministro de Gracia y Justicia del momento, Galo Ponte, tuvo incluso que dictar un Real Decreto reconociendo gran parte del problema, de los usos que todavía mantenían una Justicia aferrada a las formas del pasado.
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