La salud mental en tiempos de guerra

29 de Diciembre de 2023
Actualizado el 23 de octubre de 2024
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Las situaciones de emergencia causan malestar a la mayoría de las personas, que se manifiesta, por ejemplo, en forma de ansiedad y tristeza, desesperación, trastornos del sueño, cansancio, irritabilidad o ira y/o dolor. Estos efectos son habituales y suelen mitigarse con el tiempo. Sin embargo, es previsible que la prevalencia de los trastornos mentales frecuentes, como la depresión y la ansiedad, se duplique durante las crisis humanitarias.

La carga de enfermedades mentales en las poblaciones afectadas por conflictos es muy elevada: de acuerdo con una revisión realizada por la OMS que incluyó 129 estudios realizados en 39 países, el 22% de las personas (es decir, más de una de cada cinco) que han vivido en una zona afectada por un conflicto en algún momento de los 10 años previos sufre depresión, ansiedad, trastorno por estrés postraumático, trastorno bipolar o esquizofrenia.

Según este estudio, la prevalencia puntual, la proporción de personas que presenta una enfermedad en un momento dado de las formas leves de depresión, ansiedad y trastorno por estrés postraumático en las zonas afectadas por conflictos es del 13%, y la de las formas moderadas, del 4%. En cuanto a los trastornos graves como esquizofrenia, trastorno bipolar y los casos graves de depresión, ansiedad y trastorno por estrés postraumático, alcanza el 5%. De acuerdo con las estimaciones, uno de cada 11 individuos (es decir, el 9%) que ha vivido bajo un conflicto bélico o violento en algún momento de los 10 años previos padece un trastorno mental de moderado a grave.

En la población que vive en zonas de conflicto, la depresión suele ser más habitual en las mujeres que en los varones y aumenta con la edad

Las personas que padecen trastornos mentales graves son más vulnerables durante las emergencias; por ello, deben tener acceso a los servicios sanitarios y necesitan que se satisfagan sus necesidades básicas. En una revisión publicada en 2014 sobre un sistema de información sanitaria utilizado por 90 campamentos de refugiados en 15 países de ingresos medianos y bajos se observó que el 41% de las consultas por trastornos mentales, neurológicos o de abuso de sustancias guardaban relación con la epilepsia, el 23% con trastornos psicóticos y el 13% con formas de moderadas a graves de depresión, ansiedad o trastorno por estrés postraumático.

Eficacia de la respuesta de emergencia

Las directrices internacionales sobre salud mental y apoyo psicosocial en las situaciones de emergencia refrendadas por la OMS recomiendan prestar estos servicios a varios niveles, desde la asistencia básica hasta la clínica. Además, la atención clínica a la salud mental deben prestarla profesionales especializados en la materia, como personal de enfermería psiquiátrica, psicólogos o psiquiatras, o bien otros profesionales supervisados por ellos.

La asistencia comunitaria y el apoyo psicosocial se deben reforzar, por ejemplo, creando o restableciendo grupos comunitarios cuyos miembros resuelvan conjuntamente problemas y participen en actividades como la ayuda humanitaria de emergencia o la capacitación, y haciendo participar a las personas vulnerables y marginadas, entre ellas las que padecen trastornos mentales.

Los primeros auxilios psicológicos, que deben prestar personas que actúen en el terreno —en particular profesionales sanitarios, docentes y voluntarios formados para ello— proporcionan apoyo afectivo y práctico en primera instancia a las personas que sufren malestar psíquico agudo debido a un acontecimiento reciente.

Todos los centros sanitarios deben contar con profesionales sanitarios cualificados u otros trabajadores de la salud a quienes se supervise, con el fin de prestar servicios clínicos básicos de salud mental a las personas que presenten trastornos que se consideran prioritarios, como la depresión, los trastornos psicóticos, la epilepsia, el alcoholismo y otras adicciones a sustancias.

También deben participar en la respuesta especialistas o trabajadores comunitarios del sector sociosanitario, debidamente cualificados y supervisados, a fin de ofrecer a las personas que sufren un malestar prolongado intervenciones psicológicas, por ejemplo, intervenciones para resolver problemas, terapia de grupo interpersonal y terapia cognitivo-conductual.

La protección y promoción de los derechos de las personas con problemas de salud mental y discapacidades psicosociales graves es particularmente importante en las emergencias humanitarias, e incluye las visitas, el seguimiento y el apoyo en instituciones psiquiátricas y residencias geriátricas.

Es necesario establecer vínculos y sistemas de derivación entre los especialistas en salud mental, los médicos generalistas, los profesionales sanitarios que trabajan fuera de los centros de salud y otros servicios como las escuelas, los servicios sociales y la ayuda humanitaria de emergencia que distribuye alimentos y agua y que proporciona cobijo o vivienda.

Actuar con visión de futuro: las emergencias pueden contribuir a mejorar los sistemas de salud mental

La salud mental es fundamental para la recuperación socioeconómica general de las personas, las sociedades y los países tras una emergencia.

La reforma de los servicios de salud mental será más rápida si, durante cada crisis, se intenta aprovechar el aumento de las ayudas y la atención a la salud mental a corto plazo para impulsar la prestación de servicios a largo plazo. Muchos países se han valido de la ayuda ofrecida durante emergencias para reforzar sus sistemas de salud mental tras las crisis.

En la República Árabe Siria, a pesar de los problemas causados por el conflicto actual —o, quizás, como medio de hacerles frente— nunca había sido más fácil tener acceso a los servicios de salud mental y el apoyo psicosocial. Si antes del conflicto la atención a la salud mental se prestaba principalmente en los hospitales psiquiátricos de Alepo y Damasco, ahora se ofrece en centros de atención primaria y secundaria y de asistencia social, a través de centros comunitarios y para mujeres y de programas escolares, en más de 12 ciudades de provincias gravemente afectadas por el conflicto.

En Sri Lanka, la salud mental fue una prioridad absoluta en el periodo posterior el tsunami de 2004. Con ayuda de la OMS, se reformó el sistema de salud mental para hacer frente a la escasez de las distintas categorías de profesionales de la salud para atender a la salud mental. Ahora, 20 de los 27 distritos del país cuentan con una infraestructura de servicios de salud mental, mientras que antes del tsunami solo 10 la tenían.

Cuando el tifón Haiyan azotó Filipinas en 2013, sólo dos centros prestaban servicios básicos de salud mental y faltaba personal capacitado para satisfacer las necesidades. El Gobierno filipino inició un ambicioso plan de aumento de los servicios de salud mental, al que contribuyeron la OMS y sus asociados. En la actualidad, el 100% de los centros de salud de la región afectada cuentan con personal formado para atender a los afectados.

La salud mental también se debería incluir en los planes nacionales de preparación para desastres. La OMS y la Organización Panamericana de la Salud están ayudando a los países caribeños de la Región de las Américas a prestar debidamente apoyo psicosocial y servicios de salud mental a las personas que los necesitan tras el paso de ciclones o después de otros desastres naturales.

En muchos contextos humanitarios y situaciones de conflicto hay restricciones al acceso a una atención de salud mental accesible y de calidad, sobre todo durante las emergencias de salud pública, como la causada por la COVID-19, que afectan a los servicios y aumentan aún más las necesidades. 

           

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