Pablo Echenique, exdiputado de Podemos, ha sido enviado a juicio por la jueza Lidia María Paloma Montaño por un tuit en el que comparaba la probabilidad de que un sacerdote cometiera abusos sexuales con la de que un migrante delinquiera. La denuncia, impulsada por la organización ultracatólica Abogados Cristianos, ha prosperado a pesar de que la Fiscalía solicitó el archivo del caso al no ver indicios de delito de odio.
El mensaje que ha llevado a Echenique al banquillo se publicó en mayo de 2024 en X (antes Twitter) y afirmaba: “Estadísticamente, es mucho más probable que un sacerdote cometa un delito de agresión sexual contra menores de edad que delinca una persona migrante. Desde el punto de vista de la seguridad ciudadana, sería más eficaz deportar sacerdotes que endurecer la política migratoria”. Con estas palabras, el exdiputado respondía a unas declaraciones del arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, quien había afirmado que “se nos puede colar gente indeseada” al referirse a la llegada de migrantes.
Una denuncia de la ultraderecha religiosa
La organización Abogados Cristianos, conocida por su cruzada judicial contra el feminismo, el humor y la libertad de expresión, denunció a Echenique por considerar que sus palabras fomentaban el odio contra la Iglesia. La jueza del Juzgado de Instrucción número 38 de Madrid ha aceptado la acusación y ha ordenado la apertura de juicio oral por un presunto delito de provocación a la discriminación al odio.
Desde la propia Fiscalía, sin embargo, se ha defendido que la publicación no encaja en el delito de odio, ya que no llamaba a la violencia ni a la discriminación, sino que era una respuesta irónica a los discursos de criminalización de los migrantes. A pesar de ello, la jueza ha dado luz verde a la petición de Abogados Cristianos, dejando en evidencia la asimetría con la que se aplica la justicia en España cuando los denunciantes pertenecen a sectores ultraconservadores.
Echenique: “Es un honor que me denuncien”
El exdiputado de Podemos ha reaccionado con sarcasmo a la noticia, publicando en su cuenta de X: “Me habría gustado mucho más si hubieseis escrito ‘sienta en el banquillo’”. También ha señalado que “es un honor que me denuncien Abogados Cristianos”, organización que ha llevado a juicio a humoristas como Quequé y que recientemente trató de frenar la eutanasia de una mujer en Barcelona.
Pablo Iglesias, exlíder de Podemos, también ha manifestado su indignación en redes sociales, denunciando la persecución judicial que sufren ciertos sectores progresistas en España. “La justicia en España…”, escribió en un mensaje cargado de intención.
Otro caso más: la persecución de la libertad de expresión
La decisión de la jueza de mandar a juicio a Echenique se suma a una tendencia preocupante en la que figuras públicas de la izquierda son procesadas por declaraciones satíricas mientras la ultraderecha campa a sus anchas. No es un caso aislado: el humorista Quequé también ha sido procesado por un juez de Madrid tras ironizar en su programa ‘Hora Veintipico’ sobre la pederastia en la Iglesia y el Valle de los Caídos.
En su auto, el magistrado Carlos Valle justificó el procesamiento del humorista porque sus declaraciones supuestamente llamaban a la violencia contra los sacerdotes. Sin embargo, las organizaciones que persiguen judicialmente estos comentarios nunca han mostrado la misma vehemencia contra la propia Iglesia, institución con miles de casos documentados de abusos a menores en todo el mundo.
Libertad de expresión en entredicho
El juicio contra Echenique pone sobre la mesa un debate fundamental: ¿hasta dónde llega la libertad de expresión en España? Mientras políticos y comentaristas de extrema derecha atacan impunemente a migrantes, feministas o colectivos LGTBI, los discursos críticos contra el poder eclesiástico son rápidamente judicializados.
La decisión de la jueza de seguir adelante con el juicio abre un peligroso precedente en el que la sátira y la denuncia social quedan en la cuerda floja. Mientras la Iglesia se niega a asumir su responsabilidad en los abusos a menores, quienes señalan el problema terminan en el banquillo.