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“Stalin hizo enmudecer a Ajmátova durante 20 años y a Tsvietáieva la indujo al suicidio”

Ana Rodríguez Fischer ha ganado el Premio de Novela Café Gijón con ‘Antes de que llegue el olvido’, donde recrea el fugaz encuentro que mantuvieron las dos poetas rusas y las vidas al límite que llevaron contra el opresivo régimen soviético

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análisis

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A través de la recreación histórica de dos escritoras rusas referentes para generaciones posteriores, Anna Ajmátova y Marina Tsvietáieva, la catedrática de Literatura Española en la Universidad de Barcelona, crítica literaria y novelista Ana Rodríguez Fischer (Vegadeo, Asturias, 1957) reconstruye un periodo convulso de la extinta URSS y al mismo tiempo nos acerca la trayectoria vital y artística de dos poetas inigualables, que sufrieron en primera persona la represión de un régimen implacable, represor y sanguinario. Con Antes de que llegue el olvido (Siruela), la amistad epistolar que mantuvieron contra viento y marea ambas artistas trasciende la calidad literaria y expone dos vidas al límite, tanto en lo personal como en lo artístico, de ahí que la intensidad ante el terror sea una de las características creativas de ambas. Tanto es así que la novela parte de aquel día de otoño de 1941, cuando Anna Ajmátova llega a la apartada ciudad tártara de Chístopol y allí se entera del suicidio de su amiga Marina Tsvietáieva.

A grandes rasgos, ¿qué tienen estas dos poetas protagonistas de su novela que no tengan las demás?

De entrada, conviene subrayar que en su generación no hubo otras poetas que estuviesen a su altura: ni por la calidad de su poesía, ni por la diversidad de la misma, desde la evolución de la etapa más temprana, que giraba en la órbita del postsimbolismo, a una etapa de madurez que recogía la renovación propia del periodo de entreguerras o más vanguardista. Tampoco es un rasgo menor que una y otra expresaron la experiencia histórica que les tocó vivir.

El jurado que le ha concedido el Premio de Novela Café Gijón ha destacado su tono intimista y apasionado”. Imagino que no hay otra forma de aproximación posible a las trayectorias de Ana Ajmátova y Marina Tsvietáieva. ¿Es así?

Así es: tanto por la naturaleza de su poesía —también de su prosa— como por la trayectoria personal, y el anhelo o deseo de conocerse y conversar que ambas tuvieron siempre, desde fecha muy temprana, y que no pudieron satisfacer, al vivir una en Moscú y otra en San Petersburgo/Leningrado, o al emprender Marina el exilio.

Retrato de la poeta rusa Anna Ajmátova pintado en 1915 por Por Nathan Altman.

Dos vidas paralelas en lo creativo que sólo pudieron encontrarse juntas cara a cara dos tardes del crítico otoño ruso de 1941. ¿Ironías del destino cruel que les deparaba a ambas?

Y con anterioridad a esa fecha, mala suerte: en 1916 Marina viajó a San Petersburgo y buscó a Anna Ajmátova, que estaba ingresada en un sanatorio (empezó a agravarse la tuberculosis que minaría su salud), por ejemplo. Ante la imposibilidad de conocerse, le escribió un poema que empieza: “¡Oh musa del llanto, la más bella de las musas! / ¡Oh tú, alocado engendro de la noche blanca! / Tú envías la negra borrasca sobre Rusia / y tus gritos se nos clavan como lanzas”.

Para abordar la escritura de su novela es evidente que se necesita conocer muy a fondo las peculiaridades vitales y artísticas de ambas poetas. ¿Ha sentido en algún momento algún tipo de incertidumbre de caminar sobre un terreno poco seguro?

La incertidumbre, la inseguridad, las dudas están siempre al acecho cuando una se dispone a empezar una novela. Y se acentúan en el caso de tratar con personas reales y trasladarlas al relato. Pero créame que si hubiera sentido que la voz que había construido para mi novela no era creíble, no se hiciese eco de la de Ajmátova —y la de otras que se funden en la de ella—, no se pareciera a la de la poeta, habría abandonado la idea.

¿En qué momento ha dejado correr la imaginación sin cortapisas para recrear los perfiles de Anna y Marina?

En todo momento, dentro del rigor o el respeto a la vida y a la Historia, a los hechos… que están como marco o escenario. La libertad de creación o fabulación se da en el modo de organizar esa materia o conjunto de materiales: desde la estructura o el molde formal —una supuesta carta que es a la vez un compendium de voces, gestos, evocaciones… que dibujan una memoria lírica— a la voz de Ajmátova, pasando por los hechos evocados y la vivencias asociadas a ellos, la reacción ante un paisaje, la expresión de emociones y sentimientos…

“La inseguridad está siempre al acecho cuando una se dispone a empezar una novela. Y se acentúa en el caso de tratar con personas reales”

¿Dónde encuentra usted, como experta en ambas literatas, las divergencias más evidentes en su obra poética?

Ajmátova siempre siguió haciendo una poesía más concreta, apegada a lo real, que recrea escenas o incluso puede ser casi narrativa como en Réquiem, la cima de su obra. Tsvietáieva, quizás por haber escrito mucha prosa, en su poesía era más conceptual, sus poemas vienen a ser una síntesis, a menudo expresada a partir de imágenes, donde lo superfluo o lo más evidente está casi siempre eliminado; Joseph Brodsky habló de laconismo instintivo, de estilo telegráfico, de monólogo interior… y del peculiar uso de los guiones con el propósito de intensificar la expresión, como rasgos más destacados y personales de su poesía.

¿Hasta qué punto las marcó a ambas el irrespirable régimen soviético que ambas sufrieron en primera persona?

Hasta el punto de hacer enmudecer a Ajmátova durante 20 años, y a Marina inducirla al suicidio. Más todo el flujo de sentimientos y emociones que acarrearon ambas decisiones.

Amigos literatos de ambas, como Pasternak, Bulgákov o Maiakovski, entre otros, ya ostentan la categoría de mitos, algo que aún ellas, tanto Anna como Marina, no disfrutan en la actualidad al mismo nivel pese a la incontestable calidad de sus obras literarias. ¿No lo ve así? ¿Por qué ocurre esto?

Explicación no tengo, o no me atrevo a darla, porque atañe a decisiones editoriales o a preferencias lectoras, deduzco. Quizás pueda explicarse porque la obra de Ajmátova es más bien breve, pero siempre estuvo muy en primer plano (aunque la poesía es más restringida); la obra de Marina va abriéndose paso y se editan (o traducen aquí) textos inéditos o bien se reeditan otros. Siempre sin llegar a ser un boom, pero sí de manera continua, aunque espaciada. Yo llevo leyéndolas –a ellas y a los escritores de su generación– desde principios de los años 80 o más.

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