Sunak personifica la decadencia de la derecha clásica europea

26 de Octubre de 2022
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Rishi Sunak es el nuevo primer ministro del Reino Unido. Foto: Ministry of Housing, Communities and Local Govt.

Liz Truss ha durado menos en Downing Streetque una lechuga fuera de la nevera. Rishi Sunak ya huele a arroz basmati al curry pasado de fecha. El multimillonario de origen indio se ha hecho cargo de las riendas del poder en el Reino Unido prometiendo más austeridad, más recortes, más sufrimiento para el pueblo inglés. Son las recetas políticas caducadas de un conservadurismo británico que da muestras de fracaso y agotamiento decadente.

La derecha anglosajona siempre se ha caracterizado por ser el faro y guía de la derecha europea, pero en las últimas semanas, con la crisis institucional que se vive en Londres, estamos viendo que el experimento supuestamente exitoso durante las revoluciones industriales del siglo XIX no funciona en el mundo contemporáneo. Hoy, el Reino Unido es un desmadre político a la italiana (los gobiernos no duran ni un cuarto de hora), la inflación anda desbocada, el Brexit ha castigado los bolsillos de los ciudadanos (cada día poseen menos poder adquisitivo) y el poderoso imperio británico parece tambalearse por momentos. Eso sí, los archimillonarios como Sunak ganan más dinero que nunca, de modo que la desigualdad entre clases sociales se acrecienta. Si ese país continúa por el camino del conservadurismo más rancio y trasnochado pronto veremos bailar a las legiones de desencantados obreros en la cola del paro, tal como hacían los maltratados personajes de Full Monty en los peores años del thatcherismo.

Ahora bien, ¿quién es el tal fulano Sunak a quien los tabloides británicos venden como un genio de las finanzas cuando en realidad su mayor mérito fue dar un braguetazo con la heredera de un famoso potentado norteamericano? Más allá de haber sido uno de los padres inspiradores del Brexit (el mayor fiasco en la historia del Reino Unido cuyas consecuencias pagan los sufridos contribuyentes en la actualidad), estamos ante un hombre de ideas contradictorias. De hecho, ayer pasó de puntillas por su programa económico, de tal forma que a esta hora los ingleses no saben qué va a ser de ellos. Últimamente, en el partido tory andan como pollo sin cabeza. Tan pronto anuncian una bajada de impuestos como dicen que piensan subirlos; tan pronto auguran recortes a los servicios públicos como lanzan un ambicioso plan de crecimiento y sostenimiento del Estado de bienestar. Tal batiburrillo ideológico se está propagando como una epidemia por los partidos de la derecha europea, que siempre miran a los conservadores británicos con admiración (esa especie de síndrome de la confusión ha contagiado también a Núñez Feijóo, que ya cambia de opinión según el día).

La prensa sensacionalista londinense traza un retrato de Sunak que no permite augurar nada bueno para el futuro del país y del partido tory, desangrado en rencillas internas y en medio de una crisis de identidad como nunca antes a lo largo de su historia. De él se sabe que su mayor afición es vestir ropa cara y frecuentar la ruta de las grandes boutiques en la milla de oro de la City. Se le describe como un cabalista de la economía, es decir, un experto en números, un mago de la curva de la oferta y la demanda, un ilusionista de la tecnocracia que ofrece mucho ruido y pocas nueces. De hecho, cuando contribuyó a sacar a Gran Bretaña de la Unión Europea, este iluminado del chamanismo financiero llegó a decir que la recuperación de la soberanía inglesa tras romper relaciones con Bruselas era “una buena inversión a largo plazo”. Lo clavó, una lumbrera de nuestro tiempo, qué tío. Hoy, UK es un país más pobre, más aislado políticamente y más inestable. Hasta los italianos, que viven en permanente convulsión a causa de las sucesivas crisis de gobierno, se chotean de los ingleses por el baile de primeros ministros que van pasando, uno tras otro, por el chamizo de Downing Street.

Es evidente que el conservadurismo clásico anglosajón ha fracasado. El votante se apea del carro y busca nuevas experiencias en los partidos ultras (todo fascismo nace de la degeneración de la derecha), mientras que otros se abrazan desesperadamente al laborismo socialista para que le arregle el desaguisado, el destrozo de los platos rotos y la factura del Brexit. La última esperanza del partido tory es un señor que viste de Prada, como el diablo, una especie de engominado Mario Conde forrado hasta las cachas que aprendió las matemáticas erróneas de la economía en las suntuosas universidades del mundo, pero que, como todo buen conservador a calzón quitado, se olvidó de las raíces humanistas del noble hinduismo de sus antepasados. Ayer, este eficaz actor de Bollywood, este hombre de paja puesto a dedo por la Bolsa de Londres y las élites euroescépticas, juró su cargo sobre el Bhagavad Gita, un puro postureo de cínico con dinero que en realidad tiene muy mal karma, un tipo que practica un yoga vacío para yuppies y ejecutivos agresivos (el mismo que ejercitaba Rodrigo Rato) y que probablemente se reencarne en una mofeta en la otra vida, según las enseñanzas hunduistas.

Durante su discurso arremetió contra su antecesora Truss por sus “cuentos de hadas” y sus “errores” que han llevado al país a la bancarrota. Dio una de cal y una de arena. Prometió crecimiento económico y recortes, todo en uno; subida de impuestos en plan socialdemócrata y austeridad en la línea del conservadurismo liberal. O sea, un auténtico despropósito político, una inmensa incoherencia con pompa y circunstancia. Sunak, el misterioso y enigmático Sunak salido de la sabia India, no es más que un yogui del capitalismo salvaje, un hombre que, como todo buen ultraconservador, medita para llegar al nirvana del dinero y de su ambición personal. Cuentan que tiene más pasta que el rey Carlos III, lo cual ya es decir. Pero aquí la pregunta del millón es si estamos realmente ante el estadista capaz de sacar al Reino Unido de la mayor depresión de los últimos tiempos o ante otro farsante más, ante otro maniquí de las élites, ante otro trumpito forjado en las escuelas de negocios Harvard. Veremos.

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