La última joya del “marketing emprendedor”, es el aclamado “Vibe Coding”. Bajo el manido eslogan “Crea tu software con cero código” y con un barniz de “ingresos pasivos”, promete transformar a cualquiera en millonario digital sin despeinarse. Todo un canto a la pereza intelectual, servido en bandeja por supuestos gurús que venden humo con apariencia de algoritmo.
Pero la utopía choca de bruces con la realidad: Una aplicación armada con IA sin un mínimo de criterio técnico no tarda en venirse abajo. Aquel prototipo que deslumbraba en la demo, falla al primer usuario concurrente; la base de datos improvisada colapsa, la pasarela de pago se desintegra y los parches urgentes se apilan como facturas impagas. El resultado, una espiral de llamadas de socorro a desarrolladores senior que rescaten lo que el “cero código” había dinamitado, con la consecuente venganza de los mismos.
La cruda verdad es que la inteligencia artificial no es un reemplazo de cerebro: es más bien un becario supersónico, un becario que encima es un pelota y está enamorado de tí.
Su punto fuerte está en automatizar tareas rutinarias, precisamente todo aquello que los programadores detestan. Pero confiarle la arquitectura global de un proyecto o la estrategia de negocio es como pedir a un aprendiz de chef que diseñe un menú de alta cocina: los platos sale insípidos, sin cohesión y plagado de ingredientes mal combinados.
Lejos de enterrar al programador, esta moda de lo fácil ensalza la necesidad de conocimientos sólidos. Los algoritmos no comprenden lógica de negocio, no prevén riesgos de seguridad ni valoran el rendimiento a escala. Solo un ingeniero curtido en fundamentos –patrones de diseño, gestión de bases de datos y protocolos de ciberseguridad– puede anticipar quebraderos de cabeza y salvaguardar la estabilidad de la aplicación.
Para no hacer el ridículo, si te ves en la necesidad de que la IA programe a ciegas para tí, toma las siguientes precauciones:
- Atomiza las tareas: en vez de “crea un sistema de autenticación”, desmenuza en peticiones claras: “genera formulario con validación de email” o “crea función que hashee la contraseña”.
- Contexto ante todo: prepara un dossier con librerías, convenciones y vulnerabilidades a evitar. La IA opera como un francotirador: precisa objetivos delimitados.
- Diseña antes de ejecutar: emplea la IA para investigar enfoques arquitectónicos, pero es tu responsabilidad elegir el camino que combine escalabilidad, seguridad y coste.
- Control de versiones estricto: ramas main, develop y feature son innegociables para aislar errores y revertir cambios defectuosos.
- Pruebas con neumáticos de seguridad: exige tests unitarios para cada módulo crítico; así sabrás al instante si algo chirría.
- Revertir y afinar: cuando la IA yerre, no pierdas tiempo pidiendo correcciones; mejor vuelve al estado anterior y refina la instrucción.
Al final, la moraleja es que no existen atajos mágicos: la IA puede prestarte alas, pero sin el piloto humano experto esas alas son una invitación a ser un nuevo ícaro. Aprende los fundamentos, ejerce el rigor y usa la inteligencia artificial como copiloto, no como reemplazo. Solo así tu negocio de software resistirá al primer vendaval de usuarios reales.