El escándalo de las criptomonedas que persigue a Alvise Pérez no parece pasarle factura en las encuestas al líder de SALF (Se Acabó la Fiesta). El dirigente ultra ha llamado a sus votantes a la insumisión fiscal, es decir, a no pagar a Hacienda, y los fans han preferido tomar ese jugoso caramelito que darle la espalda a alguien que, a día de hoy, está implicado en un asunto grave de financiación ilegal de partidos (la Audiencia Nacional investiga si SALF recibió 100.000 euros de una empresa involucrada en una supuesta estafa piramidal con miles de afectados). El fanatismo y la falta de espíritu crítico ha calado hondo en un importante sector de la población incapaz de ser crítico con el amado líder que les está tomando el pelo.
Las últimas encuestas sobre el grado de incidencia que el escándalo ha podido tener en los votantes arrojan resultados tan dispares como contradictorios sobre el futuro de SALF. Así, si la pasada semana El Plural publicaba una encuesta (llevada a cabo a cabo por GESOP, Sigma Dos, Electomanía y el propio periódico) en la que se detectaba una caída significativa del partido de Alvise (ha perdido 1,5 puntos en intención de voto) hoy el grupo Prisa arroja sondeos en los que la agrupación de electores Se Acabó la Fiesta obtiene un 4,9 por ciento en estimación de voto, dos décimas más que en el anterior estudio. Es, junto con el PP, la única formación que mejora sus resultados: Vox pierde una décima (10,5%), y la estimación de voto de Sumar (6,1%) y Podemos (2,7%) se mantiene intacta.
Según el barómetro de El País y la Ser, “la distancia entre el PP y el PSOE vuelve a aumentar. En los últimos meses, el Partido Socialista había conseguido estrechar la brecha, pero en septiembre esa tendencia se rompió y ahora se consolida, según el último barómetro de 40dB. El partido de Pedro Sánchez pierde ocho décimas y obtiene el 29,7% de los votos, colocándose por primera vez por debajo de la barrera psicológica del 30%. El Partido Popular, en cambio, logra el 34,6% en estimación de voto, seis décimas más que en el estudio de septiembre y su mejor resultado desde abril (35,5%). Entonces, el PP logró colocarse a 5,5 puntos del PSOE, y ahora vuelve a conseguir una distancia similar, hasta situarse a 4,9 puntos de los socialistas”.
¿Qué quiere decir esto? Que, una vez más, se cumple la máxima de que la corrupción no penaliza a la extrema derecha, más bien al contrario, la alimenta. Alvise Pérez ha admitido que aceptó cobrar 100.000 euros en efectivo y sin factura del empresario de criptomonedas Álvaro Romillo, conocido como CriptoSpain, como “honorarios privados” para “poder tener más ahorros” y así no enriquecerse con su actividad política como líder de Se Acabó la Fiesta (SALF). La Fiscalía del Tribunal Supremo le investiga por presunta financiación ilegal, al haber recibido el dinero en cuestión en plena campaña para las elecciones europeas, informa Europa Press.
Tras conocerse que el Tribunal Supremo le investiga, Alvise sugirió que Santiago Abascal también pudo recibir dinero del empresario que se lo dio a él, por lo que Vox se ha querellado contra el eurodiputado. En declaraciones a los medios de comunicación, Abascal ha lamentado que los 800.000 votantes de Alvise, que le permitieron cosechar tres escaños en el Parlamento Europeo, estén decepcionados con el eurodiputado. “Hay 800.000 personas hartas de la corrupción que han querido que un cambio retratara a la partitocracia y que probablemente hoy serán de los más preocupados”, aseguró. Sin embargo, no parece que los simpatizantes “ardillas” de Alvise estén muy enfadados con las supuestas trapacerías financieras del líder. Quien es capaz de votar a este tipo de personajes lo hace precisamente por estas cosas, para que se deslice por el camino de lo antisistema, para que no pague a Hacienda, para que practique la corrupción fiscal. Si lo hace el jefe, el camino está libre para que puedan hacerlo las bases, y de paso, destruimos la democracia. En eso precisamente consiste el nuevo movimiento ultraderechista: en la insumisión ante todo tipo de norma del Estado de derecho, en la insumisión tributaria (no pagar impuestos es lo que mola), en la insumisión ética y moral. Con el todo vale es como esta gente gana elecciones, ya lo dijo Trump, otro que no paga impuestos: “Podría disparar a la gente en la Quinta Avenida y no perdería votos”. La escalofriante sentencia, epítome del trumpismo, pasará a la historia por lo que tiene de resumen de toda una época de decadencia de las democracias liberales y de auge del nuevo fascismo posmoderno.
Abascal sabe que SALF es un duro competidor. Le arranca votos allá donde más le duele, entre las masas nostálgicas del franquismo que sueñan con el final de la democracia tal como hoy la conocemos. Bajo el nombre del partido Se Acabó la Fiesta lo que realmente se quiere decir es “se acabó la democracia”. Por esto Abascal trata de recuperar a su gente descarriada, la gente a la que Vox ya le parece derechita cobarde. El presidente voxista asegura que quienes simpatizan con SALF “viven hoy en la zozobra” y lamenta que hayan pensado que “no tenían que confiar en otras fuerzas políticas, por lo que les ha trasladado su respeto”. En el actual mapa político español todos los partidos conservadores sufren un proceso de radicalización para no quedarse fuera de juego. El PP abandonando el centro y copiando discursos de Vox, Vox escorándose aún más hacia territorios ultras para que Alvise no le coma terreno (lo cual ya era difícil) y el propio SALF entregándose a posiciones todavía más radicales y cayendo en manos de la ideología Milei, o sea el programa político del hombre de la motorsierra que se resume en “no pagues impuestos y reviéntalo todo”. Estamos en la senda que conduce al final de la civilización y a la ley de la selva. Lo que no mata a Alvise, lo hace más fuerte.