Alarma en Génova, los sondeos no son buenos, el caso Begoña Gómez se vuelve contra Feijóo

08 de Junio de 2024
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Alberto Núñez Feijóo

Los últimos trackings de cara a las elecciones europeas que maneja el Partido Popular siguen siendo decepcionantes, frustrantes, poco satisfactorios. Feijóo estaba seguro de que, cocinando antes de las elecciones un gran escándalo como el de Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno, el PSOE ardería por los cuatro costados. No ha sido así. Los sondeos recién salidos del horno, a pocas horas para la crucial cita con las urnas, no pueden ser más desesperantes. Solo tres puntos de diferencia respecto a los socialistas. Tres puntos de miseria.

El PP ha quemado todos los barcos, ha dinamitado el Poder Judicial, ha practicado la guerra sucia mediática más abyecta, ha puesto cerco a Ferraz con una legión de nazis y meapilas rezando el rosario, ha convertido el Parlamento en un establo reaccionario y maloliente, en definitiva, ha arrasado con lo bueno de la democracia, y todo por tres puntos de nada, por tres puntos insignificantes en unas europeas, por tres puntos de mierda, por decirlo al estilo de Yolanda Díaz. Para este viaje no hacían falta alforjas.

Pero hay más. Según esos trackings que obran en poder de los populares, la baja participación va a beneficiar al PSOE, de modo que han saltado todas las alarmas. En Génova contienen la respiración ante unos comicios trascendentales donde no solo se está jugando el futuro de Europa –la Europa luminosa del Estado de bienestar o la otra Europa, la Europa oscura del nacionalismo, la xenofobia y el retorno a los viejos conflictos de hace un siglo–, sino también el destino de un hombre: Alberto Núñez Feijóo.

El dirigente popular ya ha advertido de que una pírrica victoria no le vale al conservadurismo español. “De nada servirán esos tres puntos si el PSOE queda por delante”, aseguran fuentes genovesas. Llegados a este punto, la pregunta es: ¿ha optado el Partido Popular por la estrategia más adecuada al fiarlo todo al impacto social por la imputación de Begoña Gómez? Y claramente, a la vista de las encuestas y con todas las reservas (cualquier cosa puede ocurrir el domingo), la respuesta tiene que ser negativa. A esta hora la supuesta bomba activada por el juez Peinado no ha producido el efecto devastador que se preveía. La táctica del político gallego era la siguiente: movilizar a la unidad de jueces jubilados afines al PP –esos que se manifiestan a las puertas de los juzgados contra la ley de amnistía y que escriben incendiarios artículos en periódicos digitales de dudosa constitucionalidad–, para asestarle el golpe de gracia a Sánchez a las puertas de las europeas. Los reservistas de la Brunete judicial son, como muy bien señala hoy nuestro compañero de Diario16Marcos López, además del propio Peinado, los García-Castellón (el que ve terrorismo indepe en el infarto de un turista), los vocales del Poder Judicial que se aferran a sus poltronas con el mandato caducado desde hace cinco años y otros que no vienen al caso. Funcionarios profesionales de la judicatura con 70 años o más que ya lo tienen todo hecho en la vida y no tienen miedo a la inhabilitación; jubilatas que tendrían que estar en el banco del parque, dándole de comer a las palomas, o llevando a sus nietos al colegio, o jugando al dominó en el casino de su pueblo, y no metidos hasta las cachas en intrigas palaciegas; magistrados que, al final de sus días, han decidido inmolarse por la causa antisanchista. Esos mismos que niegan una manifestación de trabajadores, una protesta nudista en bici o una movilización animalista el día de la jornada electoral (porque puede perjudicar el resultado de los comicios), pero autorizan un rezo masivo del rosario de los nacionalcatolicistas, meapilas, ultras travestidos de pacíficos cristianos (los lobos con piel de cordero de la Biblia) y perjudicados varios agolpados a las puertas de Ferraz.

Ahora que se cumplen 80 años del desembarco de Normandía, uno recuerda a aquel general japonés que dio la orden, a la desesperada, de lanzar a sus kamikazes contra la flota norteamericana en la Segunda Guerra Mundial y le encaja a la perfección con este Feijóo que ha decidido arrojar a sus veteranos soldados con toga, a la división azul de la Justicia, contra Sánchez. El portaaviones, en este caso, es Moncloa (que ya ha sufrido varios impactos) y el imperio nostálgico del sol naciente, del cara al sol, esa brigada de corregidores reservistas presta al sacrificio de la inmolación. La vieja guardia que siempre está de guardia. En realidad, la orden fatal la dio el emperador Hirohito Aznar (el bigote rasurado es idéntico en ambos personajes históricos) cuando dijo aquello de “el que pueda hablar, que hable; el que pueda hacer, que haga; el que pueda aportar, que aporte; y el que se pueda mover, que se mueva”. Fue pronunciarse el gurú y los jueces se pusieron a escribir novela negra como si no hubiera un mañana; fue pronunciarse el oráculo y tembló España.

Sin embargo, los planes insurreccionales no se han cumplido y ahora Génova comprueba con estupor que los trackings no tiran, que los porcentajes de escaños no suman y que esta maniobra inspirada por el aznarismo (pero por la que da la cara Feijóo, jugándose el tipo) quizá no haya sido la más idónea. Ahora se constata con estupefacción que la mayoría de los españoles no traga ante tanto golpe blando y ante tanta conjura y que el intento radical y brusco de acabar con el Gobierno (en colaboración con esa extrema derecha que avanza imparable y que despierta un miedo atroz entre los europeos de bien desde los Urales hasta Gibraltar) lejos de liquidar el sanchismo puede terminar ocasionando el efecto contrario: fortalecerlo y movilizar a la izquierda más perezosa. La bomba que ha activado el líder popular tenía que arrasarlo todo, destruir España para que ellos puedan levantarla después (son así de salvajes estos muchachos), pero el bumerán puede volverse en su contra. Así que cuidado el domingo, que podemos pasar de las cartitas de Sánchez a las caritas de Feijóo.

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