La espantada del rey a la inauguración de los actos antifranquistas

Casa Real alega problemas de agenda para ausentarse del primer acto del programa por los 50 años del fallecimiento del dictador

06 de Enero de 2025
Actualizado el 07 de enero
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Felipe VI durante su tradicional discurso de Navidad.
Felipe VI durante su tradicional discurso de Navidad.

Tal como se esperaba, el rey Felipe VI finalmente no acudirá a la inauguración de los actos programados por el Gobierno de Sánchez para conmemorar los 50 años de la muerte del dictador Franco. El próximo 8 de enero tendrá lugar en el Auditorio del Museo Reina Sofía el acto de presentación y lanzamiento de España, 50 años en libertad, una conmemoración oficial que celebrará la gran transformación social, económica y e institucional que ha experimentado nuestro país desde el inicio de la Transición en 1975.

Según la Cadena Ser, al acto están invitados una muestra amplia y representativa de la sociedad española: empresarios, sindicatos, académicos, miembros del Gobierno y las Cortes, oenegés, asociaciones y demás entidades de la sociedad civil. Fuentes de Moncloa aseguran que el rey no asistirá “por razones de agenda”, aunque sí se sumará después a la iniciativa del aniversario participando en varios de los actos previstos, como la visita institucional a los antiguos campos de concentración de Auschwitz y Mauthausen o el evento que conmemorará el importante papel que jugó la monarquía en la Transición.

“S.M. el Rey y el presidente del Gobierno tuvieron la oportunidad de tratar este y otros asuntos esta semana y han podido constatar su alineamiento al respecto”, señalan fuentes del Gobierno. Por su parte, Zarzuela no quiere que se instale la creencia de que la relación entre Felipe VI y el presidente del Gobierno es tensa o difícil. Por esa razón, fuentes de la Casa del Rey explicaron que “existe sintonía total entre el Rey y el presidente en las conversaciones del despacho semanal”, sin aludir expresamente a los actos del cincuentenario de la muerte de Francisco Franco. Según la Casa Real, Felipe VI “no podrá presidir el acto” [se refiere al del miércoles en el Reina Sofía, el primero del ciclo España: 50 años en libertad] sin mencionar tampoco la razón de tal impedimento y sin remitirse, como hace Moncloa, a los supuestos “motivos de agenda” del monarca. Zarzuela tiene por norma no explicar oficialmente las razones de la inasistencia del jefe del Estado a un evento determinado, una norma de estilo que se impuso desde hace décadas en la monarquía española, durante el reinado de Juan Carlos I.

Una vez confirmada la noticia con la que ya especuló Diario16 en anteriores ediciones, cabe preguntarse por qué el rey de España no inaugura un programa de eventos diseñado para una fecha tan señalada. Pocos acontecimientos históricos han marcado tan profundamente la historia reciente de este país como el fallecimiento de Franco el 20 de noviembre de 1975. Estamos hablando de un hito, de un antes y un después, y el jefe de Estado tiene la obligación, como máximo representante de los españoles, no ya de acudir, sino de estar en la primera fila de asientos, entre los demócratas, para cortar la cinta, inaugurar y transmitir un mensaje al país sobre el significado y la dimensión histórica de las efemérides. Por desgracia, el rey ha decidido que no es buena idea asistir. Y aquí cabrían varias hipótesis para explicar lo inexplicable.

Sin duda, más allá de la excusa de que a Casa Real no le cuadran las agendas (aduce Su Majestad que ese día tiene la presentación de cartas presidenciales de los nuevos embajadores), es preciso recurrir al argumento político. Felipe ha sido muy cuestionado últimamente por los grupos más conservadores y reaccionarios de este país. Unos no le perdonan que se casara con una plebeya divorciada; otros que no diera un puñetazo en la mesa cuando se produjo el referéndum de autodeterminación de Cataluña (hay quienes le pidieron que diese la orden de meter los tanques en Barcelona para defender la agresión a la unidad de la patria); y todos ellos sienten alergia cuando el monarca da un discurso apelando a los valores de la democracia y repudiando las guerras de Putin y Netanyahu (fue de los primeros líderes mundiales en hablar de defensa de los derechos de los pueblos ucraniano y palestino). Acudir a los fastos antifranquistas hubiese sido tanto como firmar su propia condena ante la extrema derecha española que, de una manera o de otra, ya lo tiene sentenciado (recuérdese el eslogan proferido en las concentraciones fascistas ante Ferraz, el ya famoso “Borbones a los tiburones”).

Tampoco debe olvidarse el factor personal del espinoso asunto, ya que entre el rey y el presidente del Gobierno no hay demasiado feeling, como suele decirse, desde luego mucho menor (o peor) que el que existe entre el premier socialista y la reina Letizia. Zarzuela ha visto en la organización de estos actos un intento de Moncloa por desplegar una cortina de humo ante los últimos casos de corrupción que afectan al PSOE en los tribunales. El franquismo le sirve a Sánchez como arma multiusos para todo, y ese trágala o supuesto intento de manipulación de la monarquía no ha sido recibido con buenos ojos en la Casa Real.

Y en tercer lugar quizá haya pesado que el rey emérito (tutelado por Franco durante años de dictadura, hasta su coronación el 22 de noviembre de 1975), haya aconsejado a su hijo, desde el exilio en Abu Dabi, que pase palabra a unos fastos que solo suponen un problema para la casa borbónica. La realeza española no se siente cómoda cuando se trata de afrontar asuntos de memoria histórica. No en vano, aún quedan muchas incógnitas por despejar y cosas por saber sobre la participación del rey Alfonso XIII en el golpe de Estado de julio de 1936. El monarca, desde su abdicación y exilio tras la llegada de la Segunda República en 1931, estuvo todo el tiempo movimiento sus hilos, sus peones, sus fieles grupos monárquicos sumados a la conspiración, con la esperanza de que el golpe militar fascista sirviera para restaurar el régimen monárquico en nuestro país. No fue así, su sueño de retornar a Madrid nunca se cumplió y lo que finalmente ocurrió fue que Franco se sentó en el trono durante cuarenta años, inaugurando su propia dinastía. Todo este pasado oscuro, con sus correspondientes fantasmas, sigue pesando sobre Zarzuela.

Así las cosas, Sánchez presidirá el próximo 8 de enero el primero de los más de cien actos que se celebrarán en 2025 en todo el país para conmemorar los 50 años de la muerte del dictador Francisco Franco bajo el epígrafe España, 50 años en libertad. A la espera de conocer la agenda de los reyes para la próxima semana, varios medios han publicado que Felipe VI no podrá acudir por coincidir con la presentación en el Palacio Real de las cartas credenciales de seis nuevos embajadores en España, entre ellos el del Reino Unido, Alex Ellis. Este acto es previo a la recepción al cuerpo diplomático acreditado en España que tendrá lugar al día siguiente, según han adelantado esos medios. Pedro Sánchez anunció el pasado día 10 que el Gobierno conmemorará en 2025 la democracia nacida tras morir Franco con más de cien eventos que se celebrarán en toda España “para poner en valor la gran transformación vivida en este medio siglo de democracia”. El jefe del ejecutivo adelantó entonces que un comité científico formado por expertos colaborará en la ejecución de un “intenso” programa de actividades, una iniciativa que no ha escapado del debate político tras recibir críticas del principal partido de la oposición. El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, dijo el pasado lunes que él está dispuesto a celebrar la Transición española, la Constitución y la llegada de la democracia, pero no a “jugar a la división y a la fractura” en España, algo que reserva, alegó, para “los que viven del pasado”. La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, por su parte, añadió que con su conmemoración antifranquista el Gobierno pretende “quemar las calles y provocar violencia con grupos muy minoritarios, que últimamente salen justo cuando él lo pasa mal”. Es evidente que la derecha española, que hizo una transición a medias hacia la democracia, también siente auténtica urticaria cuando se trata de hablar de nuestra historia reciente y de poner a cada cual en su lugar. Demasiados remordimientos, sentimientos de culpabilidad y complejos no superados planean todavía sobre ese partido fundado por la mano derecha del dictador.

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