Felipe VI pide a México superar las heridas históricas con franqueza y respeto, pero sin ofrecer disculpas

La relación histórica entre ambos países necesita más que disculpas: un acercamiento crítico y respetuoso que entienda las heridas sin ignorar los beneficios compartidos

04 de Octubre de 2024
Actualizado el 05 de octubre
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El rey Felipe VI, en el reciente "Encuentro de Academias Hispanoamericanas de la Historia", en Trujillo,Casa Real
El rey Felipe VI, en el reciente "Encuentro de Academias Hispanoamericanas de la Historia", en Trujillo,Casa Real

Las tensiones entre México y España han resurgido con fuerza en los últimos años, con un claro foco en la herencia de la conquista y las cicatrices que ha dejado en la memoria histórica de ambos países. En particular, el presidente mexicano ha solicitado en varias ocasiones una disculpa formal de España por los abusos cometidos durante el periodo colonial. Ante esta demanda, las respuestas desde España han variado desde la incomprensión hasta la defensa de una historia compartida que ha traído tanto luces como sombras. En este contexto, el rey Felipe VI, en un foro reciente sobre la historia compartida hispanoamericana, ha instado a abordar las discrepancias desde la "franqueza" y el "respeto". Pero, ¿qué implica realmente este acercamiento crítico entre dos naciones marcadas por un pasado común complejo?

Una historia incómoda pero compartida

La conquista de México y el posterior dominio colonial han dejado una huella profunda en la identidad del país norteamericano. No es un hecho que pueda minimizarse, y las demandas de reconocimiento y reparación por parte de sectores de la sociedad mexicana son legítimas. Sin embargo, la relación entre México y España no puede reducirse únicamente a este capítulo oscuro. La historia compartida es más amplia y, como señaló el rey Felipe VI en su discurso, ha dado lugar a una relación en la que "los lazos económicos, culturales y lingüísticos han fortalecido una hermandad única".

Es cierto que la llegada de los españoles trajo consigo violencia, explotación y destrucción de culturas prehispánicas, pero también resultó en un proceso de mestizaje cultural que ha sido la base de lo que hoy son ambos países. Negar esta realidad o reducirla a una dicotomía de opresor y oprimido es simplificar un proceso histórico complejo que necesita una reflexión profunda desde ambos lados del Atlántico.

¿Perdón o entendimiento?

La petición de perdón por parte del gobierno mexicano ha generado un debate intenso. Desde el punto de vista español, muchos argumentan que las generaciones actuales no deberían cargar con la responsabilidad de los actos de sus antepasados. A su vez, el discurso del rey Felipe VI, en el reciente Encuentro de Academias Hispanoamericanas de la Historia, evita caer en el simplismo de ofrecer una disculpa sin matices, y apuesta por una relación basada en la amistad y el respeto mutuo.

En lugar de centrarse en una disculpa formal que podría no satisfacer a todos los sectores, la pregunta que ambos países deberían plantearse es: ¿qué buscamos realmente con este acercamiento? La respuesta no puede quedarse en la mera formalidad de una disculpa. Lo que se necesita es un diálogo crítico que reconozca los errores del pasado sin perder de vista los logros que también han surgido de esa historia común.

Un puente para el futuro

El discurso del rey Felipe VI resalta un punto clave: la relación entre México y España debe enfocarse en el presente y el futuro, no solo en el pasado. El "activo de inmenso valor" que representan la lengua y la cultura compartida entre ambos países es una oportunidad para estrechar lazos y generar un diálogo constructivo. Sin embargo, esto no significa olvidar o minimizar el impacto de la colonización. Al contrario, un análisis crítico del pasado es imprescindible para que las futuras generaciones comprendan mejor la complejidad de su historia y puedan construir una relación basada en el respeto mutuo.

España y México no son las mismas naciones que existían hace 500 años, pero las heridas históricas siguen presentes en la memoria colectiva. Ignorarlas no es una opción. A través de un acercamiento crítico, ambos países pueden aprender de su historia y utilizarla como una plataforma para enfrentar juntos los desafíos del presente, como el cambio climático, la desigualdad y las crisis migratorias. El rey hizo un llamamiento a "alcanzar respuestas pragmáticas, útiles y equilibradas" para los problemas globales. Esto requiere que tanto España como México reconozcan la complejidad de su historia compartida sin caer en simplificaciones.

El desafío de la franqueza

Abordar las discrepancias desde la "franqueza" es, sin duda, un desafío. La narrativa oficial en ambos lados del Atlántico a menudo ha optado por omitir o minimizar ciertos aspectos de la historia. En México, la conquista sigue siendo un tema doloroso y políticamente sensible, mientras que en España se ha tendido a resaltar los aspectos positivos del mestizaje y la evangelización, dejando en segundo plano las atrocidades cometidas.

Si queremos avanzar en un verdadero entendimiento entre ambos países, es crucial que se permita un debate abierto sobre estos temas. La historia no es estática; evoluciona con cada nueva generación, con cada nuevo descubrimiento. En lugar de pedir perdón por el pasado, tal vez la clave esté en aprender a convivir con él, reconociendo los errores y las contribuciones por igual.

México y España: Las cicatrices de la historia exigen un diálogo sincero y necesario

La relación entre México y España se encuentra en un punto en el que la crítica y el respeto deben coexistir. No se trata de olvidar el pasado, sino de comprenderlo en toda su complejidad para poder avanzar. La franqueza, como ha propuesto el rey Felipe VI, es esencial para abordar las discrepancias, pero debe ir acompañada de un respeto mutuo que reconozca tanto las sombras como las luces de nuestra historia compartida. Solo entonces podremos construir un futuro común basado en la verdad y la cooperación.

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