Pedro Sánchez sabe que necesita a Junts para poder seguir gobernando. La aritmética parlamentaria así lo dicta, a pesar de que hay otros frentes que tiene abiertos que le pueden restar apoyos en el Congreso de los Diputados. Sin embargo, la clave está en el partido de Puigdemont.
En toda la historia se había visto que el PSOE se sometiera a los intereses de un partido periférico. Lo cierto es que desde su fundación por parte de Pablo Iglesias Posse no se había visto un régimen tan personalista ni que todo el Partido Socialista estuviera sometido a los intereses particulares de su secretario general.
Las votaciones en el Congreso en las que Junts votó en contra de lo que quería el gobierno de Sánchez provocó que el secretario de Organización, Santos Cerdán, corriera a Bélgica a reunirse con Carles Puigdemont para pedir clemencia a su amo. Sin embargo, el líder independentista le recordó que ya habían firmado un pacto para la investidura de Sánchez y que, quitando la aprobación de la Ley Sánchez de Amnistía, no se había cumplido nada.
Uno de los puntos más espinosos de esos pactos es el reconocimiento del catalán como lengua oficial de la Unión Europea. Este asunto es espinoso porque consumar ese acuerdo no depende de Sánchez, sino que son los países miembros los que lo tiene que aprobar por unanimidad, y no están por la labor. Reconocer al catalán, el euskera o el gallego como lengua oficial de la UE significaría abrir un melón que Europa no quiere abrir porque hay cientos de idiomas que se hablan en los países miembros. Todo ello sin contar con los dialectos.
Sin embargo, Sánchez necesita como el ser humano precisa del oxígeno ese reconocimiento para calmar a Junts y, sobre todo, para evitar que tengan tentaciones de provocar una moción de censura contra el presidente del Gobierno.
Por esa razón, uno de los sanchistas más radicales, el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, no ha dudado en señalar en una entrevista en Catalunya Radio que si hay que ir a la guerra judicial contra Europa, se hará. En primer lugar, el titular de Exteriores, ha utilizado una de las máximas del sanchismo: culpar al resto de la situación, en este caso, a los países gobernados por el Partido Popular.
«Independientemente, con PP o sin PP, yo estoy seguro que lo consolidaremos y, si no, yo estoy dispuesto a llegar al Tribunal Europeo de Justicia si hiciera falta porque al final se trata de introducir esas lenguas en los tratados», ha dicho Albares.
Esta amenaza del ministro no iba dirigida contra Europa, sino para satisfacer los oídos de Carles Puigdemont. Una forma de decirle al líder de Junts: «Mira, Carles, hasta dónde estamos dispuestos a llegar».
En la visión idílica del sanchismo, representado en esta ocasión en José Manuel Albares, esta decisión no va a sentar un precedente respecto a otras lenguas europeas dado que se han introducido toda una serie de condicionalidades que solo cumple España como que las lenguas estén en la Constitución, se usen en el Parlamento nacional o que existan acuerdos administrativos con las instituciones europeas. Todas esas cosas a Europa les da igual.
Sin embargo, la amenaza de Albares ha ido más allá. Hasta ahí llega la sumisión a Junts. «Todo el mundo puede estar muy tranquilo y si la negociación es política nosotros revisaremos aquello también en lo que otros estados necesitan nuestra ayuda para decirles que no se puede pedir nuestra ayuda cuando no se ayuda a España en algo tan vital, tan nuclear, tan importante, tan existencial como es nuestra identidad nacional, que es plurilingüe».