Machismo en la izquierda, una lacra oculta

Autores y especialistas coinciden en afirmar que el supremacismo sexual es un cáncer que anida tanto en los partidos de derechas como en los progresistas

27 de Octubre de 2024
Actualizado el 28 de octubre
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Íñigo Errejón sale de su casa en la última fotografía que se dispone de él tras estallar el escándalo de acoso y machismo.
Íñigo Errejón sale de su casa en la última fotografía que se dispone de él tras estallar el escándalo de acoso y machismo.

El caso Errejón ha destapado una realidad de la que apenas se habla: no solo los hombres de derechas son machistas; también los hay de izquierdas. El relato de la actriz Elisa Mouliaá, en el que califica al ex portavoz de Sumar Íñigo Errejón de “psicópata”, “depredador” y “monstruo”, ha abierto la caja de Pandora y los partidos de izquierdas reflexionan sobre lo que ha pasado, cómo y por qué. ¿Se ha sido tolerante con un líder que pasaba por ser un referente del nuevo feminismo español? ¿Se ha mirado para otro lado ante determinados comportamientos que no eran normales? La reflexión en la izquierda no solo es necesaria, sino urgente, sobre todo teniendo en cuenta que las derechas están arreciando en su ofensiva al acusar al movimiento feminista de caer en la hipocresía y de practicar una falsa superioridad moral en la defensa de los derechos de las mujeres, tal como hizo el pasado viernes la fundación FAES de José María Aznar.

La secretaria general de Podemos, Ione Belarra, ha asegurado que “la violencia sexual está absolutamente normalizada en nuestra sociedad. El gran triunfo del feminismo desde 2018 es que por primera vez se está empezando a romper ese silencio”. La dirigente de la formación morada insiste en que “quien tiene que dar todas las explicaciones no es la formación que Íñigo Errejón rompió hace ya muchos años”.

El aluvión de opiniones de primeros espadas del feminismo es incesante. La exsecretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez, también de Podemos, se refiere en la red social X a los “hijos sanos del patriarcado” y ha denunciado que “cultura de la violación es tanto quien viola como quien encubre. A quien esté pensando en dar pasos hoy o cuando se puedan dar: no estáis solas”, dijo animando a las mujeres a denunciar. Y acaba con la etiqueta “#SeAcabó”.

A su vez, Toni Morillas, que dirigió el Instituto de las Mujeres con Irene Montero al frente del Ministerio de Igualdad, da las gracias al feminismo y apuesta por que los “machistas caigan uno tras otro, estén donde estén, sea cual sea su responsabilidad o su partido”.

Por otra parte, Ana Redondo, ministra de Igualdad, asegura que “llevamos mucho instalados en esta cultura machista, miles de años, y por lo tanto todos los avances son complejos, pero tienen que ser firmes, desde un Gobierno progresista indudablemente”. Además, “el machismo no entiende de clases sociales, profesiones, situaciones, sino que es estructural” y, por ello, ha añadido que “tenemos que luchar todas y todos contra esta cultura que nos atenaza como democracia y que nos hace plantearnos los necesarios avances”.

Guste o no, el machismo sigue siendo una lacra para la izquierda. “Si la izquierda no supera de una vez por todas las posturas equidistantes en torno a la compraventa de mujeres, de sus cuerpos y sus vidas, no construiremos jamás sociedades libres de violencia contra las mujeres”, asegura Natalia Salvo Casaus en Rebelión. “No hay nada más parecido a una persona machista de derechas que una persona machista de izquierdas. El machismo es machismo, anide en la ideología que lo haga. Es importante que dejemos los eufemismos y reconozcamos abiertamente que dentro de la izquierda hay fuertes reacciones machistas. Resulta fundamental asumir esta realidad para atajarla”, añade.

Para esta autora, “cierto es que la izquierda, tanto la política como la sindical o la social, han tenido una sensibilidad especial a las demandas del movimiento feminista, pero no es menos cierto que la realidad es que dentro de estas organizaciones lo que hubo, y hay, son movimientos feministas internos de mujeres, y también algunos hombres, que van abriendo camino a la igualdad y al feminismo, no sin reticencias. Fruto de esas presiones que nacen en los senos internos de las organizaciones de izquierdas hemos alcanzado marcos legislativos y normativos y, al menos, condenas públicas del machismo y de la violencia que genera”.

“No obstante, tampoco podemos rehuir la realidad de que existe connivencia de una parte del movimiento feminista con el machismo de izquierdas en tanto en cuanto no se condena con la misma vehemencia con la que condenamos a los y las machistas de derechas. Si entendemos el feminismo como el movimiento llamado a derribar el sistema de opresión más perenne de los habidos, el patriarcado, éste no puede ser cómplice ni por acción ni por omisión”. Por todo ello, la autora apuesta por asumir que si queremos prevenir y erradicar el machismo y la violencia que genera tenemos que comenzar haciendo pedagogía dentro de la propia izquierda, donde todavía no hay siquiera una postura unánime en torno a la abolición de la prostitución, que es una de las más dolorosas formas de violencia contra las mujeres. “Mujeres y hombres, con independencia de nuestra ideología, hemos nacido y nos hemos desarrollado en sociedades patriarcales que nos imponen visiones machistas de todos los ámbitos de la vida, y por todo ello es fundamental fomentar procesos de deconstrucción personal y de trabajo de las nuevas masculinidades y feminidades, sin obviar otras realidades, fundamentalmente la LGTBIQ”.

Por su parte, el periodista Antonio Maestre escribe en La Marea que “el machismo de la izquierda se caracteriza por poner en segundo lugar la lucha emancipadora por antonomasia: el feminismo. Ninguno de los programas que a las pasadas elecciones autonómicas y municipales presentaron Podemos e Izquierda Unida incluía la palabra feminismo. Esta exclusión pone de manifiesto uno de los grandes males de la vieja y la nueva izquierda para con la causa feminista: promover la invisibilización del feminismo y tutelar a las mujeres y la prioridad de las luchas”.

“Es común entre las mujeres que participan de forma activa en las organizaciones políticas de izquierdas comprobar cómo actúan sus compañeros cuando ejercen su libertad de expresión de forma diferente a lo que se considera aceptable por parte del subconsciente masculino. Una mujer que levanta la voz en una asamblea de forma vehemente y provoca una disputa dialéctica encontrará apoyos de forma inmediata entre el género masculino, que ‘traducirán’ sus palabras para apaciguar el confrontamiento: Lo que la compañera quiere decir es...” Para Maestre, estas tutelas condescendientes en el comportamiento cotidiano político trascienden al plano del hábito para instaurarse en las políticas. Uno de los comportamientos eminentemente machista es la crítica constante a los espacios, actuaciones y manifestaciones no-mixtas. El machismo de izquierdas se siente concernido cuando las mujeres se organizan y lideran su propia lucha. Criticar este tipo de luchas no mixtas es criticar la esencia misma del marxismo que aseguran defender, según el autor. Karl Marx, en el año 1864, en una recepción en el Stuart Hall de Londres, aseveró: ”La emancipación de los trabajadores será obra de los mismos trabajadores”.

Según Gaspar Llamazares, “la clave es que la izquierda debe aprender a no tener el monopolio del feminismo, y esa es la clave de cara al futuro para tomar las medidas preventivas y que no vuelva a ocurrir. Los partidos de izquierdas tenemos idearios feministas pero no somos organizaciones feministas”.

 

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