Albert Rivera: de regenerador de la democracia a presidir un bufete que practica la picaresca contra el Estado

29 de Marzo de 2021
Actualizado el 02 de julio de 2024
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FOTO RIVERA

El neoliberalismo ultracapitalista no descansa nunca. Allá donde hay posibilidad de arañar un céntimo más, allá que aterrizan los señores de los gemelos de oro para hacer negocio. Ya lo estamos viendo estos días con AstraZeneca, la compañía farmacéutica que trafica con el dolor y la muerte del ser humano. Albert Rivera, un neoliberal a calzón quitado aunque él siempre ha tratado de vestirse con el traje del populismo obrero, tampoco ha quedado libre del mal de la codicia y el dinero, una plaga mucho más mortífera que el coronavirus.

Hoy Rivera se dedica a la empresa privada, como un patrón más, y es ahí, en su hábitat natural, en su terreno, donde se ha revelado el verdadero rostro del expolítico. Las hermosas palabras sobre la defensa de los derechos de los maltratados autónomos, sobre las injusticias del bipartidismo y la corrupción han quedado atrás, en el olvido, y se impone el beneficio crematístico a ultranza. “Martínez-Echevarría, el despacho que preside Albert Rivera, mantiene en ERTE al menos a catorce trabajadores a pesar de que desde que comenzó la pandemia ha acometido contrataciones de relumbrón, costosas reformas (como la de la sede de Madrid) e inauguraciones, como la de la sede de Sevilla”, informa el diario.es. Según el rotativo de Ignacio Escolar, algunos trabajadores denuncian que el ERTE por causas económicas del flamante bufete no ha podido probarse, así que está siendo utilizado “para represaliar” a los trabajadores, para consumar un abuso laboral y un flagrante fraude de ley.

De modo que toda aquella chapa que el expolítico solía darle al personal sobre la política de los buenos ciudadanos por encima de rojos y azules, la honestidad y la limpieza democrática no era más que un cuento, una farsa populista y demagógica. Ahora sabemos que el líder naranja llevaba dentro de sí un fiel seguidor del satanismo capitalista y del profeta John Locke con sus tres grandes dogmas del mercantilismo ultraliberal: vida, libertad y propiedad privada. Es decir, Estado sí, pero controlado por las élites; Estado vale, pero sin intervenir demasiado en el escalafón de las clases sociales y sin alterar la pirámide de la injusticia social que soportan los más humildes y desclasados, siempre condenados a sucumbir bajo la ley del más fuerte, la selección natural y el sálvese quien pueda.

De la brillante exclusiva de eldiario.es se desprende, sin duda, que durante todos estos años Rivera ha estado practicando justo lo contrario de lo que predicaba y que ahora, ya en el balneario de la empresa privada y con la excusa de la pandemia, se dedica a carroñear las ayudas y subvenciones públicas y a meter trabajadores en el limbo de los ERTE mientras el bufete cuenta con un “ambicioso plan de crecimiento” empresarial. Estamos hablando de algo tan serio y tan grave como el fraude de ley y el abuso laboral de un despacho que ficha a grandes estrellas del Derecho a golpe de talonario mientras mantiene a los letrados de menos renombre en absoluto precario.

Rivera ya ejerce como ese presidente de club de fútbol que paga un pastón por el crack del momento mientras tiene a los jóvenes de la cantera jugando gratis y muertos de hambre. En el fondo, lo que subyace tras este triste episodio de falta de ética y moral es la ideología ultraliberal de siempre, el mismo tocomocho que consiste en la explotación capitalista del hombre por el hombre, el esclavismo laboral, el robo de la plusvalía y el juego de unos señoritos trajeados que siempre ganan porque tienen la sartén por el mango. A Rivera le da igual si el trabajador explotado es un albañil, un camarero o un abogado, el sistema es siempre el mismo y funciona como un reloj: maquiavelismo económico en orden a las ganancias, que es lo único importante para esta gente enferma del gran mal de nuestro tiempo, no la peste del covid, sino el dinero. El capitalismo neoliberal, la sobreexplotación de los recursos y la desigualdad es lo que está aniquilando a la humanidad y a otras especies animales. Al igual que al trabajador le chupan la sangre los feroces y codiciosos señores de los despachos de arriba, al hermoso y noble elefante le roban los colmillos de marfil y lo condenan a la lista negra de la extinción. Y así va el mundo, cada vez peor.

Ahora que Ciudadanos ha saltado por los aires entre mociones de censura fallidas, transfuguismos y el cáncer de los oportunistas, nos queda la verdad pura y dura del hombre desnudo sin los artificios y disfraces de la política. Rivera empezó en eso de la vida pública en cueros y ha terminado también en pelota picada, evidenciando sus vergüenzas ideológicas y sus mentiras, con las que estuvo a punto de llegar al Gobierno de haber cuajado aquel pacto con Pedro Sánchez, una operación fracasada del Íbex 35 de la que Rivera se arrepentirá toda la vida. El líder naranja pudo haber llegado a ministro, dando una gran satisfacción a la familia, pero al final, por su mala cabeza, se ha quedado en simple capataz o usurero de un bufete de abogados que por lo visto practica el viejo negocio de la picaresca contra el Estado.

Dicen las malas lenguas que la debacle de Ciudadanos tiene mucho que ver con las intrigas en la sombra de Rivera, interesado en cargarse su propio proyecto para regresar a la política por la puerta de atrás del PP, como ya han hecho algunos de sus más avispados compañeros de la formación naranja, véase Toni Cantó, ese otro gran actor que ha vivido de la chaqueta y del disfraz todos estos años en que ha ido saltando de oca en oca y tiro porque me toca, o sea de partido en partido. A la espera de que Pablo Casado llame a la puerta otra vez, el bueno de Rivera se entretiene jugando al lobo de Wall Street, mendigando ayudas al Gobierno que no corresponden y haciéndole trampas a los sindicatos. Qué feo.

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