Las calles que no sentimos nuestras

Millones de mujeres en España modifican su vida diaria por miedo al acoso callejero

09 de Abril de 2025
Actualizado a las 10:15h
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Las calles que no sentimos nuestras

El acoso callejero no es solo un fenómeno individual, sino una expresión estructural de desigualdad. Más allá de los episodios aislados, se trata de una forma cotidiana de violencia de género que limita la libertad de las mujeres en los espacios públicos y reproduce dinámicas de control profundamente arraigadas en la cultura. En España, según un estudio internacional elaborado por IPSOS en colaboración con organizaciones sociales, el 77% de las mujeres ha sufrido acoso callejero al menos una vez. A nivel global, el porcentaje es del 75%.

El informe, realizado entre diciembre de 2023 y principios de 2024, pone cifras a una realidad que muchas mujeres relatan desde hace décadas: la calle no es un lugar neutral. En muchos casos, es un espacio condicionado por la amenaza, el juicio o la intromisión no deseada. En España, el 38% de las mujeres reconoce adaptar su vestimenta para evitar ser acosada, lo que evidencia cómo la anticipación del acoso se traduce en renuncias cotidianas de autonomía.

Una violencia normalizada e invisible

Las consecuencias de esta forma de violencia son amplias y profundas, especialmente entre las mujeres más jóvenes. El 86% de las menores de 35 años considera que el acoso callejero afecta negativamente su vida. Esta percepción se refleja en múltiples ámbitos: la salud mental (60%), la vida social (58%), los trayectos diarios (49%) y hasta la elección de ropa (39%). Vivir en alerta, modificar rutinas o evitar determinados lugares se convierte en parte del día a día.

A pesar de la magnitud del problema, persiste un discurso que minimiza o incluso justifica el acoso. A nivel mundial, el 52% de los encuestados considera que las mujeres pueden ser responsables del acoso que sufren, ya sea por su actitud, su forma de vestir o su comportamiento. En España este porcentaje es menor, pero aún un 28% de la población comparte esta idea, lo que revela la persistencia de prejuicios machistas que trasladan la culpa a las víctimas.

Por otra parte, el 48% de las mujeres en España ha recibido comentarios sexuales o intrusivos en la calle, lo que demuestra que el acoso no se limita al contacto físico, sino que incluye también formas verbales de violencia simbólica. Son agresiones que buscan reforzar jerarquías de poder y recordar a las mujeres que, incluso en el espacio público, su presencia está sometida a escrutinio.

Intervenir ante el acoso es posible y necesario

El informe también aborda la respuesta social frente al acoso. El 88% de los encuestados a nivel global cree que intervenir ante una situación de acoso puede provocar una reacción violenta del agresor, un temor que se intensifica entre las mujeres mayores de 50 años. No obstante, los datos muestran que el 80% de las personas que intervinieron en España lograron mejorar la situación, lo que indica que la acción ciudadana informada puede tener un impacto real y positivo.

Para fomentar esta intervención segura, se han desarrollado programas de formación como el que promueve la metodología de las 5D: distraer, delegar, documentar, desahogar y dirigirse al acosador. Desde su lanzamiento en 2020, más de 3,7 millones de personas han sido formadas en esta estrategia de actuación, con el objetivo de alcanzar cuatro millones para finales de 2025.

Este enfoque no solo pretende proteger a las víctimas, sino también implicar a toda la sociedad en la transformación del espacio público. Se trata de construir entornos donde las mujeres no deban esconderse, adaptarse o justificarse para sentirse a salvo.

La calle como escenario de disputa

El acoso callejero no es solo una molestia puntual. Es una manifestación concreta del desequilibrio de poder entre hombres y mujeres, una forma de dominación que atraviesa generaciones, clases sociales y culturas. Las cifras no solo cuantifican el problema: lo evidencian como una cuestión estructural que exige respuesta colectiva, institucional y cultural.

Mientras millones de mujeres tengan que modificar su conducta para evitar ser acosadas, la igualdad seguirá siendo incompleta. Y mientras el miedo condicione la forma de habitar la ciudad, las calles seguirán siendo un territorio disputado

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