Hace apenas unos días una nueva efemérides venía a conmemorar el Día Mundial del Medioambiente, ese que hoy sigue sufriendo el acoso permanente y constante del modelo de desarrollo humano insostenible y suicida. Poco valen las alarmas que día tras día en forma de calentamiento global y cambio climático nos anuncian las nefastas consecuencias que para la humanidad tiene y tendrá esta alocada carrera del consumismo de los recursos de un planeta sobrecargado, de una tierra en la que las practicas derivadas de una actividad económica global sin límites reales supone una sobrecarga anual por encima de un 74% en la capacidad de regeneración de nuevos recursos como ha venido señalando constantemente el Fondo Mundial para La Naturaleza. Poco importa así, a la basta humanidad el relato científico que alerta del permanente aumento de la temperatura global como dinamizador e impulsor de olas de calor generalizadas y duraderas, de incendios récord y otros eventos devastadores como los ciclones tropicales, las inundaciones, la pérdida de recursos hídricos y la sequía en grandes zonas del planeta con un gran impacto en el desarrollo socioeconómico y el medio ambiente. Y todo ello, aun cuando organismos como la ONU han venido a señalar como la falta de ambición en los compromisos de los países dirige el planeta a un aumento de la temperatura global muy por encima de los 3 °C, lo que provocaría aún más si cabe consecuencias catastróficas para las sociedades humanas y los ecosistemas: Aumento de enfermedades de conexión entre animales y humanos (zoonosis) y pandemias cada vez más recurrentes derivadas a la degradación de espacios naturales, falta de acceso al agua potable, aumento del nivel del mar con degradación de hábitats costeros, migraciones permanentes de las zonas más afectadas, movimientos internos de población a zonas climáticas más favorables para la vida, degradación de cultivos, aumento de las inseguridades en el consumo de alimentos como consecuencia de la degradación de los terrenos y los modelos de cultivo, impulso a fenómenos meteorológicos severos recurrentes ( Inundaciones, Ciclones, Sequías etc) son sólo algunas de las evidencias que en el campo de la economía, la geopolítica o la estabilidad social tendrán impactos directos: Aumento de los costes de producción, encarecimiento del acceso a productos básicos en los modelos de alimentación de gran parte del planeta, presión social migratoria directa de unos países a otros se configuran como parte de un problema sobre el que aún no hemos visto más que la punta del iceberg.
Y frente a este relato contrastado, evidenciado y analizado por organizaciones científicas y organismos internacionales la inacción o la falta de acción decidida de los gobiernos , instituciones y de la propia ciudadanía en la toma de decisiones nos arrastra al peor de los escenarios. Ese que sufrirán las generaciones futuras y presentes en una realidad climática insostenible en pocos años. Tal vez la falta de pedagogía, de construcción del relato comunicativo más humano y conectado con el sentimiento en vez de con los datos en la explicación de las consecuencias de esta crisis y ante el reto que tenemos como humanidad puedan darnos la orientación de esta situación de parálisis global por lo general en la toma de decisiones. Unida a otras, como la normalización de los efectos del cambio climático en una ciudadanía adaptativa y conformista a los mismos, la concepción del cambio de usos en nuestro día a día como un sacrificio con limitaciones a nuestro modelo de consumo, la falta de percepción de la ciudadanía, el tejido económico y las instituciones públicas de la oportunidad en el modelo de transición hacía la economía verde, la falta de visión a largo y medio plazo de las consecuencias o el temor del coste político a cargo de los gobiernos en su apuesta por un cambio de modelo económico como el que supone la apuesta por la economía verde en su grado más elevado pueden servir para entender situaciones como la dubitativa actuación de las principales economías del mundo en la firma de acuerdos reales para enfrentarnos al mayor desafío que como humanidad tenemos por delante.