Ceder para avanzar, el reto de gobernar sin mayorías absolutas

La fragmentación del panorama político español no es una anomalía, sino la expresión legítima de una ciudadanía más crítica, diversa y exigente. Gobernar en este contexto requiere negociación, renuncias y una nueva cultura democrática

07 de Mayo de 2025
Actualizado el 08 de mayo
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Ceder para avanzar, el reto de gobernar sin mayorías absolutas

La erosión del bipartidismo en España no marca una crisis de representación, sino el inicio de una nueva etapa democrática. El auge de nuevas formaciones políticas ha visibilizado la pluralidad real de la sociedad, obligando a las instituciones a adaptarse a un escenario en el que ya no caben respuestas simplificadas ni mayorías cómodas.

Este nuevo contexto, más complejo y exigente, reclama de los actores políticos una renovada capacidad de diálogo, la asunción de compromisos mutuos y una disposición sincera a anteponer las prioridades colectivas a los intereses partidistas. Gobernar hoy implica pactar, ceder y saber jerarquizar lo esencial: la mejora de las condiciones de vida de la ciudadanía y el fortalecimiento del sistema democrático.

Una pluralidad que obliga a gobernar de otro modo

La superación del bipartidismo no puede entenderse como una anomalía ni como un accidente histórico. Se trata, más bien, de la expresión natural de una sociedad que ha madurado políticamente, que se reconoce diversa en sus identidades, en sus aspiraciones y en sus diagnósticos sobre los desafíos contemporáneos. Esta pluralización del espacio político no surge de la nada: es el fruto de una ciudadanía más informada, más crítica y más implicada en la vida pública.

Durante años, el modelo bipartidista cumplió una función estabilizadora en la democracia española. Sin embargo, su aparente solidez comenzó a resquebrajarse ante la incapacidad de esos partidos para dar respuesta a nuevas demandas sociales. Lo que emergió entonces no fue simplemente un malestar, sino una voluntad de transformación que se tradujo en la irrupción de nuevas fuerzas, nuevos discursos y nuevas formas de participación.

En este escenario, el multipartidismo no es sinónimo de inestabilidad, sino de complejidad democrática. Las mayorías absolutas han dado paso a fórmulas de gobierno que requieren pacto, deliberación y escucha activa. Lejos de debilitar al sistema, esta necesidad de negociación obliga a los partidos a enfrentarse a la heterogeneidad social y a construir proyectos desde la colaboración y no desde la imposición.

Ceder no es rendirse, es gobernar con responsabilidad

Ahora bien, esta pluralidad institucionalizada también plantea exigencias adicionales. Alcanzar acuerdos implica, en muchos casos, redefinir prioridades o incluso renunciar a determinadas banderas programáticas. Esta dinámica, aunque difícil de comunicar, constituye una de las pruebas más sólidas de madurez democrática. Ceder, en política, no siempre es signo de debilidad; a menudo es la única vía para avanzar.

La clave está en discernir lo negociable de lo irrenunciable, lo inmediato de lo estructural. Saber gobernar en plural no es solamente una cuestión táctica, sino ética: supone tener la capacidad de situar el interés general por encima del cálculo partidista, y de reconocer que la legitimidad no se agota en la aritmética parlamentaria, sino que se enriquece en el proceso deliberativo.

Por tanto, el horizonte político actual debe entenderse como una oportunidad para ensanchar los márgenes de nuestra democracia. La redistribución del poder político, el fin de los monopolios ideológicos y la apertura del sistema a voces diversas son condiciones indispensables para que las instituciones respondan con legitimidad a los desafíos del siglo XXI.

España no ha perdido gobernabilidad; ha ganado pluralismo. La cuestión ya no es cómo volver a un pasado de bloques cerrados, sino cómo consolidar una cultura democrática a la altura de una ciudadanía más consciente. La política del futuro no será la de las certezas inamovibles, sino la de los pactos sostenibles. Y ahí reside su fuerza.

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