¿Era el empresario Víctor de Aldama un verdadero agente de la CIA, tal como le dijo al juez Ismael Moreno el día que tiró de la supuesta manta contra el PSOE de Pedro Sánchez? Esa es una de las dos grandes preguntas que a esta hora se hace todo el mundo; la otra es si tiene en su poder alguna prueba sólida de que pagó sobres con mordidas y comisiones a altos cargos socialistas. Y hasta donde se sabe, a día de hoy no ha podido (o querido) demostrar ni una cosa ni la otra.
El tiempo pasa, España entera espera el momento en que Aldama saque las evidencias de que era el gran paganini de la financiación ilegal de Ferraz, pero nada de nada. Tic tac, como dice Josep Pedrerol en sus programas deportivos. El as de bastos capaz de darle la estocada final a Sánchez sigue sin aparecer por ningún lado, de modo que cada minuto transcurrido empeora un poco más la situación penal y penitenciaria del hombre que se jacta de haber cantado La traviata contra el PSOE. Ni un simple recibí, ni un miserable pagaré, ni siquiera un mal sobre vacío con las huellas dactilares de los supuestos prebostes socialistas corruptos. Por supuesto, ni una sola grabación incriminatoria contra Santos Cerdán, Ángel Víctor Torres y Carlos Moreno. Y con esos pobres mimbres, con ese escaso material, la UCO no puede seguir tirando del hilo, en el caso de que lo haya.
En cuanto a la famosa foto de la cacería de Ciudad Real, publicada por El Mundo, dice mucho y no dice nada. En la imagen puede verse a El Gominas –así conocía la banda de Koldo a Aldama– posando amistosamente con dos señores de rostro pixelado presuntamente pertenecientes a los servicios de inteligencia norteamericanos. El gran público desconoce la identidad de ambos personajes, así como sus cargos concretos en la organización directamente dependiente de la Casa Blanca, de modo que pueden ser espías de Langley o dos amiguetes que pasaban por allí y se sumaron a la fiesta. No estamos dudando, Dios nos libre, de las informaciones de Esteban Urreiztieta, un periodista de investigación de contrastada trayectoria y profesionalidad. Solo decimos que la foto de dos fulanos con la cara enturbiada y borrosa para que no se les reconozca no es prueba periodística y mucho menos judicial. Que aquella montería pudo celebrarse, nadie lo pone en cuestión. Y tampoco que ambos invitados fuesen realmente los nuevos James Bond y Jason Bourne revividos. Ahora bien, de ahí a que Aldama sea uno de ellos, un agente doble o triple con funciones concretas en la CIA y el FBI, va todo un abismo. Al cabo del día, un empresario come o cena con mucha gente de las altas esferas y eso no significa nada. Si es cierto que se codeaba con la jet set policial (ya se encargaron Ábalos y Koldo García de abrirle las puertas del Ministerio de Transportes para que tocara los cielos), un día se reuniría con famosos de la política y las finanzas y otro se sentaría con gente de la cultura y del deporte. La agenda de un empresario mimado por el sistema es inagotable y nos sorprenderíamos si pudiésemos echarle un vistazo a la del tal Aldama. Porque seguro que en esa libreta no solo hay teléfonos y nombres del PSOE, sino también del Partido Popular. Los emprendedores arribistas son así. Lo contaminan todo, a derecha y a izquierda.
Sobre las supuestas relaciones de la Guardia Civil con el polémico industrial, el hecho de que Interior le premiara con una condecoración tampoco es definitivo para concluir que estamos ante un hombre de acción experto en operaciones de contrainformación, antiterroristas o contra el crimen organizado. La medalla al mérito fue una forma de agradecerle su colaboración con la Benemérita (por la compra del polémico dron de marras), como ocurre con tantas empresas y asociaciones privadas que cada año son distinguidas por colaborar con el Instituto Armado siempre escaso de recursos y financiación. Más allá de eso, pocas pruebas aporta Aldama de su vinculación con los Servicios de Inteligencia, más allá de fanfarronadas y chulerías, como esa afirmación de “yo he estado en Logroño disparando con el GAR [Grupo de Acción Rápida]”. A otro perro con ese hueso.
Si Aldama corrió con los gastos de una cacería para agasajar a dos supuestos yanquis con la cara desfigurada por el ordenador fue solo para blindarse él, para crearse una zona de confort, un cordón de seguridad con la Guardia Civil que le garantizara la impunidad mientras los contratos a dedo para Soluciones de Gestión le llegaban como un maná caído del cielo, en este caso del Ministerio de Transportes. Punto. Ni es un héroe de la patria en lucha contra la dictadura sanchista, como tratan de pintarlo los periódicos de la caverna (provocando un sonrojo infinito), ni ha desarticulado comandos terroristas de ninguna clase. Resulta triste comprobar cómo las bravuconadas de un señorito peliculero que ya solo vive para no dar con sus huesos en la cárcel enturbian el buen trabajo de agentes de verdad que se juegan la vida cada día para garantizar nuestra seguridad. Basta con preguntar sobre Aldama en los cuarteles para concluir que no era nadie, solo un mindundi con ínfulas, un piernas con ganas de hacer negocio fácil y rápido en las instituciones democráticas. ¿Un espía de la CIA? Y yo soy María Teresa de Calcuta.