Cada discurso de Feijóo y Ayuso es gasolina para Vox

El Partido Popular refuerza con su retórica ultraderechista el ascenso de Abascal mientras el PP se hunde en su propio ruido.

07 de Julio de 2025
Actualizado el 08 de julio
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Aznar, Feijóo, Ayuso y Rajoy en la clausura del Congreso nacional del PP este domingo, foto PP
Aznar, Feijóo, Ayuso y Rajoy en la clausura del Congreso nacional del PP este domingo, foto PP

El Congreso Nacional del Partido Popular debía ser un acto de reafirmación para su líder, Alberto Núñez Feijóo. Sin embargo, los focos se los llevó el discurso duro de extrema derecha del partido. Ayuso, con un discurso plagado de referencias al comunismo caribeño, insinuaciones de fraude electoral y ataques a la familia de Pedro Sánchez, la presidenta madrileña no solo desvió el mensaje del congreso, sino que volvió a hacer lo que mejor se le da: marcar perfil propio, arrastrando al PP hacia una derecha cada vez más extrema.

Lo preocupante para la formación de Feijóo es que cada intervención de Feijóo o de Ayuso es una transfusión directa de votos y legitimidad a Vox. El partido de Santiago Abascal, sin apenas necesidad de invertir en comunicación o movilización, está consiguiendo mantener e incluso aumentar su base electoral gracias a la radicalización verbal de quien debería frenar a la ultraderecha, no alimentarla.

El discurso que reanimó a Vox

Frases como “Sánchez, si pudieras te pondrías el chándal caribeño” o la insinuación de un fraude electoral vinculado a Zapatero y Venezuela parecen sacadas del manual de Trump. La presidenta de la Comunidad de Madrid ha vuelto a señalar enemigos imaginarios —el comunismo, las dictaduras, los extranjeros— para crear una narrativa de país en descomposición que solo el PP puede salvar.

El problema es que, en ese relato, la frontera entre el PP y Vox se difumina. Ayuso no solo repite muchos de los marcos discursivos de Abascal, sino que los amplifica desde su posición institucional, ofreciendo un altavoz a teorías conspirativas y discursos de odio que normalizan el ideario de la extrema derecha.

Vox crece por inercia, el PP se estanca

Según los últimos datos de 40dB, Vox ha subido más de tres puntos desde el pasado verano, pasando del 10,4 % al 13,8 % en estimación de voto. El Partido Popular, en cambio, ha caído en ese mismo periodo del 35,3 % al 33 %. Esta transferencia no se debe a un gran esfuerzo de la formación de Abascal, sino al contexto que la propia Ayuso y parte del PP están generando.

La fidelidad de voto al PP ha descendido casi ocho puntos en seis meses, mientras que la de Vox ha subido cuatro. El trasvase es evidente: el 10,5 % de votantes que apoyaban al PP ahora prefieren a Vox, frente a un exiguo 3,1 % que hace el camino inverso.

Estos datos muestran que el electorado más radicalizado de la derecha encuentra más coherencia en Vox, mientras el PP intenta jugar a dos bandas: moderación en Bruselas y confrontación en Madrid. Una estrategia que, lejos de sumar, divide y debilita.

La estrategia de la ultraderecha: esperar y cobrar

Vox ha entendido que no necesita encabezar los titulares para crecer. Su estrategia es dejar que Ayuso, y en menor medida Feijóo, hagan el trabajo sucio. Mientras ellos radicalizan el discurso y difunden bulos, Vox se presenta como la versión “auténtica” y “sin complejos” de esa misma línea ideológica.

La victoria internacional del trumpismo y la ola reaccionaria europea han servido de contexto favorable, pero lo decisivo ha sido el error del PP de no diferenciarse con claridad. Cada vez que Ayuso habla como si fuera Abascal, legitima su discurso y hace que muchos votantes se pregunten: ¿para qué votar a una copia cuando existe el original?

El silencio sobre el franquismo y el ruido sobre Venezuela

Uno de los momentos más reveladores de esta evolución ha sido la negativa del PP a participar en los actos de conmemoración por los 50 años de la muerte de Franco. El rechazo a reconocer el pasado dictatorial en clave democrática contrasta con la facilidad con la que Ayuso lanza acusaciones sin pruebas sobre un supuesto narcoestado dirigido por Zapatero.

En Europa, la derecha democrática defiende la memoria histórica como parte de su compromiso con la democracia. En España, el PP, por miedo a Vox, se niega a celebrar el final de una dictadura y prefiere mantener ambigüedades que alimentan a la ultraderecha.

Los casos de corrupción: ni la ética frena el apoyo

Ni las investigaciones judiciales que rodean a Vox por financiación irregular ni el escándalo que afecta directamente a la pareja de Isabel Díaz Ayuso —investigado por blanqueo, fraude fiscal y sobornos— parecen frenar el entusiasmo de ciertos votantes de la derecha extrema.

Al contrario, tanto Vox como Ayuso consiguen construir una narrativa de persecución y victimismo que les refuerza. En lugar de rendir cuentas, atacan a las instituciones, acusan a fiscales y jueces de estar politizados y utilizan el escándalo como arma para polarizar aún más.

Una derecha sin freno ni rumbo

Feijóo, atrapado entre su imagen de moderado y la presión interna de los sectores más ultras, ha perdido el control del relato. Su defensa del discurso de Ayuso como “memorable” ha dejado claro que no solo no va a frenar su radicalización, sino que la avala.

Mientras tanto, Vox gana. Gana imagen, gana discurso y, sobre todo, gana votantes. El PP pensó que podía absorber a la extrema derecha copiando parte de su agenda, pero ha terminado siendo absorbido.

El crecimiento de Vox en los últimos meses no se debe a una buena estrategia, a un liderazgo carismático o a una movilización eficaz. Se debe al ruido. Y ese ruido lo están generando desde dentro del Partido Popular, con Ayuso a la cabeza.

Cada frase altisonante, cada teoría conspirativa, cada ataque infundado a las instituciones es un ladrillo más en el edificio de la ultraderecha. Vox no necesita hacer nada más que esperar. Esperar a que Ayuso hable. Esperar a que Feijóo no reaccione. Esperar a que la derecha tradicional olvide que su fuerza estaba en la moderación, no en la histeria.

Si no hay una ruptura clara con el discurso extremista, la derecha democrática se diluirá. Y entonces será demasiado tarde. Porque no será que Vox haya ganado. Será que el PP habrá perdido su alma.

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