El complejo franquista corroe a la derecha española

07 de Abril de 2024
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Mañueco Y Feijóo

El debate político está cayendo a niveles de parvulario. Asistimos a un progresivo y lento proceso de embrutecimiento de la sociedad con la finalidad de devolvernos a aquella España analfabeta del siglo pasado. Un país ágrafo, inculto y desmemoriado es un país mucho más influenciable y manipulable, y en esas está la extrema derecha patria, gran interesada en arrasar con todo lo que huela a cultura, a pensamiento libre, a educación y ciencia. La prueba de lo que decimos la hemos tenido hace solo unos días, cuando un grupo de periodistas se acercó al presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, para preguntarle sobre las nuevas leyes de concordia de los gobiernos autonómicos de derechas, un conjunto de truños legales concebidos para borrar la verdad de la memoria histórica, para hacer borrón y cuenta nueva de los totalitarismos del pasado y que el español de hoy pueda volver a dejarse seducir por aquellas nefastas ideologías autoritarias que solo trajeron odio, guerra y destrucción a este país y al resto de la humanidad.

“Es evidente que el franquismo fue una dictadura porque lo dice la RAE”, sentenció el hombre que viene blanqueando a Vox tras abrirle las puertas de las instituciones. Y lo dijo tan ancho y tan fresco, como si hubiese descubierto la rueda o el fuego. Pues este es el nivel. En pleno siglo XXI, el siglo de los avances tecnológicos y los viajes espaciales, un dirigente político votado por el pueblo se nos pone en plan historiador dominguero, dándoselas de gran referente intelectual de nuestro tiempo, para descubrirnos que la España de Franco fue un régimen dictatorial. Qué tipo tan brillante, que lumbrera de nuestro tiempo, qué cabeza. Gracias, señor Mañueco, por existir. Gracias por instruirnos y abrirnos los ojos. Gracias por iluminarnos y arrojar luz a este país sumido en la ignorancia y la oscuridad.

La derecha es mentira, injusticia social e incultura. De ahí que centre sus debates en cosas de Perogrullo, el humo habitual para despistar y que no se hable de lo realmente importante, de los salarios de los trabajadores, de los derechos cívicos, del avance en la justicia social. Tras más de cuarenta años de democracia, Mañueco reconoce cínicamente que aquello que vivimos entre 1936 y 1975 fue el totalitarismo total, pero lo hace con la boca pequeña, el eufemismo y el doble lenguaje. Y se comporta así sencillamente porque no es un auténtico demócrata, porque le puede la nostalgia, porque le pone la camisa azul y elCara al Sol. Por eso tira de la RAE para eludir el problema, por eso se esconde tras subterfugios retóricos. A este gente de la derechona patria le duele afrontar la memoria histórica porque les toca muy dentro, a ellos y a sus antepasados que tomaron parte en las tropelías cometidas en aquellos años en este país. Tratan, inútilmente, de escapar al complejo freudiano del patriarca fundador, pero no pueden, y cualquier día los prebostes de Génova dan la orden a sus académicos conservadores (el Tribunal Supremo de la lengua española que también creen controlar) para que cambien la definición del término franquismo y aquí no ha pasado nada. Cuando menos lo esperemos, los peones ultras de la RAE dan el cambiazo a la incómoda palabreja y la redefinen a su manera y en función de sus intereses políticos, tal como han hecho con la memoria histórica. Ahí va una propuesta a modo de idea, señor Mañueco: “Franquismo. Etapa de la historia de España caracterizada por el orden, la paz y la prosperidad de los españoles. Período histórico comprendido entre 1939 y 1975 en el que gobernó Franco, ese gran hombre”.

¿Pero cómo hemos llegado a toda esta miseria de la moral, de la política y de la historia? No hay que ser un fino analista político para entender que Mañueco, y por ende el Partido Popular, ha asumido sin complejos la ideología ultra del partido socio en tantos gobiernos bifachitos regionales. Con un señor como Juan García Gallardo-Frings al lado, como vicepresidente de Castilla y León y comisario político para la recuperación de la memoria franquista, ¿qué podemos esperar? Nada bueno. Revisionismo y bulo, paridas y más paridas, el mundo al revés y la propaganda goebelsiana que tan magistralmente practicaban los fanáticos del siglo XX. Por ese motivo, la nueva legislación de la derecha que viene a enterrar todo lo que se había avanzado –todo lo que habían conseguido los familiares empeñados en sacar los huesos de sus seres queridos de las cunetas para devolverles la dignidad y algo de justicia–, no se atreve a hablar abiertamente de “dictadura” y disfraza el concepto por otro más difuso como “franquismo”. Mañueco no ha tenido el valor de incluir la palabra dictadura en los preámbulos de sus leyes de concordia sencillamente porque eso suponía no solo enemistarse con quienes los mantienen en el poder, sino, y esto es lo más preocupante, porque no ha superado el complejo del padre. A fin de cuentas, la derecha contemporánea fue fundada por Fraga, un ministro de Franco, y desde entonces aún no han hecho la debida transición a la democracia. La derecha española nunca fue antifascista (una excepción en Europa), de ahí que salga a la palestra un personaje tan siniestro como Alejandro Nolasco, vicepresidente de Aragón, para calificar de “payasada” la memoria histórica y advertir de que no habrá marcha atrás en sus leyes de concordia por mucho que Sánchez recurra “a la ONU o a la Agencia Espacial”. Falangismo a braga quitada.

Ahora PP y Vox, allá donde gobiernan, en Castilla y en Valencia, en Andalucía y Murcia, nos vienen con una serie de panfletos ultras, las mal llamadas “leyes de la concordia”, que no tienen otra finalidad que blanquear el franquismo y enterrar la memoria de los asesinados y represaliados. Es decir, seguir ocultando la verdad de los hechos. Franco ganó la guerra civil, pero perdió la batalla de la historia, ya que en 1975, cuando por fin el tirano pasó a mejor vida, dejándonos descansar de tanto horror y tanta represión, los españoles casi al unísono gritaron aquello de “libertad, libertad, sin ira libertad”, dándole una patada a su legado histórico de odio militarista y dictadura. Hoy, a fuerza de bulos y de revisionismos baratos, la extrema derecha española quiere volver a ganar la batalla de la verdad, solo que esa batalla la tienen perdida por mucho que traten de intoxicar a la opinión pública con sus mentiras que pretenden colarnos por la puerta de atrás de las instituciones democráticas, tal como hacían los dictadores de antaño. Una vez más, vencerán, pero no convencerán, porque la verdad es como la vida misma, que siempre acaba abriéndose camino, hasta en las condiciones más duras y hostiles.

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