En un sorprendente ejercicio de autocrítica y tardía reflexión, el Partido Popular (PP) ha reconocido públicamente sus errores y la confusión generada por su estrategia hacia Vox durante las últimas elecciones. El PP, en su afán por capitalizar el voto de derecha y frenar el ascenso de Vox, adoptó una postura ambivalente hacia la formación liderada por Santiago Abascal. Mientras se proclamaba como el único bastión contra el avance del populismo de la izquierda, se permitió una serie de pactos con Vox en diversas Comunidades Autónomas y 140 ayuntamientos, que sembró la confusión y desorientación entre sus propios votantes.
Resulta irónico que el partido, que durante décadas ha arremetido contra el nacionalismo y separatismo en España, se haya mostrado reacio a tomar una postura clara hacia Vox, un partido que también abraza postulados nacionalistas y cuyos líderes han realizado polémicas declaraciones sobre la unidad del país. Esta falta de coherencia en su discurso ha permitido que Vox capitalice el voto de aquellos españoles descontentos con la gestión del PP.
La polémica foto de 1995 en la que aparece Marcial Dorado, un narcotraficante gallego, ha sido un lastre para el partido en la arena nacional. Aunque en Galicia pudo haber sido una cuestión superada, el PP no supo manejar adecuadamente este episodio en el resto de España, donde muchos votantes desconocían este oscuro capítulo de su historia.
Además, el PP ha mostrado una clara falta de habilidad comunicativa para explicar sus alianzas con Vox, ya de por sí complicado de argumentar. Algunos líderes del partido se esforzaban por demonizar a la formación ultraderechista en la campaña, en algunas regiones aceptaban pactar con ellos sin una justificación clara y convincente. Esta falta de pedagogía política ha llevado a la pérdida de votantes de centro que se sintieron desorientados por la contradicción entre el discurso y los hechos del PP.
La corta memoria del PP también ha sido evidente durante esta campaña electoral. Olvidaron que el miedo al populismo de derecha no funcionó en las elecciones andaluzas un año antes, y repitieron la misma estrategia esperando resultados diferentes. Este enfoque miope ha demostrado su ineficacia y ha permitido que el PSOE capitalice el voto de los españoles preocupados por el auge de la extrema derecha.
Algunos dirigentes del PP han manifestado su apoyo inquebrantable a Feijóo, más una estrategia para mantener las apariencias, que una verdadera convicción. La realidad es que el liderazgo del PP está en entredicho, y la falta de alternativas sólidas dentro del partido solo agrava su situación.
El reconocimiento de errores por parte del PP es solo un primer paso hacia la autocrítica necesaria para entender por qué no cumplieron los pronósticos que todas las encuestas vaticinaban. La falta de coherencia en su estrategia hacia Vox, la escasa habilidad comunicativa y la corta memoria política han sido los principales responsables del descalabro del partido.