Las recientes declaraciones de José Mª Llanos, síndic de Vox en Les Corts Valencianas, que coloca a Francisco Franco en el mismo plano histórico que figuras como Stalin, Azaña, Carlos III y Julio César, no solo es una distorsión de la historia, sino que revela un desdén alarmante por la memoria y el sufrimiento de las víctimas del franquismo. Esta comparación es no solo inapropiada, sino también ofensiva, y fuera del contexto histórico.
El intento de Llanos de neutralizar el impacto del franquismo al llamarlo simplemente un "personaje histórico"y su reticencia a categorizar claramente el régimen como dictatorial, es una manipulación peligrosa que amenaza con reescribir la historia a favor de una narrativa que minimiza los crímenes y la represión durante la dictadura de Franco. Afirmar que “todas las dictaduras son rechazables” mientras se evita condenar específicamente el franquismo no es más que un juego de palabras vacío, una táctica retórica que intenta desviar la crítica sin comprometerse con la verdad.
La estrategia de Vox de no solo fallar en condenar el franquismo, sino de intentar posicionarlo dentro de un marco de "normalidad histórica" comparable a la de líderes como Azaña, quien luchó por la democracia y la libertad en España, es particularmente reprochable. Esta comparación no solo es una falta de respeto a la historia, sino que también insulta la memoria de aquellos que sufrieron bajo el yugo de Franco y aquellos que aún viven con las cicatrices de su tiranía.
Vox, al hacer estas afirmaciones, no está actuando como un partido que respeta los principios de la democracia. Más bien, está enviando un mensaje claro de que su compromiso con los valores democráticos es, en el mejor de los casos, superficial. La ambigüedad calculada y la retórica evasiva respecto al franquismo apuntan a una peligrosa simpatía con métodos autoritarios, lo cual es totalmente inaceptable en cualquier partido que se pretende democrático.
La actitud de Vox hacia el franquismo y su tratamiento de la historia no solo es una afrenta a la verdad y la justicia, sino que también representa un grave riesgo para el entendimiento y la cohesión social en España. La memoria histórica no puede ser objeto de manipulación política para servir agendas contemporáneas.