Europa, puerta del infierno

La UE pretende copiar el modelo migratorio de Giorgia Meloni consistente en recluir a miles de extranjeros en campos de concentración

16 de Octubre de 2024
Actualizado el 17 de octubre
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Imagen de un centro de detención de inmigrantes de Giorgia Meloni que Von der Leyen pretende implantar en toda Europa.
Imagen de un centro de detención de inmigrantes de Giorgia Meloni que Von der Leyen pretende implantar en toda Europa.

En La puerta del cielo, la magnífica película de Michael Cimino, un siniestro grupo de poderosos hombres de negocios, la elitista Asociación Stock Growers del condado de Johnson (estado de Wyoming), se conjura en la sombra para crear un ejército paramilitar contra los pequeños propietarios y granjeros inmigrantes. Para ello redactan una lista negra con 125 nombres, a los que irán ejecutando (más bien exterminando como insectos), a tiro limpio y uno a uno. Es la guerra sucia dentro del Estado. Una especie de implacable Ku Klux Klan para preservar los privilegios de las clases dominantes, un racismo económico que no se diferencia demasiado del que vivimos hoy en día. No estamos tan lejos de esa distopía.

“Altos muros grises de hormigón, alambradas, cámaras y torreones de vigilancia. Centros que podrían calificarse como los Guantámano de Giorgia Meloni”. Así describen las oenegés las instalaciones para inmigrantes que Italia está construyendo en Albania, un modelo que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, quiere implantar en todo el territorio de la UE. Centros que recuerdan en buena medida a aquellos viejos campos de concentración del siglo pasado. Centros de detención ilegal que atentan contra los más elementales derechos humanos. Centros de represión, racismo y muerte. Europa como un sórdido e inmenso gueto.

Finalmente, Von der Leyen ha claudicado ante el empuje de la nueva lideresa de la extrema derecha europea, Giorgia Meloni, admirada y adulada por el conservadurismo clásico del viejo continente. El fascismo le está ganando la partida a la democracia liberal. Lo que el Gobierno de Roma está haciendo con Albania es sencillamente un chantaje a un país en vías de desarrollo. Dinero a cambio de cárceles de alta seguridad para inmigrantes. Los albaneses tragan con esto porque no les queda otra, porque han iniciado los trámites de ingreso en la UE y porque cualquier problema con Italia podría poner en serio peligro su entrada en el selecto club europeo. Tienen que aparentar que son buenos chicos, cumplidores, sumisos y plegados a los deseos de la primera dama del nuevo mussolinismo posmoderno, y lo asumen todo. Cuando el amo toca a la puerta, se calla y se obedece.

Llama la atención que esta infamia de pacto migratorio haya sido aceptada por el primer ministro albanés Edi Rama, el político pintor, el político escritor, el político profesor universitario, publicista, exjugador de baloncesto y unas cuantas cosas más, además de presidente del Partido Socialista de Albania. ¿Qué le ha prometido Meloni a Rama para que haya pasado por el aro de la nueva esclavitud del siglo XXI? Hará bien Pedro Sánchez en mantener las distancias respecto a este sujeto, un lacayo de la extrema derecha supremacista europea.

Hoy llega el barco con los primeros migrantes que serán aparcados en dos de los centros de la deportación, en los centros de la vergüenza. Dieciséis desgraciados galeotes de Egipto y Bangladés conducidos a Albania en un buque militar, como enemigos o delincuentes. Los primeros infelices condenados al rancho de la prisión, a la vida dura de la celda y a las estrictas medidas de seguridad de los Guantánamo albaneses. Salieron de sus casas huyendo de la miseria y el hambre y van a terminar en una cárcel por un delito gravísimo: jugarse la vida en el mar para llenar el estómago cada día, soñar con labrarse un futuro mejor para ellos y sus familias, probarse en la ruleta de la suerte en un país extranjero, como han hecho generaciones enteras de seres humanos desde que el mundo es mundo. La inmigración es un derecho universal. ¿Qué hubiese sido de tantos españoles, los célebres gallegos que llegaron al otro lado del charco con una maleta, una gorra y el corazón lleno de ilusiones, si los hubiese recibido una implacable carcelera como Meloni dispuesta a devolverlos a España? ¿Cómo se hubiesen construido los Estados Unidos de América sin inmigrantes italianos, irlandeses, alemanes o polacos?

La Europa de hoy necesita mano de obra para seguir creciendo, tanto como 30 millones de trabajadores. Sin ese capital humano, el Estado de bienestar colapsará. No se podrán sostener las pensiones, grandes sectores económicos dejarán de producir, la sombra de la crisis y la recesión asomará en el horizonte. Ya ocurrió en el Reino Unido tras el Brexit, donde los lores imperialistas de Su Majestad cerraron el grifo de la inmigración, y ocurrirá también en Alemania, en Francia, en España. Los vientos de la xenofobia arrecian en todas partes. La extrema derecha, consolidada en el poder en más de diez países de la UE, impone sus dogmas y postulados. E influyen, y mucho, en las políticas de Bruselas. Un segregacionismo que empieza a recordar demasiado a la Solución Final de la Alemania nazi. Un nauseabundo apartheid que trata a los inmigrantes como delincuentes, o algo peor, como animales sin derechos. Feijóo, espoleado por Santiago Abascal, se declara admirador del modelo Meloni y ya fantasea con implantarlo en Canarias; Pedro Sánchez, situándose en el lado bueno de la historia, jura que jamás se someterá a la infamia de los campos de concentración. Sin embargo, nada parece frenar la corriente macabra de la época. Las sociedades europeas ven en la inmigración multirracial no una ventaja para crecer económicamente y para la integración y hermanamiento de los pueblos, sino una guerra cultural, una amenaza para la pureza de la sangre, el final de la tradición cristiana. La teoría del reemplazo, tan falsa como nauseabunda.   

Europa retorna a los muros y mazmorras del pasado. Nos hemos convertido en seres insensibles y codiciosos, temerosos e inhumanos. Primero encarcelamos a gente inocente, privándoles del legítimo derecho a su libertad; después les arrebatamos la posibilidad de un feliz porvernir. ¿Qué será lo siguiente, salir a por ellos, escopeta en mano, como los sicarios de Cimino?

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