Feijóo chantajea al PNV

El líder del PP acusa a los nacionalistas de "cómplices" y "encubridores" de la corrupción del sanchismo, una forma de presión para que firme la moción de censura

02 de Julio de 2025
Actualizado a las 16:13h
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Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en una imagen de archivo
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en una imagen de archivo

La última orden de Feijóo para terminar de derribar el sanchismo la ha dado esta misma mañana: presionar, apretar las clavijas, extorsionar si es preciso al PNV para que claudique y retire su apoyo al Gobierno de coalición. Sin el nacionalismo vasco, Sánchez estaría liquidado, finiquitado, y tendría que convocar elecciones anticipadas.

Los asesores jurídicos del PP se están leyendo una y otra vez el histórico auto del juez Leopoldo Puente que ha terminado con la mano derecha del presidente del Gobierno, Santos Cerdán, en la prisión de Soto del Real. Miran y remiran con lupa cada renglón, revisan cada dato, exprimen, conectan aquí y allí, tirando de cada hilo que pueda poner en un aprieto al inquilino de Moncloa. Y la última conclusión que han extraído es que el PNV estaba también metido en la trama Koldo a través de Servinabar, la empresa navarra que se sitúa en el epicentro de las comisiones y mordidas obtenidas por el trío maldito Cerdán/Ábalos/Koldo (supuestas comisiones y mordidas, habría que añadir, ya que hasta el momento la UCO no ha encontrado los millones, ni las cuentas corrientes ocultas, ni los paraísos fiscales procedentes de tanta adjudicación como publica la prensa de la caverna).

Todo parte de la propia declaración de Santos Cerdán ante el instructor del Tribunal Supremo, a quien dijo que el empresario Antxon Alonso, de Servinabar, pudo tener alguna influencia sobre los nacionalistas vascos a la hora de apoyar la moción de censura de 2018 que acabó con Mariano Rajoy en la cola del paro (previa despedida en una maratoniana comilona en un céntrico restaurante madrileño) y con la investidura de Sánchez como presidente del Gobierno. A partir de ahí, los exégetas del Partido Popular han disparado los habituales rumores, especulaciones, bulos y comentarios hiperbólicos. Los consejeros de Feijóo le han sugerido que ven filón en ese precioso dato, ya que, si la moción de censura contra Rajoy se apoyó en un PNV influido por una gran empresa metida en el ajo de la trama Koldo, todo lo demás –las dos legislaturas, la coalición de izquierdas, los siete años de sanchismo, en fin–, fue ilegítimo, ilegal, una gran e inmensa mentira.

En el fondo, se trata de la misma idea de la deslegitimación del sanchismo que el PP viene explotando hasta la saciedad desde el primer minuto que Sánchez accedió al poder, solo que exagerada hasta la caricatura. El argumentario que Feijóo está repartiendo entre los suyos, en forma de circular interna, se reduce a un eslogan principal: Sánchez amañó las primarias (falso, hubo dos votos manipulados en Navarra, donde precisamente ganó Madina y no Sánchez), amañó la moción de censura, amañó las elecciones generales (el bulo trumpista del pucherazo) y amañó la estabilidad de la gobernanza con los siete votos de los de Puigdemont. En conclusión: Sánchez no es más que un aprendiz de golpista.

La estrategia de la deslegitimación es tan maquiavélica como tóxica para la democracia y traerá consecuencias nefastas, como la desafección ciudadana y un nuevo impulso a la extrema derecha. A esta hora, Feijóo entiende que la clave para derrocar al Gobierno es que los socios se bajen del barco e instar una moción de censura. Y el PNV es, sin duda, el flanco más débil, la grieta vulnerable, el punto sensible del mecano sanchista. Con Junts lo tiene imposible (nunca votarán al líder del partido que le aplicó el 155 a Cataluña, salvo que ceda a un referéndum de autodeterminación); con Esquerra todavía peor (Rufián es un hombre de profundas convicciones progresistas y jamás tragará con entregarle parte del poder a Vox); y lo mismo cabe decir del BNG, Compromís y Bildu (a Sumar y Podemos ni los mencionamos, cualquier apoyo de estos dos partidos a una moción de censura del PP es pura ciencia ficción). Así que el líder genovés ha concluido que su última oportunidad, su última bala, está en los euskaldunes.

Ahora bien, el Partido Nacionalista Vasco tampoco está por la labor. Las relaciones entre populares y jeltzales no atraviesan por su mejor momento desde que los primeros tumbaran en el Parlamento el conocido como decreto “ómnibus” del Gobierno, una de cuyas medidas era la devolución al PNV del palacete de Marceau de París, actual sede del Instituto Cervantes, que entre 1937 y 1940 fue punto de reunión, encuentro y primera delegación del Gobierno de Euskadi en el exilio hasta que los nazis ocuparon Francia y el inmueble cayó en manos de la Gestapo. Feijóo sabe que las relaciones están prácticamente rotas desde que se negó a devolver el edificio a su legítimo dueño –una deuda moral con la democracia y con la memoria histórica–, solo para no enfadar a Abascal, que es quien en realidad sostiene los gobiernos autonómicos del PP. De modo que los contactos con los nacionalistas para que se suban al carro de la moción de censura y acabar de una vez por todas con Sánchez parecen abocados al fracaso. Fallido el plan A, Feijóo sopesa pasar al plan B, que puede ser mucho más cruento y siniestro: chantajear al nacionalismo vasco, amenazarlo con el auto del juez Puente que apunta a presuntas conexiones Servinabar/PNV, ponerle la pistola en el pecho al bueno de Aitor Esteban para que le tiemblen las piernas, capitule y acabe firmando la famosa moción de censura contra Sánchez. Hoy mismo, Feijóo ha tildado a los integrantes del PNV de cómplices y encubridores de la mafia sanchista, mientras que el presidente del PP vasco, Javier de Andrés, ha elevado el tono contra los nacionalistas al exigir “explicaciones” sobre los tejemanenejes entre Servinabar y Santos Cerdán. La operación de extorsión ya ha comenzado.

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