Alberto Núñez Feijóo y su partido, el Partido Popular (PP), han adoptado una postura de crítica constante en el escenario político actual, apuntando frecuentemente a las supuestas transgresiones y errores del gobierno en funciones. Sin embargo, lo que resulta especialmente llamativo, y hasta cierto punto irónico, es la referencia que hace Feijóo al caciquismo, dada la percepción que los que lo conocen tienen de su gestión en Galicia.
El término "caciquismo" evoca en la mente del español una imagen de líderes locales o regionales que ejercen un control casi absoluto sobre su jurisdicción, a menudo desoyendo las leyes o la ética en pos de sus intereses personales o políticos. Esta es precisamente una de las críticas que se han dirigido hacia Feijóo durante su mandato en Galicia: la acusación de haber ejercido un control desmedido, adoptando posturas y decisiones que rozan con prácticas caciquiles.
Por ello, resulta paradójico que Feijóo y el PP se erijan ahora como paladines contra el caciquismo, cuando en su propio territorio se les ha señalado por comportamientos similares. Esto no solo arroja dudas sobre la sinceridad y coherencia de sus críticas, sino que también cuestiona la autenticidad de su proyecto político.
Francina Armengol
El reciente cuestionamiento al papel de Francina Armengol, junto con la demanda reiterada de una nueva convocatoria electoral, parece indicar una estrategia de deslegitimación constante, en vez de la propuesta de soluciones y alternativas concretas. A la vez, al poner en duda la neutralidad de Armengol, están también cuestionando las instituciones democráticas que, paradójicamente, pretenden defender de las "cacicadas" de otros.
La necesidad de España es clara: líderes y partidos políticos que, más allá de las críticas, presenten soluciones viables y propuestas concretas. El PP, bajo el liderazgo de Feijóo, puede optar por continuar por la senda de la crítica y la denuncia, arriesgándose a caer en la ironía de acusar a otros de las prácticas que ellos mismos han sido señalados de ejercer, o pueden decidir presentar un proyecto político sólido, coherente y, sobre todo, creíble.