Imaginemos por un momento un escenario distinto. Supongamos que Pedro Sánchez hubiera decretado el estado de alarma antes de que las inundaciones causadas por la DANA arrasaran la Comunidad Valenciana. El eco de las críticas no habría tardado en llegar: Alberto Núñez Feijóo, acompañado de otros líderes del PP y de miles de manifestantes en Madrid y Ferraz, habrían clamado contra una medida “excesiva” e “innecesaria.” ¿Acaso no habríamos visto pancartas exigiendo su dimisión? No es descabellado pensar que el mismo Feijóo, quien hoy exige una respuesta enérgica del gobierno central, habría encabezado un fervoroso rechazo a Sánchez, aludiendo a la supuesta autoritarismo y la “falta de humanidad” del presidente.
Sin embargo, ahora que es él quien debería dar respuestas claras y coherentes, Feijóo recurre a la ambigüedad y a las críticas selectivas, exigiendo medidas a Sánchez que él mismo habría combatido enérgicamente de estar en una posición distinta. Hoy defiende sin reparo a su "barón" valenciano, Carlos Mazón, afirmando que ha sido “el único que ha hecho autocrítica.” Y no sólo eso: en una entrevista en Antena 3, Feijóo señala como único responsable al Gobierno central, cargando contra Sánchez por no activar la emergencia nacional. La contradicción es evidente: en lugar de asumir que la gestión de Mazón tuvo fallos, Feijóo aprovecha para atacar, una vez más, a un gobierno al que acusa de “abdicar de sus funciones.”
Un líder político perdido entre bandazos y promesas vacías
Feijóo se muestra como un político a la deriva, incapaz de mantener una postura firme y ofreciendo respuestas que varían según el contexto. Pide una cosa y, cuando le conviene, exige justo lo contrario. Al principio, sus mensajes apuntaban a la necesidad de estabilidad, pero su actuación reciente demuestra que esa estabilidad es solo para sus compañeros de partido, mientras exige lo imposible al gobierno central.
Cuando Feijóo arremete contra Sánchez en cada oportunidad que se le presenta, no sólo muestra falta de coherencia, sino que alimenta una narrativa de confrontación que no busca resolver los problemas, sino hacer ruido. Las manifestaciones de apoyo y condena que promueve según le conviene, los ataques al gobierno y su discurso en contra de cualquier medida que no surja de sus filas reflejan a un político que juega con fuego, moviéndose peligrosamente hacia el precipicio. Mientras tanto, Isabel Díaz Ayuso, siempre pendiente de su oportunidad, observa en silencio, preparada para ocupar el lugar de un Feijóo cada vez más cuestionado por su falta de firmeza y congruencia.
La defensa de Mazón: ¿autocrítica o simple estrategia?
Feijóo ha intentado blindar la gestión de Mazón, argumentando que fue “el primero en hacer autocrítica.” Sin embargo, tras las protestas masivas en Valencia exigiendo su dimisión, su "autocrítica" parece insuficiente para quienes sufrieron las consecuencias de una DANA que dejó devastación y pérdidas humanas irreparables. A pesar de que Feijóo intenta exonerar a Mazón afirmando que "no formaba parte del Cecopi" (Centro de Coordinación Operativa Integrada), esta defensa solo añade confusión y genera preguntas sobre su papel en la gestión de la crisis.
La reacción de Feijóo ante la DANA subraya su falta de coherencia. Mientras acusa al Gobierno de “falta de humanidad” y de haber actuado “de mala fe” al no activar la emergencia nacional, justifica que Mazón no estuviera presente en el comité de crisis. Si Sánchez hubiera sido quien evitara participar en una reunión de emergencia, Feijóo habría pedido su cabeza en bandeja, y es que, como líder de la oposición, ha demostrado estar dispuesto a usar cada tragedia como arma política.
Un discurso incendiario que busca confrontación
En su reciente entrevista en *Antena 3*, Feijóo acusó al Gobierno de actuar “por motivos políticos” y de no intervenir en la DANA porque la Generalitat Valenciana “no es del PSOE.” Sin pruebas claras, lanza una acusación que alimenta la polarización y el resentimiento entre comunidades autónomas, sugiriendo que la tragedia fue usada como una herramienta de venganza política. En su discurso, Feijóo critica que Moncloa “abdique de sus funciones” y que no haya activado la emergencia nacional, cuando en otros contextos, él mismo ha calificado de “alarmistas” y “exageradas” este tipo de medidas en situaciones menos críticas.
Este tipo de mensajes, plagados de contradicciones y de un oportunismo alarmante, demuestran que Feijóo no está dispuesto a asumir la responsabilidad que le corresponde como líder de la oposición, sino que busca en cada situación una oportunidad de desgastar al gobierno central, aun a costa de manipular el dolor y la angustia de las víctimas de una tragedia.
Ayuso, a la sombra, huele el poder
En medio de este mar de contradicciones, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, permanece en silencio, observando cómo Feijóo desgasta su credibilidad. Desde la sombra, Ayuso parece esperar el momento justo para capitalizar los errores de su líder, preparándose para una posible sucesión. Su silencio es más elocuente que cualquier palabra de apoyo a Feijóo, y es que la ambición de Ayuso no ha sido nunca un secreto. A medida que la imagen de Feijóo se tambalea, ella espera el instante adecuado para arremeter y situarse como la líder indiscutible del PP.
Feijóo: una amenaza a la estabilidad política
La hipocresía de Feijóo no es solo un problema de su partido, sino un riesgo para la estabilidad política del país. Su tendencia a pedir una cosa y hacer justo lo contrario erosiona la confianza en la clase política y fomenta el desencanto entre los ciudadanos. Un líder que cambia de opinión según la dirección del viento no es el tipo de dirigente que España necesita, y menos en momentos de crisis como el actual.
Su falta de coherencia, sus críticas vacías y su incapacidad para reconocer los errores propios ponen en peligro la credibilidad de la oposición y, con ella, la posibilidad de un debate político serio y constructivo. En lugar de sumar al esfuerzo nacional por enfrentar los desafíos, Feijóo ha optado por la confrontación y la hipocresía, minando los cimientos de la política responsable.
Hoy, Feijóo defiende la gestión de Mazón y critica a Sánchez, pero ¿qué haría si los papeles se invirtieran? La respuesta es clara: arremetería sin piedad, pediría dimisiones y llenaría las calles de manifestantes. Feijóo juega con el dolor de las víctimas y con el miedo de los ciudadanos, moviéndose al ritmo de la conveniencia y sacrificando principios por ambiciones. ¿Será esta estrategia su propio fin?