Las inundaciones provocadas por la última DANA en Valencia y otras zonas han dejado no solo un rastro de destrucción material y tragedia humana, sino también una narrativa que, bajo la consigna de "solo el pueblo salva al pueblo", ha prendido con fuerza en redes y medios. Este lema, en apariencia solidario y unificador, esconde sin embargo una falacia peligrosa y distorsionada: la de que el estado, en esta emergencia, ha brillado por su ausencia, y que la única fuerza capaz de actuar es la del "pueblo".
El éxito de esta consigna en redes y en el discurso de ciertos medios de la derecha y extrema derecha apunta a una agenda que parece buscar más la deslegitimación de las instituciones públicas que una reflexión honesta sobre la capacidad de respuesta. Es una narrativa atractiva porque apela a una dicotomía simple: pueblo bueno versus estado ausente y negligente. Sin embargo, en su simplicidad, oculta las complejidades de la gestión de emergencias y la importante, aunque mejorable, intervención pública que ha estado presente en esta crisis.
El "pueblo" y el estado: una relación compleja
Aunque la idea de que "el pueblo salva al pueblo" tiene raíces en el imaginario de la resistencia popular, su significado cambia en el contexto de una democracia estable y un estado de derecho como el español. Aquí, el estado está compuesto por múltiples niveles de gobierno —nacional, autonómico y local— que trabajan en conjunto y no en competencia con la ciudadanía. Ignorar esta realidad y ensalzar un individualismo exagerado, en el que solo los ciudadanos actúan y las instituciones fallan, resulta no solo peligroso, sino también falso.
En Valencia, durante la crisis de la DANA, hemos sido testigos de actos heroicos de solidaridad y ayuda mutua. Vecinos y voluntarios se han volcado en las tareas de limpieza y socorro. Sin embargo, la ayuda de las instituciones ha sido crucial, desde la rápida intervención de la AEMET hasta las actuaciones de las fuerzas de seguridad y protección civil. La consigna de "solo el pueblo salva al pueblo" desestima este esfuerzo y alienta un relato de autogestión sin apoyo institucional, impulsando una idea de antipolítica que socava la confianza en el sistema democrático.
La manipulación de la tragedia: un arma de doble filo
Resulta especialmente irónico que, mientras ciertos sectores de la derecha critican la "politización" de esta tragedia por parte de sus oponentes, se han valido de mensajes simplistas y consigas incendiarias para avivar la desconfianza hacia el estado. Los mismos partidos y medios que durante décadas han instrumentalizado las víctimas de ETA ahora usan la tragedia de la DANA para culpar a la administración y generar indignación, sin aportar soluciones reales.
Mientras en su momento se acusaba a otros de utilizar a las víctimas de ETA para fines políticos, ahora algunos dirigentes han arremetido contra el gobierno, acusándolo de desinterés en esta catástrofe. La realidad, sin embargo, muestra que el estado no ha estado ausente: la ayuda ha llegado en diferentes fases y de forma coordinada, aunque con margen para mejorar. Deslegitimar al estado con fines políticos a partir de una tragedia es un recurso fácil que, a largo plazo, puede hacer más daño a la cohesión social que la propia catástrofe.
El papel del estado en la gestión de emergencias
Es importante entender que en una catástrofe como la que ha golpeado a Valencia, el estado cumple una función esencial. Es cierto que, en los primeros momentos, cuando las calles están inundadas y los recursos son escasos, la ayuda vecinal es la primera en llegar. Sin embargo, esta primera ola de solidaridad no tiene la capacidad de coordinar la infraestructura necesaria para una recuperación sostenible y segura a largo plazo. Son las instituciones quienes pueden gestionar la logística, movilizar recursos y planificar la reconstrucción.
De hecho, la coordinación estatal resulta fundamental para evitar la fragmentación y la falta de recursos que surgirían en un sistema de pura autogestión. A lo largo de esta crisis, la intervención del gobierno y las administraciones locales han sido determinantes, y han trabajado de forma paralela y conjunta con la ayuda ciudadana. Lo que la narrativa del "pueblo salvador" ignora es que, sin la infraestructura del estado, ni el pueblo más voluntarioso podría responder de manera eficaz y continua a un desastre de esta magnitud.
La “doctrina del shock”: aprovechando la crisis para promover la antipolítica
Es evidente que la proliferación de mensajes deslegitimadores del estado no es casual. Estos mensajes se enmarcan en lo que Naomi Klein denomina la "doctrina del shock", donde se aprovechan las crisis para promover agendas que buscan privatizar y desmantelar los servicios públicos. Al alimentar la narrativa de un "estado fallido", se genera un ambiente propicio para el individualismo y el recorte de recursos públicos. Este discurso es parte de la agenda de aquellos que pretenden relegar al estado a un papel menor, abriendo el camino para la privatización de servicios esenciales.
La privatización es una consecuencia lógica de esta narrativa, ya que cuando la confianza en las instituciones se socava, aumenta el apetito por alternativas privadas. En lugar de invertir en fortalecer las instituciones públicas, la antipolítica empuja hacia un modelo en el que el bienestar social queda en manos de quienes pueden pagarlo. De este modo, la deslegitimación del estado es una herramienta que beneficia a los intereses económicos de aquellos que promueven un modelo neoliberal en el que las necesidades públicas se gestionan desde la óptica del mercado y no de la equidad social.
El estado de bienestar: la base que permite la solidaridad
La solidaridad es un valor importante en la sociedad, pero no puede ser la única respuesta ante las crisis. La movilización ciudadana en Valencia ha sido encomiable, pero sin el soporte del estado de bienestar, sus acciones serían insuficientes. Gracias a los impuestos que pagamos y a las instituciones públicas, podemos contar con infraestructuras que aseguran una respuesta estructurada y eficaz en situaciones de emergencia.
La sanidad pública, las fuerzas de seguridad y los servicios de protección civil son recursos que el estado pone a disposición de todos y que están financiados colectivamente. El pueblo "se salva a sí mismo", sí, pero lo hace a través de estas instituciones y del sistema de bienestar, que son los verdaderos garantes de una ayuda equitativa y coordinada. Destruir esta red de apoyo no hará sino aumentar la vulnerabilidad de la sociedad frente a futuras catástrofes, aumentando el peso de la respuesta en los sectores menos preparados.
¿Sólo el pueblo salva al pueblo? Una trampa peligrosa
La falacia de que "solo el pueblo salva al pueblo" es una trampa que nos aleja de soluciones reales y viables para enfrentar crisis como la DANA. Este tipo de consigna alienta una visión distorsionada de la realidad y alimenta la antipolítica. En lugar de centrarnos en mejorar la gestión pública y reforzar las instituciones, caemos en una dinámica de confrontación que solo beneficia a aquellos que ven en el estado una competencia para sus propios intereses.
Frente a las críticas y las narrativas desestabilizadoras, resulta fundamental recordar el valor del estado de bienestar y la importancia de defenderlo. El sistema público no es perfecto y necesita mejoras, pero es la mejor herramienta que tenemos para asegurar la igualdad en el acceso a la ayuda y a los recursos. En situaciones de emergencia, el estado es el único actor capaz de organizar una respuesta estructurada y sostenida, que supere la generosidad espontánea del pueblo y garantice una ayuda real a quienes más la necesitan.
La lección de la DANA: la solidaridad organizada como clave
La crisis en Valencia nos recuerda la importancia de la solidaridad, pero también de una administración pública fuerte y bien preparada. Es momento de aprender de los errores y trabajar en mejorar los protocolos de actuación, sin caer en simplificaciones peligrosas. Frente a futuras crisis, debemos fortalecer la colaboración entre ciudadanía e instituciones, garantizando que el estado de bienestar sea la columna vertebral de la respuesta y la recuperación.
La catástrofe de la DANA en Valencia nos ha mostrado la generosidad de la gente, pero también la necesidad de un estado capaz de actuar con eficacia. "Sólo el pueblo salva al pueblo" es un lema atractivo, pero en una democracia es solo a través de una administración pública fuerte y equitativa que podemos asegurar que la solidaridad no quede relegada a la buena voluntad, sino que se organice y se convierta en una fuerza estructurada capaz de enfrentar cualquier adversidad.