Feijóo, un mal escritor de best sellers

El líder del PP se abraza al lenguaje del populismo de extrema derecha para tratar de alcanzar el poder

10 de Junio de 2025
Actualizado el 11 de junio
Guardar
Alberto Núñez Feijóo, en el Congreso. Foto: Agustín Millán.
Alberto Núñez Feijóo, en el Congreso. Foto: Agustín Millán.

Ha muerto Frederick Forsyth, el espía que se hizo escritor, o quizá el escritor que siempre fue un espía. Quién sabe. Forsyth pasará a la historia como un autor que creó un lenguaje propio, la trama mecánica sobre la intriga psicológica, la investigación detallada de los hechos sobre la forma o el estilo literario. Corrupción, lavado de dinero, tráfico de armas, robo de identidad, toda la mugre destilada por el sistema y por el ser humano la destripó con la pericia de un cirujano. Puro periodismo de investigación pasado por el filtro de la ficción cuya tesis principal es que el mundo se divide entre depredadores y presas, entre comensales y víctimas, entre fuertes y débiles. El pez grande siempre se come al chico. Qué mejor metáfora que esa para describir la convulsa política nacional de hoy.

El autor de El día del Chacal nos deja justo cuando España entera se ha convertido en un tremendo novelón de intriga, de suspense, de agentes dobles y espías. Al igual que ocurre en la obra del escritor británico, ex agente del MI6, en nuestro país se ha instalado la ley del más fuerte o de la jungla por encima del Estado de derecho. Toda la piel de toro es ya una inmensa cloaca, y no solo por los audios y grabaciones de Leire Díez y Pérez Dolset, los presuntos fontaneros de Ferraz (habrá que confirmar que lo eran, hasta donde se sabe formaban un club de utópicos empeñados en hacer justicia y limpiar las instituciones), sino por toda la basura que sigue destilando el PP, el partido que se supone debe llegar al poder para regenerar la democracia. Y ahí es donde Feijóo se comporta como un mal aprendiz de Forsyth. Al igual que el novelista de Ashford, el jefe de la oposición y eterno candidato a la Moncloa, en su empeño por acabar con el sanchismo a toda costa, por lo civil o por lo criminal, trata de crear una realidad paralela, alternativa, de ficción. No escatima en medios ni en recursos retóricos, los utiliza todos (aunque chapuceramente, todo hay que decirlo): el simbolismo, la alegoría, la hipérbole más exagerada (en ese truco o artificio es un auténtico maestro) y hasta el bulo, el doble lenguaje y el sarcasmo. Feijóo, más que un político preparado para tomar el relevo y gobernar España, es un Frederick Forsyth de baja estofa que cada mañana se levanta, se pone delante del ordenador, con su taza de café, y le prepara al país un best seller de brocha gorda, apresurado y mal escrito, para que vaya haciendo boca.

Uno de los artificios narrativos que suele poner en práctica Feijóo es el mundo al revés, o sea darle la vuelta al calcetín de la realidad para que parezca justo lo contrario de lo que es. El líder popular es capaz de montar una manifestación en Madrid al grito de “mafia o democracia” sin mencionar ni una sola vez palabras como Gürtel, Kitchen o Policía Patriótica. Tiene arte, el figura. Si el Gobierno de Sánchez es una mafia, ¿qué es y que ha sido el Gobierno del PP durante tantos años? También tira de este recurso cuando dice que en Génova respetan las decisiones judiciales, no como el PSOE, que ataca a las togas con sus denuncias de lawfare. Y lo afirma el líder del partido que quería colocar a un presidente del Supremo de su cuerda para controlar la Sala Segunda “desde detrás”. Las contradicciones son infinitas, pero Feijóo, cuando se sienta a escribir su novela negra (negra no solo por el género literario en el que se encuadra, sino por las consecuencias más bien sombrías para el país) no filtra, ni pone coto a su imaginación. Vuelca todo su argumento o guion sin la más mínima coherencia o estructura.

Otro tropo empleado hasta la saciedad por Feijóo es el sarcasmo (él pretende ser irónico, retranca gallega, pero no puede porque le aflora el cínico que lleva dentro). Al hombre se le llena la boca de democracia cuando su partido, hoy por hoy, es un nido de fascistas. Espe Aguirre ensalzando el franquismo sin complejos ni pudor, Ayuso retornando al viejo lema “España una y no cincuenta y una” (con vergonzoso desprecio a las lenguas cooficiales, esencia plurinacional de este país) y los barones regionales firmando pactos con la extrema derecha de Vox como si no hubiese un mañana (el último en tragar el murciano López Miras). Feijóo se ha apropiado del término “democracia” cuando la democracia ni les gusta ni creen en ella porque siempre han sido autócratas de la última corriente Trump/Milei. Todo es de aurora boreal.    

Lógicamente, el best seller deslavazado y del montón que en plena Feria del Libro está firmando Feijóo tiene su legión de fans, como suele ocurrir en el prostituido mercado editorial de hoy. En la Justicia lo leen mucho y con fruición. Se está viendo estos días de despiadada caza de brujas contra el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, acusado de filtrar el expediente tributario del novio de Ayuso, el defraudador confeso Alberto González Amador. El juez del Supremo Ángel Hurtado, un suponer. El magistrado, influido sin duda por la escuela literaria ayusista, se ha inventado un auto para sentar en el banquillo al máximo responsable del Ministerio Público. Y lo ha hecho basándose en meros “indicios” sin pruebas. Hurtado no ha llegado a encontrar la “pistola humeante” (ni siquiera la pistola ya enfriada) para acusar a García Ortiz de topo de la prensa e incluso se ha saltado a la torera la declaración del periodista Miguel Ángel Campos, de la SER, a quien la filtración no le llegó por Fiscalía, según confirmó él mismo anoche en El Intermedio. El periodista reta al instructor a que le encuentre una sola prueba, un solo correo, una sola llamada, un solo encuentro que pruebe su relación con García Ortiz. “Tiene un relato predeterminado: hay que cazar al fiscal general del Estado”, concluye el periodista, que invita a la Justicia a abrirle causa por falso testimonio. Sin duda, estamos ante otro juez novelista, un “juez creativo”, según dice el siempre acertado Gran Wyoming. Los novelones de Feijóo, ese mal Forsyth de garrafón literario, tienen su público en el estamento judicial.

Lo + leído