Desde que se quitó las gafas, por salud o por pura cosmética profesional, la miopía política de Alberto Núñez Feijóo ha aumentado unas cuantas dioptrías. Tanto que su ceguera ante los grandes asuntos nacionales e internacionales empieza a ser preocupante. El hombre necesita una revisión urgente con su óptico de cabecera.
Podríamos poner muchos ejemplos de decisiones que el gallego ha adoptado últimamente y que vendrían a confirmar que es corto de vista política. Pero hay uno especialmente grave y sangrante donde queda en evidencia que no da una a derechas porque no ve tres en un burro: el exterminio de los palestinos. En las últimas semanas estamos asistiendo a un auténtico horror en la Franja de Gaza. Niños de vientres hinchados y ojos saltones a causa de la hambruna, bombardeos indiscriminados contra las colas de reparto de alimentos, mujeres recurriendo a bolsas de basura como pañales improvisados para sus bebés. El holocausto de un pueblo al que Israel se ha propuesto borrar del mapa para trazar las nuevas fronteras de Oriente Medio. El Anschluss o plan de anexión del reinstaurado Estado fascista hebreo. El genocidio de Netanyahu televisado en prime time conmueve a la comunidad internacional y cualquier político que se defina como demócrata (y más uno que dice querer gobernar este país) debería posicionarse en contra sin ambages, claramente, sin medias tintas ni cálculos electoralistas. Cualquiera menos Alberto. Feijóo se mueve, a sabiendas, en el terreno de la indefinición, como en una especie de juego macabro mientras cada día son asesinados cientos de inocentes. Cuatrocientas mil personas se encuentran en la fase cinco de la hambruna, es decir, en riesgo inminente de muerte por inanición (40.000 de ellos, niños).
A un hombre llamado a ocupar la Moncloa algún día se le pide un compromiso categórico con la causa de los derechos humanos, una posición firme y explícita frente al genocidio, un mínimo, pero pasan los días y el líder del PP parece que ni siente ni padece. ¿Cómo se explica semejante tibieza o pasotismo frente a la aniquilación de todo un pueblo? ¿Es debido al pasado franquista que sigue lastrando a la derecha española y que, al igual que hizo el Caudillo en su día con Hitler, aconseja guardar silencio ante la limpieza étnica llevada a cabo por un régimen fascista? ¿Es la presión torturante que sobre él ejerce Ayuso (una sionista convicta y confesa) la que le induce a ser benevolente con el Gobierno de Israel? ¿O acaso estamos ante un nuevo ejemplo de complejo de inferioridad respecto a Vox, que es quien impone la línea ideológica a seguir en la derecha española de hoy? Quién sabe. El caso es que, por hache o por be, el presidente del Partido Popular no termina de dar ese paso adelante para plantarle cara al gran genocida de nuestro tiempo. Sí, es cierto que alguna vez condena el crimen masivo que se está perpetrando en Palestina, pero lo hace con la boca pequeña, con circunloquios y como pasando de puntillas para que no se note demasiado. Una declaración de medio minuto y a otra cosa, a rajar de Koldo, de Ábalos, de Jésica y de los prostíbulos de Sánchez. Es una auténtica vergüenza para alguien que va de gran estadista.
En el asunto palestino, el presidente le está dando un auténtico baño para la historia, siempre teniendo en cuenta que el Gobierno socialista también ha cometido sus errores de bulto, como esos hipócritas contratos de compraventa de armas con Israel que deberían haber sido rescindidos hace ya muchos años. Pero entre la actitud oficial de Moncloa y la del actual jefe de la oposición no hay color. No vemos nosotros a Feijóo visitando el paso fronterizo de Rafah para calificar la invasión israelí de Gaza como un “genocidio” y exigir a la Unión Europea medidas más contundentes. Al contrario, hace solo unas semanas, dio órdenes a sus eurodiputados Antonio López-Istúriz y Nicolás Pascual de la Parte para que rechazaran la suspensión del acuerdo de asociación entre Bruselas e Israel. Istúriz incluso llegó a defender “el carácter democrático de Israel” y apostó por “apoyar al Estado israelí y al pueblo judío frente al creciente antisemitismo, sin dejar de criticar el deterioro de los derechos humanos en Gaza”. Puro cinismo político instado por el nuevo “núcleo duro” de Génova, o sea los Tellado y Muñoz que marcan perfil y sello ultra. Esta posición deliberadamente ambigua coloca al PP de Feijóo, inevitablemente, en el lado malo de la historia como cómplice del carnicero Bibi. Ya solo les falta pedir el televoto para Israel en el próximo Festival de Eurovisión.
Lo ideal en medio del sindiós de Gaza sería que el jefe de la oposición se posicionara codo con codo con un Gobierno que denuncia el genocidio, alineándose con una política común limpia, decente y de justicia humanitaria. Pero no lo verán nuestros ojos. Los españoles siguen esperando a Godot, o sea, a ese líder conservador presentable que nunca llega. Al igual que en la obra de Beckett, donde se trata el tema del vacío existencial y la rutina de la vida, Feijóo parece haber caído también en esa misma despersonalización/deshumanización. Pongo la televisión y veo a un niño palestino moribundo en la camilla de un hospital en ruinas. Hágalo señor Alberto, condene todo este horror como lo que es: como un horrible genocidio. Proclame con valentía el Estado de Palestina, tal como hace Macron. Seguirá percibiendo la realidad de España y del mundo más ciegamente que un gato de escayola porque un hombre de derechas siempre involuciona. Pero al menos se sentirá mejor consigo mismo y con su conciencia.