La propaganda militarista de Carlos Mazón

El nombramiento de un teniente general retirado como Gan Pampols para las tareas de reconstrucción de Valencia se antoja un nuevo error del presidente de la Generalitat

20 de Noviembre de 2024
Actualizado el 21 de noviembre
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Gan Pampols en una imagen de archivo. Foto: CGTAD/Ministerio de Defensa
Gan Pampols en una imagen de archivo. Foto: CGTAD/Ministerio de Defensa

Carlos Mazón ha elegido a un militar, el teniente general Gan Pampols, para las tareas de reconstrucción de Valencia tras la histórica riada. Por lo visto, el presidente incompetente no ha encontrado a ningún civil para encargarle la tarea y no será por falta de buenos ingenieros, peritos, arquitectos, agrónomos y delineantes en la hermosa tierra valenciana. Y en realidad no extraña que, visto el grado de ineptitud que ha demostrado el exhonorable a lo largo de la crisis, nadie quiera subirse con él a su barco. ¿Quién está tan loco como para asociarse con un capitán que cuando arrecia el temporal se encierra en su camarote durante cinco horas sin querer saber de nadie? Mazón es un político quemado, un activo tóxico, según fuentes de Génova, y cualquiera que una su destino al suyo terminará chamuscándose. Feijóo empieza a comprobar esa radiactividad que desprende el barón valenciano caído en desgracia y ya está soltando amarras con el delfín. El problema es que va tarde.

Es evidente que a Mazón no le ha interesado un perfil de gran urbanista o maestro de obras capaz de volver a levantar Valencia entre las ruinas y el barro. Quería a alguien que haga las veces de pararrayos, de muro o parapeto, cuando los periodistas le aborden para preguntarle por Maribel Vilaplana o por qué no apretó el botón de la alerta roja a su debido tiempo. Y lo ha encontrado en un militar en la reserva que escribe libros y participa en amenas tertulias televisivas. No tenemos nada en contra del teniente general Gan Pampols, al contrario, se ha revelado como un oficial inteligente de dilatada trayectoria y competencia profesional en tareas de reconstrucción de países devastados por la guerra. Pero no hace ni cinco minutos que ha aterrizado en su cargo y el hombre ya se ha metido en el primer charco, y no precisamente en un cenagal del anegado pueblo de Paiporta. ¿Qué quiere decir eso de que no está dispuesto a “aceptar órdenes políticas ni partidistas”? ¿Acaso piensa comportarse como un pequeño Julio César al margen de las instituciones y los controles democráticos? La polémica declaración recuerda, inevitablemente, a aquello que Franco, no sin cinismo, le decía a todos cuantos le rodeaban: “Haga como yo, no se meta en política”. Le guste o no al teniente general, si se ha sumergido en este berenjenal, es precisamente para hacer política. Todas las órdenes que vaya a impartir desde el minuto uno, desde mover un camión cuba de los bomberos hasta contratar a una empresa de limpieza o destinar recursos a la zona arrasada no es sino eso, un ejercicio de política, tomar decisiones políticas, en definitiva, ponerse perdido, hasta las cachas, con la espesa harina de la política.

Más allá del valor humano y profesional del oficial que va a tomar el mando, que no está en discusión, sorprende el hombre elegido por Mazón para acometer el mayor desafío de la historia. Esas incipientes declaraciones más propias de la España del 39 que de lo que es este país en el siglo XXI no dejan de producir desazón e inquietud. Como también chirría que Gan Pampols empiece la difícil tarea que tiene por delante lanzando loas patrióticas, como eso de que encara su misión como “un servicio a España”. Valencia no necesita patriotas, sino buenos gestores; Valencia no precisa de salvapatrias, sino de buenos cartógrafos con escuadra, cartabón y visión de futuro capaces de diseñar el territorio en función del cambio climático, el gran mal que ha provocado todo este sindiós.

Durante las horas dramáticas del tsunami, Mazón se enfundó el chalequillo rojo fosfi de Protección Civil, creyéndose el gran mariscal de campo que no es, el Mando Único in pectore, pero el tiempo (y los acontecimientos fatales) ha venido a demostrar que esa prenda le venía grande, de modo que ahora se oculta tras las condecoraciones y medallas de un militar de alto rango como operación de imagen a la desesperada. El president no está organizando un nuevo gabinete para la reconstrucción, sino un gabinete de prensa y propaganda goebelsiana, que no es lo mismo. Ha creído que colocando a una autoridad superior competente (militar, por supuesto, que para algo es de derechas y algo nostálgico), va a poder tapar sus vergüenzas. Poner a un militar al frente de las tareas de reconstrucción tras la dana no deja de ser otra excentricidad, una más, del Napoleón del Ventorro.   

Es evidente que la devastada provincia de Valencia va a necesitar un Plan Marshall como el que rescató la Europa de posguerra. Solo que Marshall llegó con muchos dólares bajo el brazo (menos a España, donde pasó de largo, como cuenta el peliculón de Berlanga) y no parece que la Generalitat esté dispuesta a invertir demasiado en algo que no da dinero, rentabilidad, ni comisión. A fin de cuentas, en el PP siguen siendo los mismos de siempre, los del capitalismo de amiguetes, y no hay más que abrir los periódicos valencianos de la mañana para comprobar que Mazón ya está dándole las subcontratas, a dedo, a los empresarios del Régimen. Adjudicaciones como esos cuatro millones en obras por la dana para dos condenados por la trama Gürtel. Qué feo.

Valencia no es, por fortuna, Afganistán ni el Líbano, territorios necesitados de un pacificador o gobernador militar. Ha quedado seriamente dañada en sus infraestructuras y tejido productivo, es cierto, pero la economía está lista para resurgir entre el barro a poco que se toquen las teclas adecuadas. El futuro pasa por grandes paquetes de ayuda a fondo perdido, inversión en obra pública (estatal y europea) y mucha filosofía intervencionista. El Gobierno central ya se ha puesto las pilas con una primera inyección (14.000 millones son muchos millones), mientras que el exhonorable se está mostrando más bien cicatero. Lo que propone Mazón, como buen ultraliberal, es la privatización del dolor y más propaganda, esta vez militarista. No es un Gan Pampols lo que necesita el pueblo valenciano, sino un visionario, un genio de la economía del futuro.

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