La gestión de la dana por parte del Gobierno del PP de Valencia ha sido nefasta. Carlos Mazón ha quedado en evidencia y Feijóo ha tratado de sostenerlo, incluso a costa de llevar una absurda guerra a la UE que amenaza con colapsar las instituciones europeas. Pero más allá de eso, de esta crisis sale una idea fundamental: ante una catástrofe de semejantes proporciones solo cabe más Estado. Quienes apuestan por recortar organismos e instituciones públicas, para ahorrar gasto público, como está ocurriendo en otros países como los Estados Unidos de Trump y la Argentina de Milei, se equivocan. Si el negacionismo mata, la ideología ultraliberal mata también.
El gran error de Carlos Mazón aquella tarde fatídica del 29 de octubre, más allá de comidas privadas y negligencias, fue no querer apretar el botón rojo del servicio masivo de alertas telefónicas a la población. Sin duda, el molt honorable debió pensar que activar los protocolos de actuación suponía una injerencia, una intromisión intolerable en el funcionamiento de la sociedad. Confundió el botón rojo de Protección Civil con el botón rojo comunista, y acabó temiendo que Ayuso y Abascal lo tacharan de bolchevique. Ese miedo a que lo señalaran como un heredero de la derechita cobarde, como un intervencionista estatal, fue lo que llevó a la muerte a cientos de personas. Y ahí pesó mucho su vinculación con la patronal. A los empresarios no les hace ninguna gracia el servicio de alertas que permite a muchos trabajadores quedarse en casa para protegerse ante un chaparrón asesino que puede llevárselos por delante en el andamio, en el campo, en el supermercado, en la oficina o en la carretera. Y ese respeto reverencial a la economía y al PIB, ese respeto a las sagradas leyes del mercado, también le perdió al dirigente popular.
Si Mazón hubiese apretado ese maldito botón rojo, hoy muchas personas fallecidas seguirían vivas. Lógicamente, tras el desastre de la riada todo ha cambiado, o como el propio Mazón llegó a sugerir durante su discurso del viernes en las Cortes: “Nada será igual”. La prueba de que el escenario ideológico para el barón valenciano del PP ha cambiado de forma radical es que horas después de la barrancada (así se conoce a este tipo de aluviones hídricos que lo destruyen todo a su paso), hubo una segunda alerta roja en todo el Mediterráneo (con graves daños en Málaga) y esta vez Mazón no tardó en activar el protocolo. Todos los prebostes populares estaban donde tenían que estar en esa ocasión, tal como demostró el líder Moreno Bonilla, que sale de esta crisis pudiendo decir que ningún andaluz se le ha ido arrastrado por la corriente. También Mazón aprendió la lección y ya no se movió del Cecopi, una conducta muy diferente a la que mantuvo el 29-O, cuando el ultraliberal que llevaba dentro “pasó del móvil” y de las alertas, minusvalorando la monstruosa amenaza.
La cúpula del PP tiene claro que Carlos Mazón es un “activo tóxico” y que no puede seguir al frente de la Generalitat Valenciana. “En privado, los populares reconocen que es imposible que salga de esta, pero también creen que ahora mismo no es el momento de que caiga, en plena fase de reconstrucción tras la dana, y que no puede caer solo. En público, entretanto, Alberto Núñez Feijóo hace malabares para no dejarle caer todavía, pero sin llegar a respaldar su negligente gestión”, informa La Sexta. El dirigente popular sigue manteniendo que “hay que distinguir los errores humanos de los errores por falta de humanidad”, tratando de salvar a su delfín.
La dana está poniendo a prueba la capacidad de gestión de las diferentes administraciones, tanto la estatal como la autonómica y la municipal. Y el ciudadano está pudiendo juzgar, en tiempo real y como si tuviese en sus manos tres cámaras de vídeo distintas para grabar y comparar, cómo está siendo la eficacia, la competencia y la capacidad de organización de sus gobernantes e instituciones. El demagógico mensaje de que solo el poble salva al poble, difundido por la extrema derecha y sus terminales mediáticas, ha calado en la población y pocos son los políticos que van a aprobar o a salir airosos de esta tragedia cósmica. Y sin embargo, si vamos al detalle y dejamos atrás la brocha gorda y el trazo grueso, podremos concluir que la respuesta está siendo acorde a la ideología del organismo público que tiene que tomar decisiones sobre el terreno devastado por la riada.
Toca confrontar el modelo de lo público que propone la izquierda (intervencionista) con el privado ofrecido por la derecha (ultraliberal). El modelo privado, en estos casos de grandes catástrofes, se revela inútil, no llega al ciudadano necesitado, ya que ningún empresario está dispuesto a perder dinero de forma altruista y sin recibir nada a cambio. Privatizar servicios públicos como el 112, o suprimirlos, como hizo Mazón con la Unidad Valenciana de Emergencias, un cuerpo militarizado propuesto por el expresident socialista Ximo Puig, resulta letal para la sociedad. No pocos fantasmas acompañarán a Mazón el resto de su vida, entre ellos la sombra de los cientos de valencianos que murieron por culpa de su negligencia e incapacidad para gobernar. Pero, además, saca una lección que debería hacerle reflexionar: apretar el botón rojo de Emergencias no tiene nada que ver con ser o no comunista. Simplemente, quien lo hace es un gobernante responsable, sensato y con sensibilidad humana.