Con un tono dramático, Vox ha presentado ante el Tribunal Supremo una querella por homicidio imprudente, prevaricación e incendios forestales. Entre los señalados, figuran desde Pedro Sánchez hasta Alfonso Rueda, pasando por Marlaska, Robles y los presidentes autonómicos del PP. ¿El delito? No controlar el fuego en un verano donde la crisis climática y los recortes en prevención han sido protagonistas. Vox, por supuesto, no se reconoce parte del problema, aunque su historial político diga lo contrario.
Querella para todos menos para Vox
Vox ha decidido que el calor no lo pone el sol, sino el Gobierno. En una querella que parece más un manifiesto electoral que un documento jurídico, Abascal ha acusado de todo a casi todos, desde el presidente Sánchez hasta el último director general autonómico. El argumento: una supuesta negligencia criminal en la gestión de los incendios forestales que han arrasado miles de hectáreas este verano.
La querella no distingue siglas: incluye a cuatro presidentes del PP —Fernández Mañueco, Juanma Moreno, María Guardiola y Alfonso Rueda—, así como a la ministra de Defensa, Margarita Robles; el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska; la ministra de Transición Ecológica, Sara Aagesen, y al presidente de Asturias, el socialista Adrián Barbón. Todos, según Vox, serían responsables de "crímenes medioambientales" y "homicidios imprudentes" por no declarar la emergencia nacional ni actuar con más contundencia en la prevención.
Y mientras la ultraderecha reniega del consenso climático, ridiculiza la transición ecológica y se opone a cualquier inversión en servicios públicos, acusa a otros de no haber evitado lo que ellos niegan que exista: una crisis climática real, grave y estructural.
Ironías del clima político
La maniobra judicial no solo evidencia la falta de rigor jurídico de la formación ultraconservadora, sino también su voluntad de mantenerse en el foco mediático a base de golpes de efecto. Vox se querella por incendios mientras apoya la desregulación ambiental, recorta en medios de extinción cuando gobierna (como en Castilla y León) y ridiculiza la emergencia climática llamándola “religión ecologista”.
Todo esto sucede mientras los científicos alertan de que el cambio climático hace 40 veces más probables las condiciones meteorológicas que alimentan estos incendios. Pero para Vox, eso no cuenta. Su verdadero incendio es otro: la erosión de su discurso ultranacionalista, que necesita enemigos constantes para sobrevivir.
José Antonio Fúster, portavoz nacional de Vox, ha prometido que “caerá quien tenga que caer”, como si se tratara de un guion mal escrito. Pero ni él ni Abascal han explicado cómo encaja esta ofensiva en un programa político que sistemáticamente bloquea políticas preventivas, desprecia la cooperación institucional y reniega del Estado autonómico que ahora finge defender.
La querella de Vox no busca justicia, busca espectáculo. Mientras los montes arden y los servicios de emergencia hacen lo que pueden con medios cada vez más precarios, el partido de ultraderecha juega con fuego. Y lo hace, como siempre, sin asumir ni un ápice de responsabilidad.
¿La próxima demanda será contra los bomberos por no apagar el fuego con un cubo de agua bendita? Con Vox nunca se sabe. Pero de momento, la política del esperpento sigue su curso.