El obsceno sueldazo de Gan Pampols

El teniente general elegido por Carlos Mazón para la reconstrucción de Valencia asume ser el parapeto del 'president' a cambio de un jugoso salario de 92.000 euros

02 de Diciembre de 2024
Actualizado a la 13:24h
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Gan Pampols en una imagen de archivo. Foto: CGTAD/Ministerio de Defensa
Gan Pampols en una imagen de archivo. Foto: CGTAD/Ministerio de Defensa

El teniente general Gan Pampols, encargado de las tareas de reconstrucción de Valencia por decisión personal y soberana de Carlos Mazón, ya tiene asignado un sueldazo imperial por decretazo de la Generalitat: 92.000 euros de vellón. A río revuelto, ganancia de pescadores, dice el refrán.

Llama poderosamente la atención cómo el discurso de “todo por la patria” a menudo termina disolviéndose en otro mucho más pedestre y mundano: el de todo por la pasta. El amor a España es hermoso, heroico y altruista, pero a la hora de la verdad ese amor también tiene un precio. ¿Qué pensará la familia que se ha quedado sin casa, o el agricultor que ha perdido sus cosechas, o el comerciante con su tienda convertida en un barrizal acerca de todo ese pastón que le ha caído a un militar en la reserva como por arte de magia? Sin duda, que del patriotismo solo comen algunos.

Los valencianos que se han quedado sin nada por la riada no salen de su asombro al comprobar cómo, tras cumplirse un mes de la mayor tragedia de la historia, y en medio de la devastación económica y social de toda una región, Mazón riega con jugosos salarios a sus hombres de confianza. En realidad, Valencia no necesitaba para nada a un militar al frente de las tareas de reconstrucción. Bastaba con elegir a un comité de expertos profesionales en diferentes ámbitos como la ingeniería, el urbanismo, la arquitectura, la construcción, las infraestructuras, las telecomunicaciones, la economía, la empresa y la agricultura para afrontar el desafío con unas mínimas garantías de éxito. En la Universidad de Valencia los hay y muy buenos. Sin embargo, Mazón ha optado por la campaña de propaganda. ¿Qué esperaba colocando a un militar en la reserva al frente de una operación que requiere de la contribución de brillantes cerebros (cuantos más mejor) y de ideas imaginativas? ¿Acaso espera que una sola persona, por mucha experiencia que haya atesorado en Bosnia, Kosovo y Afganistán, sea capaz de salir por sí sola de este apocalipsis que desborda a cualquiera?

La derecha española siempre se ha aferrado a un mito, el del caudillo ibérico u hombre fuerte que baja de las montañas carlistas o emerge del desierto africano para sacar al pueblo del fango. Pero la historia nos dice que esa idea delirante, atávica y medieval nunca funciona. Tampoco hoy, en el siglo de los satélites y las redes sociales, cuando el cambio climático causa estragos en las sociedades modernas con desastres que amenazan con enviarnos a todos a la Edad de Piedra. ¿Qué pretendía Mazón contratando a Gan Pampols? ¿Qué extraño fetiche militarista bulle en esa cabecita disfuncional capaz de irse de comilona con una periodista cuando sus paisanos se hunden bajo un tsunami imparable y demoledor? ¿Qué mensaje pretende enviarle al pueblo valenciano, que se contente con el patriotismo, con el orden y la ley marcial en lugar de motobombas, grúas y dinero a fondo perdido paras salir de la ruina del lodo?

Mazón no está capacitado para ponerse al frente de una especie de Plan Marshall que debe hacer resurgir de sus cenizas al pueblo valenciano. Ni sabe por dónde empezar ni quiere, ya que es un ultraliberal amante de las leyes del mercado salvaje que no cree en el intervencionismo estatal ni en las políticas de ayuda a lo público. Además, ha dado serias muestras de inutilidad e incompetencia, eso sí, muy bien vestido con el chaleco rojo fosforito de Protección Civil que le quedaba que ni pintado. Como a todo político de la derecha en tiempos de posverdad, lo entrenaron para hacer demagogia barata contra el sanchismo. Lamentablemente para él, no lo prepararon en protocolos de grandes catástrofes ni para dirigir una posguerra. Y el Diluvio Universal se lo ha llevado por delante a él y a su impostura, frustrando sus planes de hacer carrera rápida y fácil como buen burócrata del partido. No deja de ser estremecedoramente simbólico ese posado para la historia del president en aquella mañana del día más negro, cuando los fotógrafos lo inmortalizaron mordiendo un trofeo de latón, en plan tenista ganador del Roland Garros o de actor de éxito tras hacerse con el Oscar. No podía ni sospechar lo que se le venía encima el molt honorable cuando, ya por la tarde, se fue al Ventorro a celebrar su premio y su fatua vanidad con su misteriosa acompañante.

Tras toda aquella infamia, a Mazón solo le quedaban dos salidas: una honrosa dimisión o un golpe de efecto según el perfecto manual de la propaganda gobelsiana. Optó por lo segundo, contratar a un generalote salido del NO-DO para que le hiciera las veces de hombre de paja, de parapeto o pararrayos capaz de amortiguar los palos que le van a ir cayendo allá donde vaya, si es que algún día se digna a salir del coche oficial para bajarse al barro de Paiporta, de Alfafar, de Catarroja, Aldaia y tantos pueblos destrozados. El president ya no se deja caer por la zona cero para evitar la dana de insultos de los vecinos indignados. Gan Pampols ha aceptado hacer el trabajo sucio, comerse el marrón, nunca mejor dicho, eso sí, cobrando, siempre cobrando. Ya sorprendió el primer día de su nombramiento con aquello de que “él no se iba a meter en política”. Nunca antes en democracia se había escuchado algo así por boca de alguien elegido para desempeñar un puesto institucional como es el de vicepresidente del Gobierno autonómico. Un cargo político nombrado por políticos que dice no querer enfangarse con la política. Curioso y revelador por lo que tiene de reminiscencia algo franquista. Pero peor aún ha sido su última manifestación, fría y poco empática con la población que sufre, sobre su jugoso sueldo: “Yo tengo una carrera administrativa de 44 años, tengo unos derechos retributivos consolidados. Y en la Administración General del Estado los derechos retributivos consolidados se respetan siempre”, dice mientras los valencianos comen cucharadas de barro.  

El teniente general jubilado sabe que poco o nada va a poder hacer desde una Generalitat de cartón piedra gobernada por un capitán botarate que no dispone de recursos ni de fondos para la reconstrucción. Lo poco o mucho que llegue, llegará, si es que llega, de Madrid. Pues viva España y que a su Excelencia le quiten lo bailao.    

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