No, España no es un infierno fiscal. No, los millonarios no están huyendo despavoridos a Portugal ni refugiándose en chalets de Andorra. Y no, las políticas fiscales progresistas no espantan la riqueza. De hecho, ocurre justo lo contrario.
Mientras la derecha mediática y política lleva años construyendo el relato de una España hostil para los ricos, la realidad contable de la Agencia Tributaria es contundente: los millonarios no se han ido, han aumentado. Y mucho.
Desde 2018, cuando Pedro Sánchez asumió la presidencia del Gobierno, el número de grandes fortunas —las que superan los 30 millones de euros de patrimonio— no ha parado de crecer. En cinco años han pasado de 608 a 865. Y eso sin contar a quienes se camuflan en entramados societarios opacos o esquivan el radar del fisco.
Una fuga pero hacia arriba
Frente al apocalipsis tributario que vaticinaban medios como Libre Mercado o Vozpópuli, la estadística oficial muestra un crecimiento constante de los millonarios en España. Ni el “impuesto a las grandes fortunas” ni los discursos sobre justicia fiscal han provocado una desbandada. Al contrario: han crecido en número, en riqueza total y en patrimonio medio.
En 2018, las 608 grandes fortunas declaraban en conjunto 42.000 millones de euros. En 2023, ese grupo acumulaba más de 66.000 millones, un 57% más. Incluso la riqueza media por individuo se ha disparado: de 69 millones a casi 77 millones por persona.
¿Dónde está, entonces, el éxodo? ¿Dónde están esas supuestas colas de Ferraris en la frontera andorrana? ¿Qué fue de los titulares que anunciaban el "escape fiscal masivo" cada vez que el Gobierno planteaba una reforma progresiva?
Lo cierto es que no hay rastro alguno de estampida. Lo que sí hay es mucho relato interesado, abundante lobby mediático y nulo respaldo empírico.
La desigualdad no se va sola
Ahora bien, que los ricos crezcan no es en sí una buena noticia. Lo preocupante es el contexto en el que lo hacen. Durante la pandemia, mientras miles de autónomos y familias caían en picado, el número de ultrarricos aumentó en 107 personas en un solo año, el mayor salto desde que hay registros. Y su fortuna también creció a ritmo de vértigo.
Este fenómeno no refleja una economía saludable sino una estructura profundamente desigual, donde una minoría acumuladora capea las crisis con dividendos mientras la mayoría sobrevive a duras penas.
Y si ese crecimiento de fortunas se produce sin una verdadera redistribución fiscal, entonces el sistema está fallando. La creación del Impuesto de Solidaridad a las Grandes Fortunas fue un primer paso, pero los datos muestran que aún queda mucho por hacer para avanzar hacia una fiscalidad justa y progresiva.
La derecha mediática y el cuento de siempre
Cada vez que se habla de subir impuestos a los que más tienen, los voceros del privilegio se apresuran a agitar el fantasma de la fuga fiscal, como si estuvieran protegiendo una especie en extinción. Pero la realidad es mucho más tozuda que los editoriales de ciertos medios afines al IBEX.
No hay ni una sola evidencia seria que respalde la tesis de que las grandes fortunas estén abandonando el país. Solo hay titulares grandilocuentes, citas anónimas de despachos de abogados y mucho, muchísimo miedo escénico a que la igualdad empiece a tomarse en serio.
España no es un infierno para los ricos. Es, más bien, un spa con calefacción para una élite que ha seguido engordando su patrimonio incluso en tiempos de crisis.
Y lo que necesitamos no es seguir mimando a esa minoría con rebajas fiscales, sino exigirles, con todas las letras, que contribuyan con justicia al país que les permite acumular su fortuna.