La cumbre de la OTAN celebrada en La Haya ha dejado una imagen tan simbólica como reveladora: el nuevo secretario general de la Alianza, el neerlandés Mark Rutte, ha rendido pleitesía al presidente, Donald Trump, en un mensaje privado que el propio republicano no ha dudado en publicar. En él, Rutte felicita a Trump por haber logrado que todos los miembros firmen un compromiso sin precedentes: elevar el gasto en defensa hasta el 5% del Producto Interior Bruto (PIB) antes de 2035.
Más allá del contenido, ya de por sí polémico, el tono de la misiva ha generado estupefacción. “Europa va a pagar A LO GRANDE, como debería, y será tu victoria”, escribe Rutte al magnate, imitando incluso su estilo en mayúsculas. El mensaje ha sido confirmado como auténtico por fuentes de la OTAN, y se ha interpretado como una muestra de sumisión política ante el hombre que en 2018 estuvo a punto de sacar a EE.UU. de la Alianza.

El mensaje fue enviado a través de Signal, una aplicación de mensajería segura ampliamente utilizada por líderes políticos, y difundido por Trump desde el avión presidencial mientras volaba hacia la cumbre. En él, Rutte no solo celebra el acuerdo del 5%, sino que felicita a Trump por su reciente ataque contra instalaciones nucleares iraníes, un acto considerado por muchos expertos como una grave violación del derecho internacional.
“Gracias por tu acción decisiva en Irán… Nos has hecho a todos más seguros”, asegura el neerlandés, ignorando las consecuencias geopolíticas de un bombardeo unilateral en pleno año electoral estadounidense. Esa felicitación ha provocado incomodidad entre muchos aliados, que temen que el elogio encubra un respaldo acrítico a decisiones peligrosas.
La fórmula para lidiar con Trump: elogiar sin medida
Durante su primer mandato, Trump convirtió la política exterior en un terreno imprevisible. Atacó a aliados, despreció acuerdos multilaterales y usó su poder como chantaje económico. Pero su exigencia de que los países europeos aumentaran drásticamente el gasto militar ya venía de largo, incluso antes de su llegada al poder.
Frente a este estilo agresivo, su predecesor en la OTAN, Jens Stoltenberg, optó por la discreción. Nunca le contradijo públicamente y trabajó en silencio para mantener el compromiso estadounidense con la Alianza. Rutte, sin embargo, parece haber ido más lejos: ha interiorizado el estilo de Trump hasta el punto de hablarle como un subordinado agradecido.
España, en el punto de mira
Trump no tardó en señalar públicamente a España como uno de los países que se resistían a aceptar el 5% del PIB en defensa. “Tienen un problema con España”, dijo el expresidente, antes de compartir en su red social Truth Social un artículo titulado “España amenaza con hacer descarrilar la cumbre de la OTAN”.
El presidente Pedro Sánchez logró introducir un lenguaje ambiguo en la declaración final, lo que permite a España suscribir el acuerdo sin asumir una obligación estricta. Sin embargo, esta ambigüedad ha servido de excusa a Trump para apuntar directamente al Gobierno español, insinuando que no está comprometido con la defensa común.
¿Quién manda en la OTAN?
La elección de Rutte como nuevo secretario general de la OTAN ya generó dudas. Como primer ministro de Países Bajos, nunca cumplió con el objetivo del 2% en gasto militar fijado en 2014, tras la invasión rusa de Crimea. Su fama en Bruselas era la de un político duro, ortodoxo y poco diplomático. Pero su perfil internacional, su dominio del inglés y sus años como veterano del Consejo Europeo parecían avalarle.
Ahora, esa imagen de firmeza se desvanece ante un Trump al que no solo no confronta, sino que halaga abiertamente. En vez de mantener la autonomía estratégica de Europa, Rutte ha optado por complacer al socio más poderoso, aunque ello suponga hipotecar el presupuesto público de los Estados miembros durante la próxima década.

Un giro hacia el militarismo
El nuevo compromiso no es menor. Supone un salto cualitativo respecto al acuerdo del 2% fijado hace más de una década. Rutte ha dividido el objetivo del 5% en dos tramos: un 3,5% de gasto militar directo y otro 1,5% en gastos complementarios, como apoyo logístico o ciberseguridad. Pero en la práctica, es un aumento que obligará a recortar en otras áreas sociales si no hay una reforma fiscal profunda.
Alemania, Suecia, Noruega, Polonia o los países bálticos ya han anunciado aumentos progresivos que los llevarán al 3,5% o incluso más. Solo España mantiene una postura de contención, consciente de que aumentar ese gasto puede tensionar aún más el debate interno, especialmente en un contexto de desaceleración económica y crisis social.
¿Más seguridad o más riesgo?
Muchos expertos en relaciones internacionales alertan de que este viraje hacia el militarismo no garantiza mayor seguridad. Al contrario, puede generar una nueva carrera armamentística, agravar las tensiones con potencias como China o Rusia y desviar recursos públicos de áreas como sanidad, educación o transición ecológica.
Además, se corre el riesgo de convertir la OTAN en una organización centrada exclusivamente en satisfacer las demandas estadounidenses, perdiendo su esencia como alianza basada en principios democráticos y no en imposiciones unilaterales.
La cumbre de La Haya no ha sido una cita de consenso, sino una ceremonia diseñada para enaltecer a Trump y confirmar su papel como líder de facto de la OTAN. La publicación del mensaje de Rutte es la prueba más gráfica de esta subordinación.
Europa, en lugar de consolidar su autonomía, se somete a la lógica del chantaje diplomático. Y todo indica que esta sumisión no se quedará en lo simbólico: tendrá consecuencias políticas, económicas y sociales durante años.
El coste no solo será presupuestario, sino también democrático. Porque cuando los aliados aplauden sin reservas, incluso en privado, las decisiones unilaterales del presidente más impredecible del siglo XXI, lo que está en juego no es solo el futuro de la OTAN, sino la soberanía de Europa.