Trump mantiene en vilo la tregua comercial con China y reabre la amenaza de una guerra arancelaria total

La pausa en los gravámenes expira el 12 de agosto sin acuerdo en Estocolmo. Pekín quiere prórroga, pero la Casa Blanca supedita todo a la decisión personal del presidente

30 de Julio de 2025
Actualizado a las 10:08h
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Trump mantiene en vilo la tregua comercial con China y reabre la amenaza de una guerra arancelaria total
Donald Trump y el presidente chino, Xi Jinping.

Las negociaciones entre Estados Unidos y China para prolongar la suspensión de los aranceles que ambas potencias se impusieron mutuamente siguen bloqueadas. El equipo estadounidense ha regresado de Estocolmo sin avances y ha dejado claro que cualquier decisión final depende de Donald Trump, el presidente que inició esta guerra comercial y que la ha convertido en una pieza más de su estrategia política.

Una negociación secuestrada por la Casa Blanca

El representante comercial de EE. UU., Jamieson Greer, y el secretario del Tesoro, Scott Bessent, han confirmado que no habrá decisión hasta que Trump dé la orden desde Washington.
“No hay nada acordado hasta que hablemos con el presidente Trump”, resumió Bessent, evidenciando que la política comercial norteamericana se ha convertido en una herramienta de presión personalista.

Por parte de Pekín, el negociador Li Chenggang ha reiterado su voluntad de prorrogar la suspensión de los aranceles que ha permitido, durante unos meses, aliviar las tensiones y frenar el encarecimiento de bienes y materias primas. Sin embargo, no hay un horizonte temporal concreto: todo queda pendiente de la voluntad política del presidente estadounidense.

El coste global de una guerra que Trump alimenta

Desde su regreso a la Casa Blanca, Trump ha elevado los aranceles sobre productos chinos hasta el 145%, desatando una guerra comercial que Pekín respondió con tarifas del 125% sobre mercancías estadounidenses y restricciones a la exportación de componentes estratégicos.

Aunque ambos países acordaron en Ginebra una suspensión temporal de 90 días y mantuvieron nuevas rondas de diálogo en Londres, la confrontación sigue latente. Si no se alcanza un pacto antes del 12 de agosto, volverán a aplicarse los gravámenes más duros, con consecuencias directas para las economías globales, los consumidores y el empleo.

La obsesión de Trump por usar la política comercial como arma electoral ha dejado la estabilidad económica internacional a merced de sus intereses políticos internos. Millones de familias y empresas en todo el mundo pagarán el precio de esta estrategia errática.

La guerra arancelaria, lejos de resolverse, se ha convertido en el símbolo del unilateralismo del presidente estadounidense.
Y ahora, mientras el calendario avanza hacia la fecha límite, la imprevisibilidad de Trump amenaza con encender de nuevo una crisis global que nadie más parece querer.

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