El discurso político, en ocasiones, puede rayar en lo ridículo. Sobre todo cuando se busca exagerar y polarizar para ganar no se sabe bien si apoyos o simplemente cierta repercusión mediática. La reciente intervención de Cuca Gamarra, secretaria general del PP, es un claro ejemplo de ello. Comparar las acciones del PSOE y de Pedro Sánchez con las tácticas de una dictadura no solo es irresponsable, sino también una falta de respeto a aquellos que han vivido bajo regímenes opresivos.
En política, es natural que haya desacuerdos y confrontaciones, pero equiparar un desacuerdo sobre la fecha de una investidura con las tácticas de una dictadura es, cuanto menos, excesivo. El intento de Gamarra de magnificar la situación y retratar a Sánchez como un dictador por el simple hecho de que su partido opine sobre cuándo le gustaría que se celebre el debate parlamentario carece de fundamento.
Es curioso que sea precisamente el PP, un partido que ha tenido sus propios escándalos y cuestionamientos en cuanto a transparencia y conducta ética, el que lance acusaciones tan graves. La "degradación institucional" a la que Gamarra hace referencia es más un reflejo de su propia visión política que de la realidad del país.
Si bien es cierto que la fecha de investidura corresponde ser fijada por la presidenta del Congreso, Francina Armengol, ¿es realmente tan descabellado que un partido político exprese su preferencia o perspectiva sobre cuándo debería ser? Y, aunque fuera una irregularidad, ¿es equiparable a las atrocidades cometidas por regímenes dictatoriales?.
La insistencia del PP en criticar cada movimiento del PSOE, incluso aquellos que son intrascendentes, pone de manifiesto una estrategia de oposición que, más que buscar el bien del país, parece tener como objetivo desacreditar al contrario a toda costa.
El tono alarmista y las comparaciones exageradas no benefician a la democracia española. La política debe ser un espacio de diálogo, entendimiento y construcción conjunta. Si bien la oposición tiene el deber de cuestionar y fiscalizar al gobierno, debería hacerlo de una manera constructiva y basada en hechos. No un no por sistema.
Las declaraciones de Cuca Gamarra son una fiel muestra de cómo no debería ser el discurso político. La retórica del miedo y la exageración no tienen lugar en una democracia madura.