El desafío de la izquierda en España

Entre la institucionalización, la fragmentación del voto progresista y el descrédito de los grandes relatos, la izquierda española afronta uno de sus momentos más delicados y contradictorios

28 de Julio de 2025
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Durante décadas, ser de izquierdas en España fue sinónimo de lucha por la justicia social, la ampliación de derechos y la defensa de los servicios públicos. Desde la Transición hasta las grandes movilizaciones contra la guerra de Irak, pasando por el 15M o el auge del feminismo, la izquierda fue el espacio político donde se articuló la esperanza de una democracia más profunda y justa.

Pero ese imaginario se ha resquebrajado. El acceso a las instituciones por parte de fuerzas emergentes, como Podemos, no ha traído consigo la transformación estructural que muchos ansiaban. La gestión, la aritmética parlamentaria y los pactos han diluido parte de la potencia transformadora en una cultura política marcada por el pragmatismo, la urgencia y la supervivencia electoral. La izquierda institucionalizada ha quedado atrapada entre la necesidad de gobernar y la dificultad de movilizar.

Entre redes, precariedad y resignación

En el plano social, el desgaste no es menor. La precariedad vital, el desarraigo generacional y la fatiga democrática han vaciado de contenido muchas de las promesas clásicas de la izquierda. Mientras tanto, la derecha ha logrado reconstruir su relato en torno al orden, la estabilidad y la defensa de "los de aquí", en un contexto de polarización que margina los matices.

En este paisaje, el discurso de la transformación ha sido sustituido por la gestión de lo posible. Las redes sociales, lejos de ofrecer espacios de politización, a menudo refuerzan dinámicas de individualismo, superficialidad y confrontación estéril. Y los grandes relatos emancipadores, que antes daban sentido y horizonte, se han visto desplazados por una política de lo inmediato, del eslogan, del titular efímero.

La izquierda hoy no solo compite contra la derecha, sino contra la desafección, la desmovilización y la sospecha. La consigna de “todos son iguales” no cala solo por los excesos del poder, sino por la ausencia de una alternativa que no se limite a gestionar las ruinas del presente.

Recuperar el horizonte

Queda espacio, sí, para una política transformadora, pero exige reconstruir vínculos, tejer comunidad y recuperar la palabra. La izquierda en España debe dejar de hablar para sí misma y escuchar más a las periferias: a los barrios sin voz, a las mujeres que sostienen el tejido social, a la juventud sin futuro, a quienes no están en las encuestas pero sufren cada recorte y cada desahucio.

Frente a una derecha que apela al miedo y a una izquierda que a veces ha perdido la brújula, urge imaginar un proyecto político que vuelva a emocionar, que mire al futuro sin nostalgia y sin complejos. No se trata solo de resistir, sino de construir. Porque si ser de izquierdas es todavía una forma de compromiso con la dignidad, entonces hoy más que nunca hay que demostrarlo en cada decisión, en cada calle y en cada palabra.

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